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Trump le declara la guerra al agua

  • Trump declara guerra al agua
    (Wikipedia/CC)

Ya lo vaticinaba Águeda García de Durango en su post “Si Trump gana, el agua pierde” antes de la elección del 45º Presidente de Estados Unidos. Trump no es precisamente un simpatizante del medioambiente y, por supuesto, tampoco lo iba a ser del agua.

Todos los esfuerzos que su predecesor Barack Obama hizo por proteger el medioambiente, se los está cargando Donald Trump de un plumazo. Empezando por ordenar a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) retirar la web sobre cambio climático, pasando por conseguir que Scott Pruitt, un negacionista del cambio climático sea el nuevo responsable de la Agencia a pesar de las protestas de los trabajadores de la misma, y terminando por acelerar la aprobación de los oleoductos Dakota Access y Keystone XL, que Obama había cancelado antes de terminar su mandato. En este post, os contaba la historia de la lucha de los sioux contra uno de estos oleoductos: “Los protectores del agua: El activismo nativo americano, en pie de guerra”... Sin olvidarnos de su intención de tumbar el Acuerdo de París, por ahora a salvo.

El último desafío que Donald Trump ha enviado a la política medioambiental de Obama tiene que ver con el agua. En concreto, quiere deshacer una norma sobre las regulaciones que protegen los recursos hídricos del país. Esta norma de 2015 autoriza al Gobierno federal a limitar la contaminación en las masas de agua de Estados Unidos y, aunque solo ha pedido a la EPA y al Cuerpo de Ingenieros del Ejército la revisión de la misma, podría suponer un fuerte golpe contra las medidas del exmandatario para proteger el medioambiente.

Según Trump, la “Norma de Agua Limpia de Estados Unidos” (como se la conoce) habría sido un desastre por diversos motivos, entre ellos, ser una extralimitación de poder masiva por parte del Ejecutivo y perjudicial para agricultores y constructores estadounidenses. El nuevo presidente ha escudado su decisión en que dicha regulación había sido rechazada por cientos de organizaciones en los 50 estados y que lo que busca con esto, es que cada estado regule los recursos hídricos como mejor le convenga en función de sus intereses económicos.

En su día, la administración de Obama y los grupos ambientalistas defendieron esta norma como un paso necesario para asegurar las grandes masas de agua, humedales, arroyos y estanques, que están conectados a fuentes que proveen aproximadamente a un tercio de la población estadounidense con agua potable.

Trump y su séquito de republicanos siempre han calificado las regulaciones ambientales de Obama como excesivas, y prometieron anularlas si ganaban, algo que ya han empezado a hacer. Eso sí, que nadie toque el agua embotellada de Trump.

Fuente consultada: The Guardian.

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