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Y después… ¿quién saciará nuestra sed?

Sobre el blog

Jose Luis Soler Martinez
Empresario. Director General de Imabe do Brasil Ltda. , Fundador de Grupo Oceánica Maroc, Turalter, Srl. , Technoymar Soluciones, S.L. y Ecowater Technologies, S.L. Ecowater Innova/Zequanox en Europa y América Latina
  • Y después… ¿quién saciará nuestra sed?

Como una fuerza magnética de proporción descomunal, la pandemia del COVID-19 atrae la atención mundial hasta el foco monotemático y a veces caótico, de esta calamidad pública y emergencia sanitaria que afecta la humanidad, triturando cualquier otro debate.

Y siendo muy preocupante este problema, un día no lejano, tal vez 15 meses, o quizás menos, se descubrirá un antídoto, un remedio o una vacuna, que meterá en la mochila de nuestro conflicto permanente por la supervivencia, junto a otros ya caducados, domesticados o incorporados al entorno vital, al SRAS-CoV-2 (nombre oficial, aunque la OMS ha empezado a referirse al virus como «el virus responsable de la COVID-19» o «el virus de la COVID-19» en sus comunicaciones dirigidas al público en general).

Aunque es difícil desviar la atención de la dramática situación en la que vivimos, sería conveniente darnos la oportunidad de repensar que, para resolver los problemas asociados con el agua que sostiene la vida, no habrá vacuna que los resuelva.

El agua es el principal recurso afectado por el cambio climático, con repercusiones en el suministro de agua potable, saneamiento y agua utilizada para la producción de alimentos y energía.

En este contexto, nos fijamos en que los jóvenes son cada vez más reconocidos como la fuerza impulsora para la acción detrás del movimiento climático y para incluir el agua en la agenda climática. Actualmente, más de la mitad de la población mundial tiene menos de 30 años, lo que la convierte en la población juvenil más grande de la historia y la que se verá más afectada por la interrupción de los recursos hídricos inducida por el cambio climático.

Sin agua, nuestra vida útil sería de 14 días. Toda nuestra existencia depende estrechamente de un único recurso agotable. En un momento en el que todos nos sentimos vulnerables y, sorprendentemente, dependientes de más sistemas externos de lo que imaginamos, la vida nos recuerda lo que nos hace humanos y dónde probablemente deberíamos enfocar nuestra atención.

¿Cuánto nos preocupa que en Europa la desertificación afecte al 8% del territorio, que en África casi el 70% del territorio es tierra árida o semiárida? ¿Y que en América del Norte casi el 40% de está en peligro de desertificación? Los datos nos indican que este escenario está destinado a empeorar aún mucho más y que nos dicen que el 47% de la población mundial se verá afectada por escasez de agua para dentro de 10 años. ¿Dentro de 10 años, recordaremos al COVID-19?

Habiendo declarado oficialmente la ONU, que el acceso al agua potable es un derecho humano básico y universal, así como la inclusión del agua entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, este hecho no provoca en las personas, ni en sus representantes, ni en el mass media, el menor sentimiento de preocupación ni se dispara el sentido de la responsabilidad al conocer que sólo el 2,5% del agua en la tierra es dulce y que el 0,1% es accesible para los humanos. Que el 50% de nuestra agua potable proviene de glaciares, que se están derritiendo a una velocidad sin precedentes. Que las temperaturas más altas del aire están causando un aumento de las inundaciones, lo que está afectando a más personas a nivel mundial que cualquier otro peligro natural. Que, si no se toman medidas, se espera que la escasez de agua, exacerbada por el cambio climático, les cueste a algunas regiones hasta el 6% de su crecimiento económico. 

Queda mucho por hacer para crear conciencia de una manera integral, accesible y orientada a la acción  

No se entiende ni se comunica lo suficiente sobre el riesgo devastador del cambio climático para los recursos hídricos del mundo. El aumento de los teléfonos inteligentes ha sido dramático (hasta la fecha, hay más personas con un teléfono móvil que el acceso a un inodoro con descarga). La juventud de hoy es la generación más acostumbrada a la tecnología desde una edad temprana. Con el aumento de la inteligencia artificial, la detección inteligente y la cadena de bloques, las posibilidades de abordar los problemas del agua se han multiplicado. Sin embargo, la información sobre los riesgos que supone la crisis hídrica, no llega con la misma intensidad que la empleada para anunciar un concierto de rock.

