Introducción
La gestión de un bien tan esencial como el agua ha constituido un apasionante desafío desde casi el comienzo de los tiempos. Desde que comenzaron los primeros asentamientos urbanos en la ciudad de Uruk, en Babilonia (actual Irak) en el año 3500 a.C, el objetivo era cómo abastecer a dichos ciudadanos de un bien tan esencial. Como queremos poner de relieve en este artículo, se propone un apasionante viaje por distintas culturas, que han aportado su visión, su técnica, su tecnología, su conocimiento en definitiva, para mejorar la vida de sus conciudadanos y por ende, de la humanidad. En el más amplio sentido de la palabra. Y si no fíjense, en la Atenas de la antigüedad o en la Roma imperial, y cómo la ingeniería minoica proporcionó bienestar a toda una región y cómo gracias a la colosal obra de ingeniería sanitaria que constituyó la Cloaca Máxima, se evitaron muchas enfermedades.
Los árabes apreciaron que el agua es el principio más importante del Universo, pues el trono de Dios está en el agua en el momento de la creación, según el Corán, pero siendo importante obtener agua, no menos era el agua que acababa en las cloacas. Y prueba de ello fue la terrible plaga de peste negra que diezmó la población europea en plena Edad Media, debido a que se comenzaron a construir depósitos para almacenar el agua, y ésta no limpiaba las alcantarillas.
Los árabes apreciaron que el agua es el principio más importante del Universo, pues el trono de Dios está en el agua en el momento de la creación, según el Corán
No obstante, la Luz llegó con el Renacimiento y su manera de afrontar el resurgir de la sociedad, mediante la cultura, la arquitectura, las artes y la sociedad volcada en unos nuevos dirigentes surgidos de comerciantes, banqueros, etc. como los Médicis en Florencia, ciudad estado italiana donde ese renacimiento se dejó notar con más importancia, al igual que Siena, su rival histórica del sur y cómo el abastecimiento de agua a estas ciudades supuso un reto técnico y capital, para provocar el aumento de la población y por ende de la capacidad de prosperidad.
Y como desde el renacimiento, la revolución industrial surgida en el siglo XIX en Inglaterra, y más concretamente en su capital, Londres, trajo mejoras y avances sanitarios, como la filtración del agua, hecho que afirman muchos expertos, como el mayor avance sanitario del segundo milenio, y cómo un ingeniero victoriano provocó la erradicación del cólera al proyectar una de las mayores, si no la mayor, obra de ingeniería del siglo XIX, diseñando la renovación de la red de alcantarillado de la capital con más de 2.100 km de redes de saneamiento.
Y de la misma manera que en el siglo XIX, el saneamiento era una prioridad para los políticos valientes de la Cámara de los Comunes sentados en sus asientos verdes, en pleno siglo XXI tenemos un reto que resolver pues aún hoy existen, según la ONU, 2.100 millones de personas en el mundo sin acceso a un saneamiento. Hecho éste que provoca que grandes fundaciones filantrópicas, como la Melissa & Bill Gates Foundation, pongan su granito de arena en conseguir inodoros que no requieran ni conexión a la red de saneamiento, y ni siquiera disponer de agua corriente, como se puso de manifiesto a finales del año pasado en una exposición en China.
En definitiva, comencemos nuestro viaje por un mar que Homero consideraba “tenía un color de vino y que era mecido por las ramas de un olivo”, el árbol de Atenea, mientras que Poseidón se quedó con la abundancia del agua, símbolo de prosperidad y calidad de vida. Iniciemos un viaje apasionante, mecidos por las olas del mar y por los mejores avances de la cultura occidental, oriental, romana, griega o persa. ¿Me acompañan? En sucesivos post iremos desgranando la importancia capital de un elemento como es el agua y porqué somos lo que somos, gracias a lo que aportaron sabios ingenieros, filósofos, matemáticos, arquitectos y filántropos en relación con el avance del mundo, en relación con el avance de la sociedad.