El camino hacia la digitalización queda muy bien explicado en la trayectoria profesional del Dr. Luís Joyanes que concedió una entrevista a iAgua en noviembre de 2016[1]. Ya en la década de los 90 del siglo pasado supimos de las iluminaciones del gurú tecnológico Nicholas Negroponte con su libro “El mundo digital” y de Bill Gates que por aquella época publicó “Camino al futuro”; la divulgación del Cloud Computing y la comprensión de su trascendencia, a principios de nuestro siglo, que dio paso a la industria 4.0 basada en la convergencia e integración de las Tecnologías de la Información y las Tecnologías Operacionales. A esas bases se añadió la tecnología blockchain. Obviamente, los modelos de organización productiva y de negocio están recibiendo el impacto de esos cambios y la trasformación digital se impone no solo como evolución necesaria para mejorar la calidad y eficiencia de los procesos sino como cuestión de simple supervivencia. La capacidad computacional y de almacenamiento, el trabajo en red, la flexibilidad y adaptabilidad a diversos entornos, la trazabilidad, son determinantes.
Muchos sectores ya han experimentado el impacto de esos cambios. La enorme acumulación de datos tiene utilidad en la mejora de los procesos. Y en los servicios a personas o a unidades de consumo, permite conocer en detalle los hábitos y preferencias individualizadas. Ahí se ha disparado el interés de las empresas, es lo que se ha venido en llamar la minería de datos, es decir, la explotación de esos datos pare mejorar la gestión de clientes y abrir nuevas oportunidades de negocio. Como indica el Dr. Joyanes, “La experiencia de cliente permite conocerlo mejor en todas las fases de interacción debido al análisis de los datos del mismo y así poder tomar decisiones adaptadas a sus características especiales y a su perfil de comportamiento. En el sector minorista la mejora de la experiencia de cliente se manifestará en la asistencia personalizada del servicio basado en los historiales, precios de compra, actividad en la web, patrones del programa de fidelización, estilo de vida y en general adaptándose al perfil de comportamiento del cliente”.
La nueva economía digital está cambiando el entorno de relaciones en nuestras ciudades. La movilidad y el comercio cambian al socaire de los nuevos tiempos, y también el sistema de relaciones de las administraciones públicas con los ciudadanos. Los sistemas peer to peer van ganando terreno, y también otros que, con esa apariencia, van trastocando los viejos esquemas de regulación del espacio urbano y las relaciones entre los actores. Ahí está el caso de las plataformas de transporte y las dificultades de su relación con los transportes públicos convencionales.
Los mundos de los servicios y de la gestión de infraestructuras no son ajenos a ello. Y el agua está aquí por ese doble motivo, pues es un servicio cuya prestación comporta la correcta gestión de las infraestructuras asociadas. Ya hace años que se trabaja en entornos digitales de gestión del servicio. La gestión operativa de redes, los programas de mantenimiento o de gestión de stocks, la administración y finanzas propias de una estructura empresarial y de servicio minorista han ido imponiendo su lógica al compás de lo que se iba avanzando en cualquier entorno de gestión empresarial o de las administraciones públicas.
La tarea de lectura de contadores ha sido, tradicionalmente, un trabajo minucioso aplicado al entorno de los abonados al servicio: se visita cada contador y se anota la lectura en un estadillo cuidadosamente elaborado en el que se corresponde la localización del inmueble y cada una de sus viviendas con el número de contador y su ubicación en la batería de contadores de cada finca. Las visitas deben estar cuidadosamente programadas en una ruta que es la jornada laboral del lector y transmitidas a la central de datos del servicio para su inclusión en el historial de cada abonado y proceder a su facturación. La ruta de lectura de contadores se adapta constantemente al entorno de la ciudad en crecimiento y es uno de los elementos críticos de cualquier servicio.
Fue un gran progreso disponer de sistemas de almacenamiento y vaciado de datos, pues acelera la interface entre lectura y facturación y limita la posibilidad de errores en la transcripción.
No obstante, el gran salto operativo son los contadores inteligentes. Los contadores tradicionales se limitan a la medición acumulativa del consumo, de manera que por diferencia se conoce el consumo en un determinado período (normalmente un trimestre) y del volumen obtenido se deduce la facturación a aplicar en función de las tarifas aprobadas en cada municipio.
El conocimiento de las dinámicas instantáneas del servicio de abastecimiento es importante para mejorar su gestión. Recuerdo cómo, hace ya muchos años, los gestores del abastecimiento urbano de mi ciudad me invitaron a ver un partido de futbol por TV en la sede del servicio. Cuando acabó la primera parte, nos levantamos de la butaca y fuimos al panel de control del servicio. En pocos minutos vi cómo descendía el nivel de agua del depósito de la zona hasta que quedó prácticamente vacío. Era lo que pretendían: demostrarme la necesidad de construir otro depósito pues la garantía de almacenamiento de agua apenas bastaba para cubrir las necesidades de una punta de consumo como la que se produce cuando muchas personas deciden usar simultáneamente el inodoro.
Ciertamente, ese conocimiento permite orientar la gestión del servicio con un conocimiento detallado de los consumos instantáneos y mejorar así la eficiencia de gestión en todos los escenarios..
Los contadores inteligentes miden y trasmiten consumos instantáneos. Las rutas de lectura se suprimen y la gestión de datos se hace más eficiente y segura. Por otra parte, permiten conocer con todo detalle los momentos y las intensidades del consumo efectuado. Pero en ese caso, son los consumos de cada abonado. De ahí se pueden deducir sus pautas de conducta y eso plantea cuestiones que deben ser estudiadas y reguladas cuidadosamente.