Un consumo exagerado

En últimos 100 años hemos aumentado en un factor de seis el uso del preciado líquido y la mayoría de este consumo se ha empleado en la producción de alimentos. ¿Sabemos cuánta agua comemos todos los días?

Un ciudadano medio occidental, de promedio, usa alrededor de 280 litros de agua por día, y esto se calcula como consumo solo en el hogar, sin considerar los alimentos consumidos. Agregue a su café de la mañana (140 litros) un plátano (80 litros), un poco de pollo a la parrilla (430 litros) y tomates (50 litros) para el almuerzo, un poco de queso (200 litros), aceitunas (200 litros) y una cerveza (150 litros) como aperitivo, y algo de arroz (250 litros) y brócoli (40 litros) para la cena. Su consumo diario promedio de agua ya ha aumentado a 1.820 litros por día.

A estos datos debemos añadir que todos los días los consumidores tiramos casi ½ kg de comida cada uno, desperdiciando comida y agua. Cuando tiramos la comida, también tiramos toda el agua y la energía utilizada para producirla.

Entonces es fácil comprender los riesgos del aumento de los precios de los alimentos en contextos de escasez de agua. Si el agua escasea, el valor de los alimentos aumenta. Así de sencillo.

El COVID-19 ha transformado la vida cotidiana de manera tan significativa que los efectos ya son visibles desde el espacio, mostrándonos que el cambio es posible y los resultados son tangibles. COVID-19 nos está enseñando, entre otras cosas, que nuestro afán por el bienestar no debe resultar en la destrucción de nuestro planeta.

¿Que nos toca hacer a la sociedad civil, para mejorar esta situación?

Algunos líderes corporativos también se están convirtiendo en defensores de la sostenibilidad del agua a nivel local, nacional y mundial. Invierten en investigación, innovación y tecnología más allá de sus propias necesidades operativas inmediatas. Y apoyan los esfuerzos para aumentar la conciencia pública y la educación sobre la urgencia de la crisis del agua, junto con la promoción conjunta de una buena gobernanza del agua y reformas apropiadas de las políticas públicas.

Cada uno, desde el espacio de su actividad, debe contribuir a que este reto, que nos afecta a todos sin excepción, pueda ser alcanzado.

¿Qué podemos hacer?

  1. Nuestra ingesta semanal de alimentos debería estar compuesta principalmente de frutas, verduras y granos, con menor presencia de proteínas de origen animal. Se necesitan 31 ensaladas mixtas para cubrir la huella hídrica de una hamburguesa.
  2. La agricultura regenerativa, la permacultura y la agricultura orgánica deberían tener como objetivo mejorar la calidad y la productividad del suelo para retener la humedad, minimizando la necesidad de riego excesivo. La agricultura hidropónica, acuapónica, aereopónica y vertical permite cultivar productos de manera muy eficiente.
  3. A medida que se comercializan alimentos y otros productos, su huella hídrica los sigue en forma de agua virtual. Lo que significa que cada vez que consumimos un producto importado, no solo aumenta su huella por el agua necesaria para encargarse del envío, sino que también le quita el agua a su población local. Apoyar el consumo de productos locales, tendrá un impacto enormemente positivo en su huella hídrica, así como apoyar a los productores locales existentes.
  4. Se necesitan aproximadamente 2.700 litros de agua para hacer una camiseta, suficiente para que una persona beba durante 900 días. Una mujer occidental, como promedio, poseerá más de 200 chaquetas de punto y algo más de 250 pares de pantalones durante su vida adulta. La industria de la moda rápida se basa en que compramos artículos con mucha frecuencia, pero ¿realmente los necesitamos a todos?

En un momento en el que nos sentimos enjaulados, donde tenemos miedo de perder a nuestros seres queridos, y nos sentimos vulnerables en medio de una pandemia que parece imparable, pero que pasará, como ha ocurrido en anteriores ocasiones. ¿Y después, qué? ¿Quién saciará nuestra sed?. Nuestro ecosistema nos presenta un muy serio desafío. ¿Seremos capaces de preservar  y defender nuestra principal fuente de vida, como lo estamos haciendo con  la COVID-19?