Como todos los eventos recurrentes y de magnitud aleatoria, la sequía es un riesgo con el que hay que convivir y al que hay que aprender a gestionar. Las administraciones hídricas, tanto a nivel de la cuenca como nacional, necesitan encontrar la manera de identificar y evaluar la situación con suficiente antelación, definir umbrales de actuación y poner en marcha las medidas pertinentes.
Con estas palabras comenzaba el documento de conclusiones de la Mesa 2 del Foro “Encuentros: Mediterráneo, agua y sequías”, que el CENTA tuvo el privilegio de organizar los días 23 y 24 de febrero de 2006 en la ciudad de Zaragoza.
Hoy, doce años después, todo lo que se debatió y las conclusiones que emanaron de allí (y que en este post reproduzco), son de plena actualidad.
La Mesa 2, titulada “Sequía y herramientas institucionales”, estaba compuesta principalmente por gestores de cuenca y responsables de planificación. En ella se debatió sobre las herramientas y metodologías más apropiadas para la región mediterránea para lograr una correcta previsión y gestión de los periodos de sequía.
Con 33 expertos de 20 países, 28 de ellos del arco mediterráneo, el grupo se centró en identificar los problemas a los que se enfrenta el gestor de recursos hídricos a la hora de gestionar la escasez de agua, así como en determinar las posibles herramientas disponibles y acciones que se pueden emprender desde el punto de vista administrativo para minimizar, mitigar o incluso evitar los impactos de las sequías.
Después de la primera ronda de intervenciones, donde los participantes compartieron sus experiencias sobre la gestión de las sequías en sus respectivos países, quedó patente que, aunque cada país tiene un contexto específico e intrínseco, todos los países mediterráneos comparten el mismo contexto de gestión de la escasez de agua. Esta situación se caracteriza por una distribución muy poco uniforme (y altamente variable) de los recursos hídricos y por lo tanto, por la necesidad de infraestructuras que permitan la regulación de dichos recursos y la disminución del impacto causado por la heterogeneidad pluviométrica. Asimismo, durante los periodos de sequía, la dificultad intrínseca de la gestión de la escasez hídrica se ve agravada por la competitividad entre los diferentes usos, debido a que la cantidad disponible del recurso no es suficiente para satisfacer a todos los usuarios (sequía socioeconómica). Esta situación obliga a los responsables de la toma de decisiones a establecer prioridades en los usos y por lo tanto, a imponer restricciones. Esto ha llevado a la mayoría de participantes a entender que, para que una estrategia de gestión de las sequías sea adecuada, ésta debe realizarse a nivel regional y no local. Por todo ello, los participantes estuvieron de acuerdo en la importancia de desarrollar herramientas para la previsión de las sequías.
Avanzado el debate, y entendiendo los matices propios de cada país, los participantes propusieron 45 puntos – entre herramientas y limitaciones – que pueden agruparse en las siguientes categorías:
- definiciones de la sequía y su previsión,
- medidas de contingencia y
- medidas de planificación a medio y largo plazo.
Definiciones
La sequía se entiende como un evento recurrente, difícil de predecir, y que, desde el punto de vista del gestor de los recursos hídricos, requiere de una serie de herramientas para prevenir, minimizar o mitigar sus impactos.
La primera dificultad que tienen que afrontar los gestores es la ausencia de una correcta definición de sequía en todas sus vertientes (meteorológica, agrícola, hidrológica, socioeconómica y técnica). Esta definición debe permitirles determinar el momento exacto del inicio y fin de un periodo de sequía, de manera que puedan poner en marcha las medidas descritas en los planes de contingencia (con sus respectivos niveles de seguridad) o levantar las medidas restrictivas y restaurar las condiciones de operación económica “normales”.
Aunque es prácticamente imposible predecir las sequías meteorológicas (sólo razonable cuando se trata de modelos estadísticos con variables estocásticas), es posible – y necesario – prever las sequías y por lo tanto anticiparse a sus impactos (especialmente cuando se refiere a sequías hidrológicas, agrícolas y socioeconómicas), mediante la definición, modelización y monitorización de indicadores adecuados. En cualquier caso, la aleatoriedad de la magnitud y periodicidad de las sequías hace imperativo que el gestor hídrico aprenda a vivir con la incertidumbre y la incorpore a sus modelos de gestión.
