Hace un par de años, estando de viaje por México con un colega norteamericano, fuimos juntos a un restaurante para almorzar, cuando el camarero nos preguntó: ¿qué desean tomar? Mi amigo respondió: una Pepsi en su lata (envase), sin abrir y en un vaso sin hielo. Este requerimiento captó mi atención y le pregunté: ¿por qué tan especifico y riguroso? Mi amigo me comentó que él y otros viajeros corporativos de la empresa habían tenido problemas estomacales en varios países por la calidad del agua.
Esa experiencia, me hace reflexionar: ¿por qué si la calidad del agua en Sevilla es tan óptima, no usamos ese activo como un atractivo que refuerce nuestra propuesta turística? La respuesta puede ser que para los habitantes de Sevilla, quizá es normal que nuestra agua sea así de buena, pero para los turistas que consideran todos los factores antes de decidir qué lugares visitar, la calidad del agua es un valor agregado plus. Siendo así, deberíamos publicitar y dar a conocer mucho más esa información.
Mi propuesta al Ayuntamiento de Sevilla es utilizar la calidad del agua potable como parte de la seguridad sanitaria necesaria post COVID-19 y como un elemento que agregue valor diferencial en nuestra propuesta turística al mundo, utilizando la estrategia comunicacional necesaria para hacer del conocimiento del mundo este activo.
A continuación, reproduzco un par de párrafos del artículo escrito por Rocío Montero, en el "ABC de Sevilla" que dan detalles sobre la percepción de la calidad del agua y la opinión que de la misma tienen, tantos los habitantes de Sevilla como un experto catador.
"Una cata realizada recientemente por el experto sumiller de aguas Faustino Muñoz, señalaba el agua de Sevilla como la de mayor calidad entre las de las grandes ciudades de España. Concretamente, la puntuación obtenida era de 8 sobre 10, un registro que coincide con la valoración que hacen los usuarios de Sevilla sobre su propia agua -7,9 sobre 10 en la última encuesta realizada".
Igualmente se indicaba que: "Se trata, por tanto, de un agua muy preservada, con escasa o nula contaminación derivada de la actividad humana. Esto, unido a la calidad del terreno por el que circula el agua -básicamente silíceo y con poca presencia de zonas calizas-, hace de ella un agua de excelente calidad con un grado de mineralización muy aconsejable para el consumo humano".