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La dentadura que se fue por el retrete y el valiente que navegó en un biológico

Sobre el blog

José Antonio Rodríguez de la Cruz
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos; especialidad Hidráulica y Energética. Máster en Políticas Públicas; energía, medio ambiente y gestión de recursos hídricos. Vocal del Comité de Asuntos Rurales del Instituto de la Ingeniería de España.
  • dentadura que se fue retrete y valiente que navegó biológico

De mis más de tres años trabajando en la gestión y explotación diaria de depuradoras, tengo alguna que otra historia que contar. Unas son mías, otras no y de otras me he ido enterando más tarde, desde que ya no estoy directamente implicado en el mundo EDAR, aunque, por supuesto, sigo ligado al agua.

He de decir que, las personas que trabajan o hemos trabajado en algún momento en depuración, tenemos desarrollada la capacidad de tomarnos ciertas partes del trabajo con humor, o al menos, esa es mi percepción. Esto no es porque no sea un empleo digno y altamente tecnificado, sino porque la materia prima es la que es y eso da lugar a los chistes de más de un graciosillo.

De esa chispa especial que es necesaria para hacer este trabajo más amable, quedan grandes historias. Algunas originales, otras sin duda aderezadas con el paso del tiempo -corregidas y aumentadas-. Otras puede incluso que nunca hayan ocurrido. El caso es que, historias hay muchas y estas son sólo algunas de ellas.

La del hombre que perdió su dentadura

Esta historia con la que comienzo, corresponde a un hombre humilde, un pobre anciano que perdió su dentadura al caérsele por el retrete mientras la limpiaba. La modesta economía de este señor, no alcanzaba para pagar una dentadura nueva, por lo que pensó que sería mejor intentar recuperarla. El hombre se informó -como buenamente pudo- de la depuradora que daba servicio a su casa y ni corto ni perezoso, se plantó allí y llamó al timbre.

Por suerte o por desgracia, a la llamada acudió el jefe del laboratorio de la EDAR en cuestión, que era -con diferencia- la persona más chistosa de toda la plantilla. Cuando aquel anciano le contó lo sucedido, el jefe no pudo hacer otra cosa que morderse la lengua por respeto, para no reírse en su cara, especialmente cuando el anciano dio fin a su relato con la siguiente frase: “Como yo sé que mi dentadura ha tenido que venir a parar aquí, querría preguntarle si la ha visto y si me la podría devolver”.

Tras decirle el jefe con la mayor elegancia posible que no había visto nada, pero que, si encontraba algo, se lo comunicaría, volvió a su puesto de trabajo y le contó lo sucedido a sus compañeros. El jolgorio estaba asegurado. Al día siguiente, otro compañero llamó corriendo al jefe del laboratorio y le dijo: “¡No te lo vas a creer! Pero esta mañana, al iniciar el turno, he encontrado la dentadura del señor”. La sorpresa del jefe del laboratorio fue tal, que al operario le dio tiempo a colocarse discretamente unos colmillos de gominola, volver a darse la vuelta y decir: “¡¡Aquí está!!” Acabaron los dos tirados por los suelos y el resto de compañeros, al contarles esto, también.

La de la única persona en el mundo que navegó en una EDAR

Alguien me contó una vez que, cuando empezó a trabajar en depuración, necesitaba tomar unas muestras muy concretas. Era necesario que dichas muestras se tomasen en el centro del biológico. El tema es que, el tanque de este biológico en particular era inmenso. Ya sea porque no se tenían otros medios o porque los responsables de la siguiente “hazaña” eran muy jóvenes y les gustaba el riesgo, no se les ocurrió otra cosa que tomar las muestras, desde una pequeña embarcación.

El peligro consiste no sólo en que bañarse en agua residual no es muy agradable ni salubre, sino en que, al estar aireado el tanque del biológico, no se puede nadar. Si te caes, te vas al fondo, aunque prefiero no tener nunca que comprobarlo.

A día de hoy, no tengo claro de dónde sacaron la barca, cómo lograron meterla en el tanque, si remaron o la engancharon a unas cuerdas, si detuvieron o no el sistema de aireación y ni tan siquiera, si consiguieron las muestras que querían. Pero hay que reconocer que, ser la única persona conocida que ha navegado en aguas en depuración, es un gran hito digno de mencionar.

La del botín que acabó en la depuradora

Todos lo hemos visto alguna vez en alguna película. La policía hace una redada en busca de droga y los delincuentes la tiran por el retrete antes de que la descubran. Pero, ¿también pasa con dinero? Pues por lo visto sí. En más de una ocasión ha debido suceder algo parecido a la mencionada redada y ha llegado dinero a la depuradora.

Recordando esta historia, un grupo de trabajadores empezaron a apostar un día en el desayuno, por cuánto dinero se tiraban al agua, es decir, cómo de grande tenía que ser el billete localizado para lanzarse a recogerlo: 500 euros, 200 euros, etc. La cifra fue bajando hasta llegar al billete de 50 €.

A esta conversación se incorporó otro compañero -quizá era el jefe, quizá no- y dijo que él no se iba a meter en el agua a recoger ningún billete. Pero que lo que sí había hecho más de una vez -y seguía haciendo- era recoger los billetes que se encontraba en cualquier lugar accesible de la depuradora, con mucho cuidado. Después los lavaba como podía, los secaba e iba al primer bar/tienda a comprar algo inmediatamente y quitarse así de en medio, lo antes posible, el billete en cuestión.

Dicen que lo más sucio que hay son las monedas porque pasan de mano en mano, se caen y a saber dónde han estado. Pues piensa que los billetes que tienes ahora mismo en tu cartera, a lo mejor han salido de una depuradora.

La del marinero de luces

El pozo de gruesos es un verdadero tesoro. Aunque allí llegue toda la guarrería y desechos de la ciudad -y muchas cosas que no deberían-, también aparecen cosas por despiste y algunas de ellas sin explicación.

En alguna que otra instalación, hay una especie de “muro de la fama”, con objetos curiosos que se han ido encontrando los trabajadores. Yo he visto varios de esos objetos, pero sin duda, el que recuerdo con más nitidez, es el álbum que le escribió José Luis Perales en 1985 a Isabel Pantoja, tras la muerte de Paquirri. Aquel vinilo impoluto de “Marinero de Luces” ¿seguirá expuesto junto a la reja de entrada de aquella depuradora?

Termino el artículo como lo empecé, recordando por tanto que algunas historias son mías, otras no y otras quizá nunca ocurrieron. Puede que te cause cierta “sospecha” que estos párrafos se hayan publicado en las cercanías del 28 de diciembre (día de los Santos Inocentes). ¿Será o no una pista de si las historias contadas son reales? La realidad a veces supera a la ficción…