Es importante incluir herramientas de seguimiento en los planes de gestión de la sequía. En países como Francia o España existen herramientas de seguimiento bien avanzadas que permiten a los gestores obtener datos en tiempo real a escalas de la cuenca y subcuenca. Sin embargo, para aquellos países iniciándose en la gestión de los recursos hídricos, o sin posibilidad de acceso a este tipo de tecnología, sería conveniente contar con un balance hídrico nacional completo y minucioso que pueda ser utilizado como una herramienta básica de apoyo para la toma de decisiones.
Respecto a este punto, los participantes enfatizaron el importante rol que debe tener la cooperación regional entre los países mediterráneos, tanto para el intercambio de conocimientos como para la transferencia de tecnología. los participantes enfatizaron el importante rol que debe tener la cooperación regional entre los países mediterráneos, tanto para el intercambio de conocimientos como para la transferencia de tecnología
Los participantes enfatizaron el importante rol que debe tener la cooperación regional entre los países mediterráneos, tanto para el intercambio de conocimientos como para la transferencia de tecnología
Planes de sequía y contingencia
La primera categoría de medidas se refiere a la gestión de los periodos de sequía per se, a través de los llamados planes de contingencia. Dichas medidas, que pueden ser contemporáneas con la sequía o no, tienen como objetivo reducir el alcance de los impactos de la sequía una vez que ésta se ha iniciado.
Una de las primeras medidas a realizar durante los periodos de sequía es la movilización de los recursos regulados existentes. Disponer de infraestructuras que aseguren la regulación de un volumen específico de agua puede contribuir a reducir la vulnerabilidad del territorio frente a la sequía. No obstante, la existencia de una cantidad suficiente de infraestructuras adecuadas no evita el problema, sino que únicamente sitúa al gestor a medio camino de su objetivo. El resto depende de la correcta gestión de las infraestructuras y el recurso que éstas regulan, así como de la gestión de otros factores que pueden afectar directa o indirectamente a la disponibilidad del recurso regulado. Dicha optimización puede alcanzarse si las acciones son puestas en marcha en los periodos entre sequías.
Los planes de sequía diseñados para paliar los efectos de los periodos de sequía deben incluir herramientas de apoyo para la toma de decisiones. Algunas de estas medidas pueden implicar restricciones variables en el uso del agua en función del momento de la sequía (según los indicadores), o ser tan sencillas como una modificación del sistema de preferencias. Otras medidas pueden ir encaradas no hacia la redistribución del recurso sino más bien hacia la reducción del impacto económico causado por las sequías, como los programas de seguros por ejemplo. Para todo ello, sería necesario en primer lugar realizar una evaluación de los impactos potenciales de la sequía.
Todas estas medidas deben estar complementadas por una gobernanza adecuada, es decir, un marco administrativo y competencial que facilite la gestión antes, durante y después de la sequía. Dentro del marco legislativo es importante por un lado, reevaluar – e incorporar a la legislación – las prioridades de los diferentes usos, antes y durante el periodo de sequía, y por otro lado, reforzar el marco institucional y legislativo de manera que la ley sea de fácil cumplimiento y aplicación.
A nivel administrativo, la creación de una unidad de coordinación frente a las sequías integrada por los organismos de cuenca respectivos (que a su vez deberían incorporar en su estructura representantes de todos los actores), contribuirá a una gestión integrada de las estrategias de mitigación. La creación de dichas estructuras ayudará a la descentralización de la gestión, reconduciéndola hacia una escala de cuenca, sin afectar la estrategia de gestión nacional.
