Estimado lector: coincidirá conmigo en que dadas en las fechas que nos encontramos, y la naturaleza del blog que escribo en iAgua, pocos temas más oportunos en estos momentos que hablar del agua en los belenes.
Como habrá observado, en este ámbito es cada vez es más frecuente la incorporación de todo tipo de fuentes, que mediante una pequeña bomba sumergible, permiten darle vida al belén y disfrutar del arrullador y relajante murmullo del agua corriente.
Sin embargo en esta ocasión quiero referirme a otro elemento hídrico mucho más clásico, el casi omnipresente río que atraviesa la geografía de nuestros belenes y que justifica la venta en los puestos navideños de puentes, patos sin patas y aldeanos provistos de cañas de pesca, que surten a los puestos de pescado que también se incorporan en algunos belenes.
A la hora de confeccionar estas efímeras corrientes de agua (su vida media es del orden de un mes), son varias las posibilidades, distintos los costes y diferentes las dificultades a las que enfrentarnos.
Como solución más simple, clásica y económica, podemos simular el río mediante el empleo de tiras de papel coloreado en tonos azules (o de papel de plata, o celofán), recortadas de forma sinuosa, para que tenga un mayor recorrido en la limitada extensión de la mayoría de nuestros belenes, a la vez que se van imitando los meandros de un río real.
Para disimular los bordes de estas tiras recortadas, lo más frecuente es recurrir al empleo de pequeños guijarros, a modo de escollera en miniatura, y de vegetación de ribera de naturaleza plástica.
También, cabe la opción de pintar un cartón de azul e ir dándole forma al río con la escollera, tapando finalmente el resto del cartón sobrante.
El empleo del papel de plata (de aluminio), si bien su color es poco realista, sí que cuenta con una flexibilidad que nos permite modelar, además de ríos, cascadas y lagos, con suma facilidad, y además, su arrugado (siempre que sea controlado) da sensación de movimiento a la superficie del agua.
En la mayoría de los belenes que he montado en fechas pasadas, he recurrido al uso de papeles de diferentes tonalidades azules (desde el celeste, al marino), que aparte de su muy reducido coste, presenta la ventaja de poder plegarse para ocupar muy poco espacio en su almacenamiento anual. Eso sí, al año próximo, nuestro río presentará tantos azudes como pliegues hagamos hecho.
Como segunda opción podemos recurrir a la adquisición de tramos de ríos ya confeccionados, lo que vendría a ser el “pret a porter fluvial” de los belenes.
Aquí caben dos posibilidades, que el río venga ya simulado, o bien, que se cuenten con un recipiente, a ser posible de colores azulados, para posteriormente rellenarlo con el agua, que permanecerá confinada.
En estas dos primeras soluciones montamos en nuestros belenes ríos estáticos, sin vida, en los que preguntarse por los caudales ecológicos resulta cómico y en los que es difícil imaginar como se riegan los huertos cercanos y que constituyen otro elemento consustancial de los belenes. Pero eso sí, son de muy fácil y cómoda gestión (sin sobresaltos) para las Confederaciones Hidrográficas competentes.
En estas dos primeras soluciones montamos en nuestros belenes ríos estáticos, sin vida
Como tercera opción (que es la que más me gusta), podemos asumir el riesgo y montar un río con agua de la de verdad y en movimiento (un río vivo). Ello va a requerir el montaje de un cauce artificial impermeabilizado y el empleo de una bomba (similar a la de la Figura 1), que ubicada (y bien oculta) en la “desembocadura” de nuestro río, bombee de nuevo las aguas a la cabecera de la cuenca. En definitiva, una versión abreviada del ciclo hidrológico, pero con mucha menos evaporación y sin precipitaciones, escorrentías ni infiltraciones. Estas últimas a evitar a toda costa en nuestros montajes.
En definitiva, una versión abreviada del ciclo hidrológico, pero con mucha menos evaporación y sin precipitaciones, escorrentías ni infiltraciones
El contar con agua en movimiento también permite la liberación de la imaginación del belenista, que ya puede incorporar nuevos elementos que se accionen por la propia corriente del agua circulante.
Si bien en los últimos años he de reconocer que por comodidad me he encasillado en el grupo de los belenistas minimalistas, pues me limito a poner tan sólo el portal con los personajes (celestiales, humanos y animales) imprescindibles, para la próxima navidad ya tengo en mente el montaje de un nuevo belén con su correspondiente río vivo. Y, ya puestos, estoy proyectando una red de saneamiento separativa, que recogerá las aguas residuales generadas en la posada y las conducirá a un tratamiento descentralizado, basado en una Solución basada en la Naturaleza (SbN). En concreto, un humedal plantado de carrizos “inflorescentes”, que competirá en belleza con el resto de elementos del belén, y que permitirá devolver al río las aguas residuales convenientemente tratadas.
Aguas abajo, parte del caudal de este nuevo río será captado por los hortelanos para el riego de sus huertos, en un buen ejemplo de reutilización indirecta. Eso sí, estos hortelanos tendrán que pedir previamente el preceptivo permiso a las autoridades competentes.
P.D. 1.- Curiosamente, los evangelistas Lucas y Mateo, que son los que nos relatan en la Biblia el Nacimiento en Belén, no mencionan en ningún momento la existencia de un río en las inmediaciones. Pero parafraseando la célebre frase periodística: “No dejes que la realidad te estropee un buen post”. Claro que lo de buen post lo decidirá usted, estimado lector, al que le deseo una Feliz Navidad, un Lluvioso Año Nuevo y le transmito un CORDIAL HIDROABRAZO de parte de El Médico del Agua.
P.D. 2.- Las fotos de la portada y del final del post se han tomado de este enlace.