Mendoza está situada al oeste de Argentina. Posee características desérticas, precipitaciones cercanas a 200 mm anuales y una superficie de 148.000 km2, de los cuales el 2,5% está cultivado. Desde el año 1894, la administración del agua está a cargo del Departamento General de Irrigación (DGI), organismo autárquico y autónomo.
En la próxima década nuestra población superará los 2 millones de habitantes, habrá más demanda de agua y, debido a la variabilidad climática, tendremos menos nieve y más lluvias en el llano. Todo esto nos ha llevado a repensar la manera de gestionar los recursos hídricos.
Ya en 2012 elaboramos un Plan Estratégico con el fin de satisfacer la demanda futura. Para este Plan tomamos como punto de partida el Plan Vitivinícola 2020 y el Plan Agroalimentario Nacional 2020. Además, convocamos al sector científico y constituimos el Consejo Consultivo Científico y Técnico para que diseñara un diagnóstico prospectivo de acuerdo a los escenarios hídricos esperables. Este trabajo, sumado al consenso de diversos sectores de la sociedad mediante los Consejos de Cuenca, ha sido necesario para construir el Plan Agua 2020, herramienta estratégica para hacer frente a la situación actual, futura y al crecimiento productivo de Mendoza.
"Para este Plan tomamos como punto de partida el Plan Vitivinícola 2020 y el Plan Agroalimentario Nacional 2020"
El plan tiene cuatro ejes. El primero es Balance Hídrico (BH), instrumento que permite definir la oferta y la demanda hídricas actuales y futuras con escenarios de disponibilidad y requerimientos certeros. En esta línea hemos identificado que el núcleo de base científica para la elaboración del BH debe ser la aplicación del modelo WEAP (Water Evaluation and Planning). Este conocimiento es imprescindible para priorizar las obras a ejecutar y conocer los impactos en la generación de empleo futuro.
El segundo eje está centrado en los Métodos de Conducción del agua. Para adecuarnos al cambio climático comenzamos un plan de flexibilización del sistema de riego, adecuándolo a la demanda. Además, realizamos la medición de caudales en tiempo real, sumamos pluviómetros y sensores de humedad. Por último, en un sistema integrado por 12.500 km de canales, descentralizamos la construcción de obras menores en las Comunidades de Usuarios, lo que nos permitió reducir los costos de obras hasta en un 40%.
El tercer aspecto afecta a la calidad del agua. En este ámbito decidimos cambiar el paradigma: hicimos más eficientes los controles al sector agroindustrial y petrolero y capacitamos al sector privado para disminuir la contaminación hídrica, contribuyendo a las mejoras de tratamiento de efluentes.
El cuarto eje lo protagoniza el aspecto legal e institucional. Comprendimos que para incorporar la eficiencia en la gestión era necesario trabajar en la profesionalización de nuestro recurso humano. Con respecto al trabajo con la comunidad, detectamos la necesidad de incorporar nuevas herramientas y trabajar en los derechos y deberes de los ciudadanos. Creamos el Programa Ciudadanía del Agua, llegando a 1.880 escuelas y a más de 4.500 docentes.
El equipo que integra la DGI tiene la mirada está puesta en el aprendizaje de nuestros más de 120 años de historia, en el trabajo de la gestión diaria y la proyección hacia el futuro. De la conjugación de gestión, conocimiento y planificación saldrán las herramientas para enfrentar escenarios inciertos, pero por encima de todo, la capacidad de imaginar un crecimiento armónico de nuestra región, con el desarrollo de mercados para nuestra producción y la generación de mayor valor agregado por cada gota de agua.