Fue un negociación muy exitosa para el país, de gran trascendencia para sus instituciones, las ciudades de la frontera y los agricultores de los Estados del norte de México, siempre trabajadores y acostumbrados a aprovechar cada gota de agua.
Una negociación también muy exitosa para los funcionarios de los Estados Unidos de América, quienes se distinguieron por la seriedad, profesionalidad y conocimiento de sus especialistas y diplomáticos. Bajo el liderazgo y visión de Cristóbal Jaime Jáquez en la Comisión Nacional del Agua, siempre hablando con la verdad, con los mejores datos disponibles y con análisis de escenarios realistas y técnicamente bien sustentados.
Durante varias semanas había sido el tema más delicado en la agenda bilateral de México y los Estados Unidos de América y todos estábamos convencidos de la importancia del Tratado de Aguas Internacionales de 1944, en el que se establece con claridad cómo se distribuye en ambas naciones el agua de los cauces que llegan al Río Bravo y que corren por el propio río.
Sabíamos que el Tratado tiene un nivel jurídico superior a cualquier Ley, pero inferior a la propia Constitución Política, estábamos conscientes de la importancia del agua en una región netamente árida, analizábamos y mostrábamos constantemente información sobre las presas de almacenamiento de agua, las afectaciones a las cosechas y la necesidad de garantizar el suministro de agua en las ciudades. Así se hacía con el Señor Presidente, con los usuarios agrícolas, con los Gobernadores, con los Presidentes Municipales y con Diputados y Senadores, quienes constantemente nos citaban para conocer la situación existente y las expectativas a futuro.
Una característica distinguía al equipo que tuvo a su cargo el tema: hablar siempre con la verdad.
La medición del flujo de agua en los cauces, de los almacenamientos en las presas y el análisis de los pronósticos de lluvia se habían convertido en una obsesión y continuamente se actualizaban los posibles escenarios de distribución del agua, pensando en la situación existente y en lo que podría ocurrir en años subsecuentes.
En aquel entonces, el extraordinario equipo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de la Comisión Internacional de Límites y Aguas de ambos países, con nuestro querido Arturo Herrera como Comisionado en la Sección Mexicana y los especialistas asignados de la CONAGUA, trabajaban muy duro y la instrucción de los Mandatarios de ambas naciones fue clara: los equipos técnicos y diplomáticos se tienen que poner de acuerdo para solucionar un tema que está afectando la relación bilateral.
En CONAGUA, Cristóbal Jaime Jáquez me asignó coordinar las negociaciones técnicas con el apoyo de grandes ingenieros, como César Octavio Ramos Valdés.
Dos arduas negociaciones en febrero y marzo del año 2005 permitieron resolver el tema; en ellas prevaleció siempre el respeto, si bien no estuvieron exentas de voces fuertes por ambas partes y suspensiones por algunos minutos porque los ánimos habían subido mucho de tono; negociaciones realizadas en los Estados Unidos de América en las que una persona estaba siempre en un salón adjunto orando para que llegáramos a buen término.
Todos ganamos, porque todos queríamos resolver el tema de la mejor forma posible y ese fue el espíritu que prevaleció siempre; los funcionarios de los Estados Unidos de América aceptaron recibir agua de cauces que se ubican en México, y que de otra forma hubieran vertido al mar sin ningún uso, y aceptaron también reconocer las pérdidas asociadas a la conducción.
Cuando les propuse esta opción, previamente acordada en el equipo mexicano, me dijeron algo que recuerdo frecuentemente: “No importa, el agua dámela de dónde quieras, es agua”, y solamente solicitaban que les avisáramos con tiempo para poder mover sus compuertas y aprovechar el agua de mejor manera.
Los agricultores del país se beneficiaron con un extraordinario programa de modernización del riego, que les ha permitido usar menos agua al mismo tiempo que producen más y pueden sembrar cultivos más rentables.
La Secretaría de Relaciones Exteriores consolidó su gran capacidad diplomática, en tanto que la Comisión Internacional de Límites y Aguas y la CONAGUA mostraron su capacidad técnica, basada en la experiencia, capacidad y conocimiento de sus funcionarios, forjada a través de muchos años de arduo trabajo.
Los funcionarios de las diferentes Instituciones nos unimos para integrar un equipo técnico y diplomático muy sólido, que buscó siempre el bien del país y que siempre habló con la verdad.