Los ciudadanos de un país desarrollado quieren disponer del mejor servicio del agua a un precio razonable, que sea sostenible y que garantice, además, el mantenimiento y la renovación de las infraestructuras, independientemente de la naturaleza del operador que lo preste. El agua es de dominio público, es de todos y nunca se privatiza. El dueño y responsable de garantizar el servicio doméstico a los ciudadanos es el ayuntamiento. La ley le da la posibilidad de hacerlo directamente, en empresa mixta, o por concesión administrativa con una empresa privada. La Directiva Marco del Agua (DMA) indica que las tarifas deben ser realistas y pagar el coste total del servicio. Se paga por el servicio, no por el agua. El Derecho Humano al Agua y al Saneamiento está garantizado en España y en los países desarrollados. La ONU nunca ha dicho que el servicio del agua deba ser gratis pero sí asequible, que su coste no supere el 3% de la renta disponible de las familias… Así podríamos pasarnos todo el artículo: puntualizando cuestiones y aclarando falsos mitos. Pero ese no es el objetivo de estas líneas. El objetivo es hablar de París. De la ciudad de París.
Y es que los partidarios de la gestión pública del agua, que excluyen del sector a los operadores privados, ponen casi siempre, machaconamente, como ejemplo la “remunicipalización” de la gestión en la ciudad de París. Han creado un mito sobre un hecho que nunca existió.
Lo primero que habría que aclarar es que no tiene sentido hablar de “remunicipalización”. Un servicio público como el del agua nunca se privatiza y siempre permanece en el ámbito de lo público. Por tanto no tiene que remunicipalizarse porque nunca ha dejado de ser municipal aunque los ayuntamientos, como titulares del servicio, decidan realizar la gestión del mismo de forma indirecta. Algo que hacen a través de compañías especializadas mediante una concesión administrativa o empresa mixta, y por un determinado periodo de tiempo. Por ello, hemos de subrayar la total legitimidad de la prestación de un servicio público como el de abastecimiento y saneamiento de agua por parte de operadores privados.
París ciudad, que no es lo mismo que el Gran París, cuando necesitó modernizar e invertir en el servicio utilizó la colaboración con la empresa privada durante 25 años. Cuando finalizaron los contratos, volvió a cambiar el modelo de gestión
La ciudad de París, que no es lo mismo que el Gran París y que aclararemos más adelante, siempre utilizó el modelo de gestión pública. Pero cuando necesitó modernizar y renovar el servicio, que pasaba por acometer un ambicioso plan de inversiones, utilizó la colaboración con la empresa privada. Y lo hizo durante 25 años en los que utilizó los servicios de una empresa especializada para resolver un grave problema que ponía en riesgo la solvencia su red y sistema de distribución. Después, cuando finalizaron los contratos, volvió a cambiar el modelo de gestión.
En el periodo que va desde 1985 a 2010, es decir 25 años, el servicio de agua de la ciudad de París fue dividido en dos partes. Por un lado, la producción del agua potable fue responsabilidad de una compañía pública, SAGEP, que vendía el agua a dos operadores privados que estaban a cargo, por otro lado, de la distribución en la ciudad. Estos dos operadores privados eran Compagnie des Eaux de París, una filial de Veolia, para el margen norte del Sena, y la Société Parisienne des Eaux, para la margen sur del Sena.
El objetivo de los contratos incluía la administración de la red de distribución, el mantenimiento de las conexiones, el mantenimiento y limpieza de los depósitos, la garantía de la calidad del agua, el abastecimiento 24x7x365 por la red de 2.000 kilómetros de tuberías y la administración del cobro de las facturas y la relación con el usuario.
Esta colaboración público privada perseguía tres grandes objetivos que la pública, por sí sola, no veía posibles: garantizar la potabilidad del agua, reducir las fugas y pérdidas, y gestionar las infraestructuras de manera sostenible.