La gobernanza por tanto, debe crear un contexto adecuado que contribuya a la gestión de los periodos de escasez hídrica, pero sobretodo anticipándose a dichos periodos.
la gobernanza debe crear un contexto adecuado que contribuya a la gestión de los periodos de escasez hídrica, pero sobretodo anticipándose a dichos periodos
Acciones durante los periodos entre sequías
La gestión de la sequía durante los periodos entre-sequías debe implicar una evolución del modelo de gestión, pasando de la gestión de crisis a la gestión de riesgos. Esto conlleva hacer uso del principio de precaución durante los periodos de “abundancia”.
La primera de las medidas citadas es la preparación de planes de sequía que permitan una gestión equilibrada de los recursos hídricos a medio y largo plazo, y que incluyan planes de acción antes, durante y después de la sequía. Entre estas herramientas podemos mencionar el desarrollo de sistemas de alerta temprana (con procedimientos correctamente definidos), o la implantación de herramientas económicas (como los sistemas de tarificación del agua) que ayuden a controlar el consumo de agua, si bien este último tipo de medidas no se consideran adecuadas durante periodos de sequía. En cualquier caso, una planificación apropiada del recurso, ajustada a su disponibilidad, junto con la internalización del verdadero valor del agua como un recurso escaso, deben ser los principios fundamentales de las políticas hídricas en los países que viven contextos de escasez.
Una planificación apropiada del recurso, ajustada a su disponibilidad, junto con la internalización del verdadero valor del agua como un recurso escaso, deben ser los principios fundamentales de las políticas hídricas en los países que viven contextos de escasez
Asimismo, se enfatizó la importancia de las actividades relacionadas a la racionalización del consumo y la gestión de la demanda de agua, como la mejora de las infraestructuras y tecnologías existentes para el ahorro de agua, la utilización de técnicas de riego modernas que optimicen el uso del recurso, la diversificación de los cultivos agrícolas hacia variedades con menor demanda hídrica, las técnicas de optimización del suministro, e incluso la determinación exhaustiva de los recursos sostenibles disponibles para estimar umbrales de explotación que ayuden a determinar las limitaciones hídricas frente a nuevos desarrollos (y por lo tanto, nuevos usos y demandas). Este último aspecto adquiere gran relevancia al vincular la gestión del territorio a la gestión de los recursos hídricos.
El uso de fuentes no convencionales (como la reutilización de aguas residuales) contribuiría a reducir la vulnerabilidad ante las sequías al incrementar la cantidad disponible del recurso. De la misma manera, la protección del recurso y los ecosistemas asociados frente a la contaminación permite disponer de un mayor volumen útil de agua, al poder ser asignado a un mayor número de actividades, y dado que un ecosistema sano es capaz de mantener su funcionalidad a la vez que ofrece todos los servicios ecológicos asociados al mismo. Se recomendó además la recuperación de actividades tradicionales, como la recolección de aguas pluviales en aljibes.
Los participantes resaltaron la importancia de mejorar las actividades de investigación en la gestión de la sequía y de acercar posturas entre los científicos, los responsables de la toma de decisiones y los políticos. Se declaró igualmente importante vincular los aspectos relativos a la gestión de la sequía con la gestión del territorio, debido a que la integración y el efecto agregado de ambos puntos maximizará la eficiencia y eficacia del mantenimiento de los recursos naturales y del desarrollo de una descripción precisa de la severidad de la sequía, herramienta de gran utilidad para los responsables de la toma de decisiones. Dicho apoyo conllevará la formulación de medidas sostenibles de mitigación y un plan de sequía adecuado.
Por último, la participación pública y la sensibilización fueron considerados como factores de alta prioridad. Así, se hace necesario mejorar los sistemas de participación e incorporar la participación pública en los procesos de planificación, completando dichas acciones con programas de concienciación, sensibilización e información. De esta manera, los ciudadanos se convertirán en parte del proceso y serán corresponsables de la gestión de un bien tan preciado como el agua.
Doce años después de este debate, y en plena período de escasez, convendría reflexionar si desde todos los estamentos hemos hecho bien nuestros deberes y estamos en mejor disposición que años atrás para afrontar este fenómeno tan nuestro como es la sequía.