—Caca, culo, pedo, pis.
—Cariño, eso no se dice.
—Caca, culo, pedo, pis. Caca, culo, pedo, pis.
—No está bien decir guarrerías— El tono va subiendo.
—Cacaaaa, culooo, pedooo, pisss.
—Si sigues así nos vamos a casa. ¡Ya vale!
La anterior es una conversación que escucho habitualmente por la calle. De hecho no suelen ser tan cortas, predominan los bucles que se van repitiendo a lo largo de minutos y minutos durante los cuales el adulto, ya sea padre, madre, abuelo, tía o canguro, van encendiéndose poco a poco hasta llegar en ocasiones a parecer a furia de Inside out.
Los niños sienten curiosidad por todo lo que tiene que ver con lo que los adultos llamamos de otras mil maneras, hacer necesidades, por ejemplo. No soy ni pedagogo, ni psicólogo infantil, ni nada por el estilo pero pienso que cuando alguien les dice que de eso no se habla les está lanzando el mensaje de que no sean curiosos, y qué sería de nosotros si el que descubrió el fuego o la rueda no lo hubieran sido…
De lo que sé algo más es del Derecho al Saneamiento y, como he contado unas cuantas veces en este blog, no se llega a la solución de un problema que tiene graves consecuencias para un tercio de la humanidad, entre otras cosas, porque es un tema tabú del que ni ciudadanía, ni medios de comunicación, ni gobernantes suelen querer hablar. Pienso que mostrando nuestro descontento cuando nuestros hijos dicen “caca, culo, pedo, pis” contribuimos a perpetuar ese silencio sobre la defecación al aire libre o la higiene y, por tanto, dificultando que las generaciones futuras acaben con la falta de acceso a algo tan básico y vital para cualquier persona (por eso es un derecho humano).
No soy una excepción. Supongo que mis padres me lo dijeron tantas veces que, si no lo pienso, me sale automáticamente la frase “eso no se dice” cuando mi hija pronuncia las famosas cuatro palabras, que, por cierto, últimamente se han convertido en seis con la incorporación de moco y babas. Pero, aunque lo llevemos casi en el ADN, no todo está perdido. Hay unas cuantas herramientas, sobre todo libros, pero también música, que pueden ayudar a que todos aprendamos que se puede hablar de caca, pedo, culo, pis y demás con naturalidad (y otros beneficios adicionales como aprender a usar el orinal, etc.).
Empecemos por la música. Lamentablemente no hay mucha sobre el tema, pero algo hay. Caca de Yo soy ratón, banda sonora de muchos de nuestros viajes en coche, es un buen ejemplo de lo que os estoy contando en este post.
Libros hay bastantes más. A continuación os dejo un listado elaborado por Vivi, mi compañera de viaje en esto de formar una familia, y que ha titulado “Los 15 mejores cuentos sobre cacas y váteres”.
- El gran concurso de la caca
- La vocecita
- Puedo mirar tu pañal
- El topo que quería saber quién le había hecho eso en la cabeza
- Todos hacemos caca
- ¡No tires de la cadena!
- ¡Todo el mundo hace caca!
- Caca: una historia natural de lo innombrable
- La caca mágica
- Perrito tiene mucha prisa
- Caca de dinosaurio
- El libro de los culitos
- ¡Todo el mundo va!
- Voy solo al baño
- Ya he acabado
Espero que los podáis disfrutar en familia. Y, por supuesto, si alguien conoce más recursos de este tipo, le animo a incluirlos como comentario en este post.