No es fácil dar una respuesta general a esta pregunta, pese a que el contador es la caja registradora del servicio de aguas. En él se acumulan los consumos realizados por los abonados, y con su lectura se desencadena el proceso de facturación. También es parte fundamental de los indicadores que permiten conocer el estado de la red de abastecimiento, a través del volumen registrado.
Por ambas razones, y pese a su bajo precio, con seguridad es el activo físico me mayor importancia relativa de todos los que tiene un servicio de aguas. Sin embargo, no siempre se gestiona adecuadamente:
- En una población puede haber cientos, miles o incluso millones de contadores, de diferentes tipos y tecnologías, cada uno con sus propias particularidades, características metrológicas y diferentes comportamientos a lo largo de su vida útil.
- El fallo de uno solo de estos aparatos, especialmente si es de reducido calibre, tiene poco impacto en la eficiencia de la distribución del agua.
- Los aparatos no siempre son propiedad del servicio: en ocasiones pertenecen a los abonados, otras veces son del servicio pero se encuentran en régimen de alquiler.
- Su mantenimiento tampoco es homogéneo: en algunos municipios existe una tasa para su conservación, en otros se incluye dentro de la tarifa de agua, fija o de consumo. En algunos incluso ni se contempla.
- Su accesibilidad es complicada, porque no siempre se exigió que se situasen en un lugar de público acceso, o al menos en una zona común de la propiedad.
- Con este panorama, es difícil plantear una forma de gestión homogénea para los contadores, que sirva para cualquier municipio. Y también resulta hasta razonable que la gestión de los medidores se realice incorrectamente en muchos servicios, especialmente en aquellos que cuentan con menores medios. Se pueden encontrar errores como:
- Mantener de manera dilatada en el tiempo estrategias de sustitución únicamente de aparatos parados o averiados.
- Dedicar la recaudación de los conceptos de alquiler o conservación de contadores a sufragar otros costes del servicio.
- Eludir la realización de análisis sistemáticos del comportamiento del parque de contadores, que permitan inferir su comportamiento y conocer al menos una desviación aproximada promedio.
- Carecer de aplicaciones informáticas específicas, o al menos funcionalidades en los programas de lectura y facturación para obtener, mediante cálculos estadísticos los planes de renovación del parque de contadores.
En España resulta mucho más difícil que en otras partes establecer criterios únicos de gestión, incluso para los humildes contadores, debido a la diversidad de administraciones que tenemos y el reparto de competencias entre sus diferentes organismos. En algunos casos se han establecido normas para obligar al cambio de los contadores que alcancen cierta edad, como el Reglamento del suministro Domiciliario de Agua de la Junta de Andalucía a los 8 años de uso. Pero decisiones como esta, aunque efectivas para paliar el deterioro progresivo de los servicios, probablemente tampoco sea óptimas; debido a que ni todos los aparatos tienen el mismo principio de medida (de velocidad, volumétricos, ultrasónicos…) o la misma capacidad para aguantar el paso del tiempo (con o sin partes móviles…); ni registran los mismos patrones de consumo (tipos de consumo, estacionalidad…) o miden agua con iguales características (dureza, conductividad…).
En otros servicios, el propio ayuntamiento se ha fijado como objetivo mantener una edad media del parque inferior a cierta edad, por ejemplo 20 años. En estos casos, cuando hay un elevado número de aparatos difícilmente accesibles, por ejemplo en ubicados en interiores, se puede caer en la tentación de alcanzar una edad media aceptable cambiando más frecuentemente los de mejor acceso, pero dejando muchos aparatos totalmente obsoletos aún en funcionamiento.
Contemplar toda la casuística posible para fijar un límite de edad universal y pese al big data nos podría llevar a la parálisis por el análisis, lo que tampoco es razonable. Afortunadamente, el proyecto de nueva OM de instrumentos de medida intenta poner algo de coto en este maremágnum. Y como en última instancia deriva de la legislación europea, al menos se reducirán las discusiones territorialistas.
La D2014/32/UE establece que debe regularse de manera armonizada la comercialización y puesta en servicio de los instrumentos de medida. La directiva, traspuesta por la L 32/2014 y desarrollada en el RD 244/2016 incluye los contadores de agua limpia fría o caliente, para uso residencial, comercial o industrial ligero. Y no interfiere con la OM ITC 297/2008 relativa a los aparatos de agua fría para otros usos, que también se integrarían en esta nueva OM.
