La primera vez que me hablaron del BIM era 2009; y fui bastante reacio a su uso… Siempre estuve a favor de las metodologías colaborativas, pero del BIM pensé: cosa de arquitectos, poco aplicable al sector del agua, más costoso, lento y complicado de usar que un GIS… En servicios básicos como son los nuestros, que deben ser universales y con costes contenidos, me pareció que el BIM podía ser un nuevo consumidor de recursos internos y externos… así que en aquel momento decidí mantenerme alejado. Pero los tiempos cambian…
Desde su concepción, el BIM como herramienta es una evolución lógica del CAD, el GIS y diversos softwares de gestión de proyectos, al incorporar herramientas de manejo de planos, bases de datos, gestión de obras, presupuestos… Nace en la arquitectura y en la obra civil, pero veo gran futuro en la gestión de infraestructuras e instalaciones. En este campo, la evolución natural del BIM es digitalizar los activos, integrando toda la información durante su ciclo de vida. En el caso de infraestructuras existentes, comienza con la digitalización de lo existente, que deberá apoyarse para los levantamientos 3D en tecnologías adicionales (drones, visión artificial con estereofotografía, LIDAR…). El BIM por tanto también es un tractor de nuevas tecnologías.
El BIM va a ser una importante herramienta transversal en la transición digital, también del sector del agua. En esta transición el objetivo debe ser la digitalización de los procesos, con el fin de facilitar el registro de toda la información, su trazabilidad y fiabilidad (data management). Esto permite construir un modelo de gestión orientados a la toma de decisiones basadas en el conocimiento (data driven).
La digitalización de los procesos deberá enfrentar la resistencia al cambio y las dificultades de muchos trabajadores ante el uso de las nuevas herramientas, especialmente si son colaborativas. Su resistencia será más tenaz cuanto menos tecnificado esté el sector a digitalizar, más fundamentales y manuales sean sus procesos, menor sea la cualificación necesaria para desempeñarlos, o mayor burocratización exista.
Esta resistencia se solventará en parte con el desarrollo colateral de otras tecnologías, como la realidad virtual y aumentada, que servirán de interfaces de acceso a la información o incluso a la operación de los activos. El trabajador se acostumbrará a ellas desde su inicio, ya que se utilizarán también en su formación.
Así mismo, el desarrollo de la conectividad (nuevas tecnologías para redes de telecomunicaciones) y la sensorización de las infraestructuras y del entorno (IoT, BigData) reducirán la carga de trabajo asociada a la recopilación de datos en los operadores; mientras que la interconexión con los sistemas existentes (SCADA, GMAO, GOT, CRM, ERP…) la automatización de los procesos de validación, análisis y presentación (BI) eliminarán gran parte de esas tareas entre los gestores. Todo ello producirá un incremento de la productividad general y de la agilidad de las organizaciones.
Finalmente, la digitalización evolucionará hacia el desarrollo de gemelos digitales, capaces de simular el comportamiento de un sistema en tiempo real (modelos matemáticos conectados), detectar fallos o anomalías y predecir eventos (inteligencia artificial), o analizar escenarios alternativos (simulaciones). El BIM actuará en estos casos de forma similar, como una herramienta para facilitar el acceso a la información, ya no solo histórica y operativa, sino también de predicción y ensayo.
Con el BIM estamos no ya ante una cosa de arquitectos, sino ante una nueva herramienta de acceso a la información. Entendido a una escala más amplia como herramienta y metodología de gestión de ciclo de vida de los activos públicos, el BIM dá paso a un nuevo concepto: CIM (City Information Modeling), es decir a nivel de ciudad. Visto así, constituyendo un interface de gestión municipal que podría actuar como el “sistema operativo del servicio”, habrá que darle una oportunidad. Aviso para dinosaurios: hay que aprender a volar.
Aunque lo que se dice barato, el BIM sigue sin serlo. En algunas licitaciones de la plataforma de contratación del estado como esta, se puede ver que su implantación operativa cuesta entre 50 y 100 k€ según el tamaño de la organización y que la virtualización de una instalación puede estar entre los 10 y los 30 k€. En su descargo el BIM ofrece mucho… y si no estamos seguros, ¿recordamos lo que costaba implantar un GIS en los 90?