La RAE dice que un emisario es el mensajero que se envía para indagar lo que se desea saber, para comunicar a alguien algo o para concertarse en secreto con tercera o terceras personas. En algún momento del siglo XX adoptó una segunda acepción: canalización que sirve para evacuar las aguas residuales de una población hacia una depuradora o hacia el mar.
El recordado Ramon Margalef [1] observó el comportamiento del mar entre Mallorca, el golfo de León y el litoral peninsular. El estudio de esas zonas, oligotróficas, es decir, con un coeficiente Producción/Biomasa muy bajo, fue la base de muchas de sus ideas.
Cuando en los años 80 se redactó el plan de saneamiento de Cataluña, Margalef discutió a fondo su enfoque en relación a las depuradoras del litoral. Puesto que el mediterráneo es un mar oligotrófico, él defendía que había que construir emisarios que trasladaran las aguas residuales, es decir, sus nutrientes, lejos del litoral hasta el límite de la plataforma continental, donde se diluirían y podrían ser reciclados de forma natural. Así se alcanzaría un doble objetivo: respetar la calidad de las aguas costeras y aumentar la productividad del mar.[2] Era un planteamiento que hoy podría denominarse de ecología circular, en el que los desechos de unos eran aprovechados en las siguientes etapas del ciclo. Por aquel entonces nadie se planteaba que fuera a faltar el agua para los distintos usos.
La idea de Margalef chocó con las aspiraciones de muchos municipios turísticos, que deseaban poder mostrar sus depuradoras de aguas residuales como un elemento más de calidad de su catálogo de servicios que, por otra parte, formaba parte de su oferta y condicionaba su elección por determinados tour operadores que así lo publicitaban a sus clientes.
Más allá del debate científico ganó, cómo no, la batalla de la imagen. Margalef no obtuvo el soporte de la administración ni tampoco del entonces incipiente movimiento ecologista. Se construyeron depuradoras, reduplicadas en muchos casos con emisarios. Y queda la duda de cómo sería nuestro mar con esos aportes, cuál sería su riqueza biológica general y, ¿por qué no?, cuál su potencial pesquero, hoy tan en declive.
Hoy las cosas son distintas. La escasez de agua ha producido otra mirada sobre las aguas residuales. El plan de saneamiento es una realidad madura y las estaciones depuradoras catalanas producen casi 700 Hm³ de aguas depuradas, con la calidad requerida para devolverlas al medio, ya sea el río o, la mayoría de ellas, al litoral.[3]
Actualmente, en Cataluña, se regeneran 70 hm³ de esa agua depurada que, sometida a tratamientos avanzados, se puede reutilizar. Es agua que ya no se va a extraer del medio, sino que se recircula. Anualmente, se va consolidando el uso de agua regenerada que posteriormente se destina a la agricultura, la industria, usos lúdicos y municipales como riego de calles o jardinería.
La escasez de agua, su desigual reparto y la necesidad de incrementar la garantía de disponibilidad han propuesto un giro copernicano a la visión de Margalef: la idea de circularidad ecológica para incrementar la productividad del mar se sustituye ahora por la circularidad económica para asegurar la disponibilidad de agua. Las condiciones que impone esa nueva visión son: el aporte tecnológico necesario, un mayor consumo energético, y el control administrativo del nuevo ciclo del agua. La iniciativa y expectativa va paralela a la de aprovechar la energía solar de forma renovable y barata.
La idea de invertir el signo del agua, que ya no irá al mar, sino tierra adentro, induce la revisión del concepto de inmisión. Sobre ella, la RAE propone dos acepciones:
- Agresión ambiental o concentración de la contaminación en un lugar y en un momento concretos.
- Infusión o inspiración.
El diccionario no incluye la palabra inmisario. Ahora bien, el lenguaje tecnológico ya lo ha adoptado desde hace unos años, referido a la canalización que va de la toma de agua de mar hasta el pozo de bombeo de las plantas desaladoras, [4] es decir, en sentido inverso al de los emisarios.
La idea de invertir el flujo de aguas depuradas para su regeneración y reutilización va a incrementar la necesidad de esas tuberías de flujo invertido que posibilitaran el reaprovechamiento de mucha agua. Probablemente, la menor intensidad energética de su obtención priorice su uso sobre la desalación allí donde sea necesario y posible.
Ya se observan iniciativas en ese sentido. Polígonos industriales y comunidades de regantes ya las consideran, en el Alt Empordà la depuradora de Figueres está en obras para poder reaprovechar sus aguas tratadas, y en el ámbito metropolitano de Barcelona se van a incrementar considerablemente las actuaciones que permitan esos nuevos usos para el agua.
La transición hídrica consiste en dejar de mirar al cielo. Está bien rogar a Dios, pero sobre todo hay que dar con el mazo.
[1] Ramón Margalef, (Barcelona, 1919-2004). Limnólogo, oceanógrafo y ecólogo. Fue el primer catedrático de Ecología en España y refundador de esta disciplina.
[3] La reutilització de l’aigua a Catalunya. ACA, 2023.
[4] https://www.iagua.es/blogs/mario-miguel-bello/sistemas-captacion-desalad.... Mario de Miguel Bello, Iagua, 7/06/2016