El proyecto de OM se apoya en “el consenso general” y en el artículo 8.3 de la Ley 32/2014, desarrollado por el artículo 16.2 del RD 244/2016, para establecer una vida útil de 12 años, tanto para para los contadores de agua limpia como para contadores de agua para otros usos, cuando su caudal permanente sea menor o igual a 1.000 m3/h. Pero no es taxativa con esa edad.
Así, si el titular del contador considera que por su uso, ubicación, calidad, etc. el aparato puede tener mayor periodo de vida útil, puede ampliar el plazo de uso hasta en 5 años. Pero deberá demostrar que el medidor sigue cumpliendo con sus características metrológicas, verificándolo según lo dispuesto en el Apendice III del Anexo III de la orden, ante un organismo autorizado para realizar esa verificación. Probablemente esta exigencia conlleva unos costes de manipulación que limitan esa posibilidad técnica de alargamiento de vida, pero al menos se contempla.
No así su reducción: según la nueva OM, “Estos contadores no estarán sujetos a verificación periódica”. Así que un municipio no podría regular, para unos aparatos concretos, una verificación antes de alcanzar los 12 años de edad, de manera que se asegure la precisión de los consumos registrados en esos aparatos. Una salvedad serían aquellos medidores que incorporen electrónica alimentada desde una fuente interna fija, si la fecha límite de la batería es inferior a la edad general. A tal fin, esos aparatos deberán indicar al menos el año tope para su sustitución en su marcado.
Actualmente esto tendrá especial aplicación en los contadores de agua para otros usos, ya que se les exige proporcionar señales físicas o eléctricas que puedan permitir su lectura a distancia, si no tienen posibilidad de alimentación externa. Pero con el tiempo, seguramente todos los contadores incorporen alguna electrónica o mejor aún, telelectura, siendo la batería el principal condicionante de su vida útil, ya que en el futuro probablemente también muchos carezcan de partes móviles.
El proyecto de OM prevé además, para evitar problemas operativos y logísticos a los servicios, que los titulares de los contadores puedan mantener en uso hasta dos años más un lote de aparatos de medida que haya alcanzado el final de su vida útil programada (12 años), siempre que hayan planificado su sustitución.
Otra novedad de la nueva Orden es que facilita la aplicación de estrategias de sostenibilidad y economía circular en la gestión de activos, al permitir la “reparación total” o readecuación de los contadores de agua, mediante el reemplazo de todos los componentes internos y la conservación de la carcasa. Esto puede ser muy atractivo en los aparatos de mayores dimensiones, donde el cabezal de medida es mucho más accesible y menos costoso que una sustitución completa. En estos casos, tras la reparación deberá realizarse una verificación del aparato recuperado, cuya nueva vida útil será de 10 años. Quien realice la readecuación será considerado como el fabricante del aparato a efectos legales.
También, para extender la vida útil por encima de los 12 años y hasta 5 más, se permite, la verificación mediante muestreo estadístico en lotes homogéneos, además de la verificación unitaria. En el caso de que la propiedad de los contadores no sea atribuible al gestor del servicio, los titulares deben delegar por escrito en él esta verificación, o bien cumplir por sí mismos la normativa.
En general este proyecto de Orden puede ayudarnos a empezar a organizar el caos. Otra cosa es que lo consigamos… pero al menos habrá una referencia que combina criterios técnicos y económicos, además de prácticos.
Con todo, la respuesta general a la pregunta del título inicial podría ser: cada vez menos. O por ser algo más preciso, lo que dure su batería, o a lo sumo, 12 + 5 años.
¿Qué pasa entonces con el concepto de “tiempo óptimo económico de sustitución”? Sin duda seguirá siendo importante, pero se usará solo en aquellos medidores grandes, donde sea técnicamente posible su reparación, para evaluar su conveniencia. ¿Significa esto que carece de importancia el comportamiento de un contador “doméstico”, ya que no podremos cambiarle hasta que tenga 12 años? Por supuesto que no: solo que tendremos que ser más cuidadosos a la hora de elegir el modelo que montamos, incorporando todos los costes de su ciclo de vida, incluido el subcontaje y su evolución, en el momento de valorar económicamente su adquisición. Y en los lugares con mayores dificultades, optar por soluciones electrónicas y/o con tele lectura integrada. Preveo que los fabricantes iniciarán una rápida espiral de mejora de sus modelos, y que salvo los excepcionalmente buenos, ninguno de los actuales seguirá en sus catálogos dentro de dos lustros. ¿Y tú, lector, qué opinas? Abajo puedes dejar tu comentario.