Generando las nubes
Cuenta una leyenda del pueblo Carpetano recogida por los viajeros romanos en Hispania (1) que, en “El principio”, la tierra era llana. Dos mesetas unidas con una gran rampa entre ellas definían el territorio habitado. En las tierras altas del norte vivían los primeros vacceos y en las tierras bajas habitaban los carpetanos. El tiempo a lo largo del año era relativamente favorable para la actividad humana pero a finales de abril inicios de mayo aparecía el estío y la sequía estival se hacía interminable. Los arroyos se secaban, los manantiales dejaban de manar y los ríos quedaban reducidos a algún que otro charco estancado a la espera de los primeros temporales de otoño e invierno. La vegetación dominante era rala, escasa, coriácea y raramente pasaba de una talla arbustiva. Dominaban chaparras y coscojas en los lugares más favorables; jarales, cantuesares y tomillares en las zonas más secas y retamares en las zonas con suelos algo más favorables. La producción agraria era escasa en correspondencia con la escasa precipitación anual y las praderas se agostaban en todo el territorio a partir de finales de abril. Los suelos no cultivados eran pastoreados con ovejas y cabras. La cabaña ovina estaba formada por razas acostumbradas a comer durante largos periodos plantas agostadas. La cabaña caprina estaba adaptada a comer brotes leñosos de todo tipo de especies de matas, arbustos y árboles a los que mantenían a raya y miniaturizados Todos los veranos la mortandad infantil y de sus ancianos hacía estragos por falta de agua y alimento y las poblaciones humanas estaban en un franco declive.
La Diosa Madre(2), al contemplar el sufrimiento y el desmoronamiento de sus pueblos queridos, que la respetaban y trataban con cariño se apiadó de ellos y a través del mundo de los sueños indago en los deseos de algunos de sus ancianos y ancianas más carismáticos y creativos.
El primero de los mayores observado, constructor de cabañas, fue visitado cuando estaba en lo más profundo de su descanso nocturno. Diosa madre vio como en sus ensoñaciones se vislumbraba y tomaba forma reconocible la creación de una gran cadena montañosa, con cientos de metros de desnivel sobre las Tierras Bajas. En la imagen onírica se la visualizaba colocada como un obstáculo perpendicular frente a los vientos húmedos procedentes de las costas peninsulares, que ascendía y descendían sobre ella, como el agua del arroyo lo hace sobre los cantos rodados más grandes de su lecho. Diosa Madre se puso manos a la obra y en un día generó un bloque elevado orientado en sentido Norte Sur unos 700 metros más alto que las Tierras Bajas.
Durante todo un año observó lo que pasaba y vio que las nubes cubrían con frecuencia las montañas y que la cantidad e intensidad de las precipitaciones se incrementaba a lo largo de la temporada de lluvias
Durante todo un año observó lo que pasaba y vio que las nubes cubrían con frecuencia las montañas y que la cantidad e intensidad de las precipitaciones se incrementaba a lo largo de la temporada de lluvias. El aumento de las precipitaciones era especialmente significativo cuando las borrascas y sus vientos dominantes venían del Oeste o del Este, aunque el número de días de lluvia era similar al de las mesetas. La montaña generaban mas nubes y más activass que a su vez daban lugar a más lluvia y agua que en el llano. Sin embargo, el incremento no era todavía el esperado y necesario. El caudal de ríos y arroyos aumentaba de forma rápida y poco duradera y la dureza y extensión del periodo de sequía estival seguía siendo muy alto. Algún río llego a mantener charcos casi toda la temporada seca y a correr algún día que otros tras una tormenta de verano. De forma local un arroyo, o dos, experimentaron crecidas veraniegas puntuales acompañada de unos días de humedad en el entorno inmediato. Eran aguas predominantemente de color terroso, marrones, achocolatadas que dirían los pueblos del otro lado del océano. Las poblaciones más beneficiadas eran las más próximas a la cadena montañosa.
