¿Qué pensaríamos si alguien nos ofrece un metro cúbico de agua por 100 euros? Qué diríamos si ese alguien nos dijera que, bueno, en realidad ese precio no incluye el transporte ni el almacenaje del agua comprada. Y que claro, esa agua hay que acarrearla con envases de plástico, y que si además usted desea ser alguien respetuoso con el medio ambiente, después deberá hacer un esfuerzo adicional para ayudar a reciclar los envases implicados en la operación… cuyo coste, haga lo que haga, le van a cargar a escote en el recibo de la basura.
Si usted compra el agua en envases de 5 litros, un metro cúbico, es decir 1.000 litros los deberá acarrear en 200 envases. En ese caso, el precio de compra oscilará entre 100 y 300 euros o la parte proporcional de ese metro cúbico. Pero si usted lo desea en envases más manejables, el precio se dispara y el número de envases a reciclar, también. El coste energético de todas esas operaciones se multiplica, tanto por la forma de trasporte del agua como por la energía implicada en la producción y posterior reciclado de envases. El coste completo requerido para soportar ese ciclo de actividad es de difícil evaluación en dinero y esfuerzo.
Claro que el agua envasada, tiene sus controles sanitarios y cada una tiene su calidad fisicoquímica y su sabor característico. Según la Federación Europea de Aguas Envasadas (EFBW), España se sitúa como cuarto país de la UE en términos de producción de agua mineral, por detrás de Alemania, Italia y Francia, y tercero en consumo, tras Italia y Alemania.
Durante 2015, según la Estadística de Producción elaborada por ANEABE a partir de los datos suministrados por sus marcas asociadas, la producción de aguas envasadas en España alcanzó los 5.392 millones de litros y un consumo pe cápita de 115 litros anuales. Ello representa, aproximadamente, el consumo de un vaso de agua mineral al día frente a los 150 litros/día de consumo medio de agua corriente en España.[1] Claro que el agua del grifo se usa para muchas más cosas: cocinar, higiene y todos los usos domésticos, además de los servicios urbanos comunes como jardinería, escuelas y hospitales.
El servicio público de abastecimiento de agua gestiona 4.700 millones de metros cúbicos de agua[2], casi 1.000 veces más. El coste medio de esa agua, incluidos los costes ambientales está en torno a los 2 euros por metro cúbico: es decir, en el peor de los casos es, por lo menos, 50 veces más económica. El precio incluye el transporte y el almacenaje, disponibilidad 24 horas sobre 24 y 365 días al año.
Y desde luego, la garantía sanitaria del máximo rigor. Los controles sanitarios son exhaustivos e incluyen un número considerable de parámetros, muchos más de los que figuran en las etiquetas del agua envasada. Ello significa que, sea cual sea su origen, la calidad sanitaria final debe estar y está asegurada. Es un marchamo de garantía adquirido a lo largo de más de 100 años de conocimiento público compartido, empezando por la Organización Mundial de la Salud, y con pautas y normas específicas muy exigentes en el ámbito de la Unión Europea.
¿Entonces? El agua envasada abarca diversos subsectores, como son las aguas minerales naturales o las de manantial; algunas aguas tienen usos terapéuticos. Otros subsectores, son simplemente aguas tratadas y embotelladas. Sin duda el sector del agua envasada ha invertido muchos recursos en promoción comercial y publicidad. Y la restauración tiene ahí un negocio marginal no desdeñable. En esos puntos, los gestores de abastecimientos públicos no han en explicado suficientemente las ventajas de la modestísima agua del grifo, tan sólo se han limitado a ponerla a disposición del público.
Quiero reconocer el valor del reciente blog de Luís Martín Martínez en el que analiza las inconsistencias de otro artículo publicado sobre la cuestión. No es obligatorio que un periodista entienda de todo, pero si es exigible que sólo hable de aquello que entienda y aún después de un análisis riguroso.
De forma genérica, el agua embotellada tiene su lugar donde no hay servicio público. Donde no hay trenes cabe el transporte por carretera y donde no hay carretera se impone el avión. Tenemos una excelente industria del sector y las estadísticas sugieren que en el balance se importa más agua de la que se exporta. Esos recursos, aplicados a la mejora de las redes públicas las recalificarían de forma definitiva.
Sobre el agua del grifo y en relación a la garantía sanitaria se han organizado negocios como son los filtros y otros tratamientos domésticos, cuyo funcionamiento difícilmente alcanzará los estándares de garantía del agua pública. El riesgo de contaminación del agua potable con tratamientos no profesionales es significativo pero muchas personas tienden a confiar en el bálsamo de Fierabrás. Eso va con la naturaleza humana y los publicistas lo saben muy bien.
Hay mucho enterado sobre cuestiones de salud y alimentación que dice sin fundamento aquello que muchas personas desean escuchar. Y además lo vende. En tiempo de descrédito de lo público vende más un titular escandaloso o equívoco que la verdad desnuda.
El desprestigio del agua del grifo es algo más que injusticia: el estímulo a esa ignorancia es fuente de ineficiencia económica pues encarece artificialmente la cesta de la compra además de suponer otros riesgos, como ya se ha indicado. Afortunadamente se van extendiendo iniciativas públicas para prestigiar e incentivar el consumo de la humilde y excelente agua del grifo de que disponen nuestros pueblos y ciudades.
[2] Situación de los recursos hídricos en España: efectos ambientales de los problemas de escasez. MAGRAMA.