- Sobre la potabilidad del agua. En esos años la directiva europea sobre el agua potable impuso estándares más estrictos, relativos a la presencia de plomo en el agua distribuida. Para asegurar la potabilidad y seguridad de los consumidores se decidió reemplazar el 100% de las tuberías de plomo antes del año 2013. Esto representaba el 70% del total de las conexiones domiciliarias a la red. Entre 1999 y 2009, los operadores privados fueron capaces de reemplazar las 66.000 conexiones de plomo que aún quedaban en la red de París. El costo de tan elevada inversión fue completamente amortizado al final de los contratos lo que permitió a la ciudad llevar a cabo reducciones en tarifas, o emprender inversiones adicionales después de 2010, cuando el servicio volvió al modelo de gestión pública.
- Sobre la reducción de fugas y pérdidas de agua. Al inicio de los contratos con operadores privados, un 22% del agua comprada en alta se perdía en la red de distribución. Las mejoras emprendidas por las empresas permitieron un incremento del rendimiento de la red, que pasó del 78% al 96%. Las fugas disminuyeron así del 22% inicial a tan sólo un 4%. Las inversiones de renovación de la red generaron a la ciudad de París un ahorro equivalente a tres años de consumo de agua potable, en torno a 617 millones de m3.
- Sobre la gestión sostenible de las infraestructuras. De forma paralela a la tarea de detección de fugas, los operadores llevaron a cabo un programa masivo de inversiones en la red. Esto se tradujo en la renovación o rehabilitación de un total de 1.100 kilómetros de tuberías de distribución, es decir, más del 50% de la longitud de la red total. El coste de dicha inversión fue financiado por los operadores. De este modo, entre 1985 y 2009, los años en que prestaron servicio, los operadores lograron disminuir en 21 años la edad funcional de la red.
Los dos contratos llegaron a su fin natural en diciembre de 2009. Desde enero de 2010, el servicio fue reestructurado en una única entidad pública, “Eau de París”, de gestión pública.
Como prueba de reconocimiento al buen trabajo realizado por los operadores, los usuarios reflejaron en encuestas unos resultados que podemos considerar como muy buenos: el 80% afirmó estar satisfecho o muy satisfecho con la calidad del servicio del agua que recibía en la capital francesa.
Gran París, un ejemplo de excelencia de gestión pública-privada del agua
El 80% de los usuarios reflejaron estar muy satisfechos con la calidad del servicio del agua que recibían en la capital francesa durante el tiempo
Y llegados a este punto hay que aclarar que la población abastecida por la ciudad de París, algo más de dos millones, es una quinta parte de la población del Gran París, que supera la cifra de diez millones de habitantes. En los suburbios el servicio del agua es administrado por diferentes autoridades públicas. La mayoría utiliza operadores privados mediante contratos PPP. La autoridad responsable más grande es el Syndicat des Eaux d’Ile de France (SEDIF), que agrupa 142 municipios. El SEDIF eligió un operador privado para administrar los servicios de agua para su población, de más de cuatro millones de habitantes. Y en 2010, el SEDIF renovó su confianza en la gestión privada; decidió firmar un nuevo contrato de participación público-privada por 12 años, iniciado el 1 de enero de 2011. La fuerte competencia por este contrato, y las mejoras en eficiencia que generó el anterior, posibilitaron una reducción del 18% en el precio promedio del servicio de agua para los cuatro millones de personas abastecidas por el SEDIF.
Cabe señalar que la ONU afirma que la colaboración público-privada es necesaria para mejorar los servicios del ciclo del agua, tanto en los países que ya disfrutan del mismo –como en el caso de París- como en aquellos en los que aún no se encuentran implantados.
Así pues, hay que dejarse de demagogias y argumentos parciales que utilizan falsos mitos para justificar que la única gestión posible para el agua es la pública excluyendo, por razones solamente ideológicas, a los operadores privados. Si nos atenemos a los hechos, el caso de la Gran París, la ciudad y su corona metropolitana, es un ejemplo claro de éxito de colaboración público-privada, gracias a la prestación de un servicio de calidad por los operadores privados de la mano del titular público del servicio.
Dado que para algunas posturas excluyentes los hechos no significan nada y pretenden seguir negando la realidad a la vez que generando confusión, diremos lo mismo que Rick Blaine (Humphrey Bogart) a su amante Ilsa Lund (Ingrid Bergman) en la excelente Casablanca… “Siempre nos quedará París”.