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Deltas y estuarios, algo más que paisajes

Sobre el blog

Jose Luis Soler Martinez
Empresario. Director General de Imabe do Brasil Ltda. , Fundador de Grupo Oceánica Maroc, Turalter, Srl. , Technoymar Soluciones, S.L. y Ecowater Technologies, S.L. Ecowater Innova/Zequanox en Europa y América Latina
  • Deltas y estuarios, algo más que paisajes

La degradación de los recursos naturales es un problema ambiental importante al que se enfrentan actualmente las sociedades de todo el mundo.

La escasa o limitada información sobre cómo los mecanismos específicos regulan la estructura y la función de los ecosistemas, ha restringido el desarrollo y puesta en marcha de planes de gestión que rigen el uso, la conservación y la restauración de los recursos naturales. Durante el último decenio, la restauración ecológica ha sido sólidamente defendida como una medida para minimizar el daño ecológico y para compensar los efectos del desarrollo urbano generalizado.

450 millones de personas viven en el delta de los mayores ríos del mundo. Otros 250 millones se encuentran en un radio de 25 kilómetros

El impacto económico y ecológico, producidos por los recientes fenómenos meteorológicos ocurridos en el Sur de Europa y otras partes del mundo, ha hecho visible un fenómeno que, lamentablemente se reproducirá de forma periódica, lo que desde hace más de 4 décadas científicos y centros de investigación, vienen anunciando: el aumento del nivel de agua en mares y océanos y el impacto en las líneas de costa.

Ya no es una predicción. Es un hecho. La estimación es que al final de este siglo se perderán la mayoría de los estuarios, manglares y deltas en el mundo y la línea de costa se verá profundamente alterada. El impacto que significará esto, no está siendo suficientemente divulgada por los medios de comunicación ni por las autoridades competentes. De igual modo, no se están tomando suficientes medidas que puedan minimizar o preservar este cambio del paisaje costero cuyas consecuencias afectará inevitablemente a más de la mitad de la población mundial que se asienta a lo largo de un río.

El riesgo es más que evidente para los que habitan en la desembocadura: unos 450 millones de personas viven en el delta de los mayores ríos del mundo. Otros 250 millones se encuentran en un radio de 25 kilómetros. Las razones son evidentes, tradicionalmente han sido zonas ricas en pesca y muy fértiles para la agricultura.

Muchas medidas tendrán que adoptarse y no sólo las de informar a los ciudadanos sobre estos riesgos. Las autoridades tienen que velar porque las leyes se cumplan y especialmente las que se refieren a uso, ocupación y protección efectiva de zonas costeras. Algo tan obvio, parece cuestionable.

En el caso de España, observamos que la aplicación efectiva de la Ley de 1988, especialmente en su aspecto de protección del litoral, no llegó a producirse en la mayor parte del territorio, como señaló la Unión Europea en el Informe Auken.

La modificación de 2013 fue más lejos y suavizó los niveles de protección de la ribera marítima en favor de la ocupación y las actividades económicas, rebajando la servidumbre de protección de 100 a 20 metros. También permitió la regularización de 12.800 viviendas situadas en dominio público, que la anterior norma consideraba ilegales y debían ser derribadas. Además, 140 000 viviendas se pudieron acoger a la amnistía de obras.

Por otra parte, millones de personas acuden cada año de forma masiva, durante un corto periodo de tiempo, a las costas de los países cuyo turismo está basado fundamentalmente en el denominado modelos de sol y playa. Conscientes del peso que estos recursos tienen en la economía de muchos países, se disimula el impacto medioambiental negativo que provoca esta actividad en la actualidad y que pasará factura más pronto que tarde.

¿Qué debemos hacer?

Aunque los desastres provocados por fenómenos atmosféricos no podrán evitarse, si podemos llevar a cabo actuaciones dirigidas a minimizar el impacto ambiental que producirán. Cumplir las leyes y promover medidas que protejan los intereses de los ciudadanos y al mismo tiempo, el medio ambiente, es una tarea pendiente. La cooperación ciudadana solo se producirá cuando se observe coherencia entre lo que se pretende hacer y lo que realmente se hace.

No conocemos las estrategias de medio y largo plazo que han adoptado los gobiernos para trazar la ruta hacia un nuevo modelo de economía y desarrollo de las regiones litorales y consensuadas con los principios que exigen los programas de sostenibilidad del medio ambiente al menos para los próximos 50 años. Medidas relacionadas con la emisión de gases y el uso de energías renovables afloran como consecuencia de la presión que ejercen colectivos y organismos internacionales. Aun así, son permanentemente discutidas y en algunos casos, llevadas a la práctica con más resignación que determinación. Sin embargo, poco o nada sabemos sobre políticas activas destinadas a preservar las zonas litorales y las líneas de costa a medio plazo.

Ajenos, por desinformación, generalmente, a los diagnósticos que indican que, aún en el supuesto de un paisaje estático, aproximadamente la mitad de los humedales costeros del mundo se sumergirán y muchas playas desaparecerán durante este siglo en respuesta a la aceleración del aumento del nivel del mar.