Pasado el primer año, el pueblo carpetano seguía sufriendo, aunque habían aprendido a aprovechar los días imprevistos de crecidas y sus consiguientes periodos de humedad en lechos y riberas de forma más eficaz. El agua disponible era algo más abundante y suponía alguna que otra mejora vital pero todavía insuficiente. La mortandad aún superaba a la natalidad y el declive de tribus y pueblos continuaba aunque más lentamente. Diosa Madre decidió visitar a una anciana de estatura elevada y cabellos canos, plateados y brillantes. La noche que lo hizo, la longeva mujer disfrutaba de un reposo especialmente tranquilo y apacible. En su sueño vio como la montaña seguía creciendo y como, poco a poco, pasaba de un tono gris azulado a un espectacular, llamativo y destacado color blanco. Diosa Madre no lo dudo. Se puso manos a la obra y en un día de trabajo Incremento la altura de la montaña al doble de su desnivel actual con las mesetas.
Durante un segundo año observó lo que pasaba y vio como la cantidad e intensidad de las precipitaciones se incrementaba aún más que en el año anterior y como, al llegar el invierno, la lluvia se convertía en nieve, la montaña se cubría de blanco y el manto níveo no desaparecía en su totalidad hasta finales de mayo. Mientras la nieve estaba presente los arroyos y ríos fluían alargando la presencia de caudales hasta el mes de junio. La cantidad de agua que viajaba por los cauces era más constante, más transparente y más abundante. Los ríos redujeron su encharcamiento a los meses que van de agosto hasta los segundos temporales del otoño y los arroyos se mantuvieron secos en el mismo periodo. Los manantiales manaron durante más días y los pozos tenían el agua próxima a sus brocales durante más tiempo. Las praderas de vegas y vaguadas se mantuvieron verde el final de la primavera y en las zonas de cumbres de las montañas, aparecieron pastos verdes durante el verano, donde ovejas y cabras eran subidas a pastar. A finales de agosto y hasta la llegada del otoño, si los vientos del este procedentes del mediterráneo llegaban hasta aquí no eran raras las tormentas veraniegas vespertinas asociadas a nubes de desarrollo. Diosa Madre observó también que en las zonas más lejanas de las tierras carpetanas al Oeste y sobre todo al Este, el efecto del incremento de las precipitaciones se diluía y la situación no había cambiado tan beneficiosamente como en la zona central de las tribus carpetanas.
...vio como la cantidad e intensidad de las precipitaciones se incrementaba aún más que en el año anterior y como, al llegar el invierno, la lluvia se convertía en nieve, la montaña se cubría de blanco y el manto níveo no desaparecía en su totalidad hasta finales de mayo.
Pasado el segundo año desde que Diosa Madre empezó a actuar el pueblo carpetano se había adaptado a esta nueva cantidad de agua y su declive acabo desapareciendo. La producción agraria de secano se había incrementado lo suficiente para mantener las poblaciones y la disponibilidad de agua estival, a efectos de consumo humano y animal era suficiente, por lo que ya no necesitaban buscar un nuevo territorio donde ir. Entre sus habitantes se extendió la costumbre de llamar a las nuevas montañas los Montes Carpetanos y el nombre perduró por los tiempo de los tiempos.
Diosa madre, pensó que un pueblo tan arraigado a las tierras de la Carpetania y a sus paisajes, merecía un premio por lo que decidió volver a introducirse en los sueños de otros dos mayores visionarios y de esta forma dar a la comunidad lo que ellos se merecían y soñaban para su futuro..
El tercer mayor visitado era un anciano con una gran nariz abierta en dos fosas nasales peludas capaces de captar los más finos matices del viento: (continuará)
(1) Toda la narración correspondiente a esta entrada del Blog es, evidentemente, inventada y de nueva creación.
(2) De acuerdo con la Wikipedia en la entrada “Carpetanos” este pueblo creería en la existencia de una «Diosa Madre» que personificaría la naturaleza y la fecundidad estando relacionada con las fuentes, el suelo donde surge la vegetación y todo lo relacionado con la vida.