No se trata de predicciones catastrofistas. Para llegar a estas conclusiones fueron analizados 48 deltas de todo el mundo para evaluar los cambios en la vulnerabilidad regional utilizando simulaciones con modelos numéricos para cuantificar las condiciones bajo las cuales las retroalimentaciones ecogeomórficas permiten que los humedales costeros se adapten a los cambios previstos en el nivel del mar.

Aproximadamente, la mitad de los humedales costeros del mundo se sumergirán y muchas playas desaparecerán durante este siglo en respuesta a la aceleración del aumento del nivel del mar.  

La acumulación de materia orgánica y deposición de sedimentos, permiten que las marismas, deltas y estuarios, sobrevivan a proyecciones del aumento del nivel del mar. Los sedimentos de un delta, por ejemplo, se compactan naturalmente con el tiempo, lo que requiere nuevos flujos de sedimentos de la red de ríos aguas arriba y la deposición en la superficie del delta para mantener la elevación de la tierra.

Las represas y embalses aguas arriba atrapan sedimentos, y las prácticas de conservación del suelo reducen la movilización de sedimentos. La canalización de los ríos inhibe los procesos de depósito, la construcción urbana y la extracción de aguas subterráneas aceleran la compactación de sedimentos. El hundimiento de la tierra se ve agravado por el aumento del nivel del mar y la intensidad cambiante y la distribución de eventos extremos relacionados con el cambio climático.

¿Qué se puede hacer?

En el Mediterráneo los deltas de los ríos Ebro, Po y Ródano han iniciado un lento y progresivo proceso de degradación que pone en peligro su sostenibilidad a medio plazo. El delta del Ebro recibe 160.000 metros cúbicos de sedimentos por año. Originalmente recibía 30 millones de metros cúbicos. Serían necesarios entre 1 y 2 millones de metros cúbicos al año para mantener su estado actual y al mismo tiempo, limpiaríamos de sedimentos los embalses.

Existen soluciones a corto plazo. Permitir la inundación periódica de la llanura deltaica con los aportes de materia orgánica o utilizar tuberías de transporte para trasladar los sedimentos que ahora quedan retenidos en los embalses, como ocurre con éxito en USA.

Un futuro incierto

Los cambios futuros que ocurrirán en intensidad, persistencia y distribución, como consecuencia de eventos naturales peligrosos, son un factor importante para establecer tendencias de riesgo futuros. La evidencia nos sugiere que el cambio climático está afectando la intensidad de los ciclones tropicales y las inundaciones de los ríos. El aumento del nivel del mar global se está acelerando, y este aumento será sustancialmente diferente de la media global en muchas zonas costeras. debido a patrones de absorción de calor oceánico y ajuste isostático glacial

Pero no todos estos eventos están provocados exclusivamente, por el aumento del nivel del mar. Las actividades humanas a escala local y regional perturban la dinámica del agua y los sedimentos necesarios para mantener la integridad de un delta, una marisma o un estuario.

La magnitud de los impactos humanos en los ecosistemas y paisajes ha obligado a las ciencias ecológicas a incluir a los humanos como una restricción fundamental en los procesos ecológicos

El crecimiento demográfico, la urbanización y el desarrollo económico demanda mayores niveles disponibilidad energética. Este hecho está generando un mayor interés en la expansión de la infraestructura hidroeléctrica, que ya está proliferando en muchos sistemas fluviales. La expansión de la infraestructura hidroeléctrica reducirá el transporte de sedimentos y la capacidad de descarga de los sistemas fluviales que son esenciales para alimentar los deltas.

La magnitud de los impactos humanos en los ecosistemas y paisajes ha obligado a las ciencias ecológicas a incluir a los humanos como una restricción fundamental en los procesos ecológicos y reconoce el uso de la tierra como un factor decisivo para el cambio de hábitat.

Riesgos, soluciones y consecuencias

A día de hoy, la mayoría de las manifestaciones de riesgo son las consecuencias inmediatas de eventos extremos, tales como temporales, inundaciones fluviales y costeras, que actúan en escalas de tiempo cortas. Las políticas destinadas a reducir los niveles aparentes de estos riesgos, en los países de sociedades avanzadas, a menudo, emplean costosas soluciones de ingeniería que pueden ser inherentemente insostenibles.

Por ejemplo, después de una catastrófica inundación del delta del Rin en 1953, las Obras Holandesas del Delta se construyeron para reducir el riesgo de inundaciones futuras, utilizando una red de barreras, presas, diques y otras estructuras de ingeniería. Sin embargo, un largo proceso de hundimiento de la tierra ha dejado partes de este delta a 6 m por debajo del nivel del mar. Se prevé que los costes de modernización y mejora en los Países Bajos alcancen entre 1.000 y 2.000 millones de euros anuales durante el presente siglo. La sostenibilidad a largo plazo de esta y otras infraestructuras similares para reducir el riesgo en los Países Bajos como en otros lugares del mundo, parece poco viable cara al futuro, debido a su gran dependencia de subsidios financieros y energéticos externos.

Aunque los horizontes de tiempo son largos, actuar ahora es esencial, dado que la rehabilitación y recuperación de nuestros deltas y estuarios será difícil (si no imposible), una vez que se pierda el terreno debido al aumento del nivel de los mares.