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Cooperación... ¿en materia de agua?

Sobre el blog

Lorenzo Correa
Webmaster en futurodelagua.com Practitioner PNL. Master en Coaching con PNL. Executive & Life Coach.
  • Cooperación... ¿en materia de agua?

Millones de seres humanos han trabajado para crear esta civilización de la que hoy nos gloriamos. Otros millones, diseminados por todos los ámbitos del globo, trabajan para sostenerla. Sin ellos, no quedarían más que escombros de ella dentro de cincuenta años. Basta de esas fórmulas ambiguas, tales como el «derecho al trabajo», o «a cada uno el producto íntegro de su trabajo». Lo que nosotros proclamamos es el derecho al bienestar, el bienestar para todos.

Nuestras Riquezas, Piotr Kropotkin.


Magnífico preámbulo estas palabras de Kropotkin que condensan en seis líneas la idea de cooperación internacional. Todo está dicho ya y dicho por alguien

El lema de esta convocatoria de concurso es tan sugerente que me anima a escribir , eso sí, variando algo su sentido, introduciendo algunos signos de puntuación en mi epígrafe. Cooperar, sugestiva palabra, atractivo concepto, es hacer algo material o inmaterial con otros para un mismo fin. Hacer no es solo pensar, es trabajar; con otros, supone trabajo en equipo; para un mismo fin, implica definición del objetivo a cumplir, del calendario y de los costes necesarios para conquistarlo, antes de empezar a trabajar.

La gestión del agua en España está llena de buenas intenciones, de acciones, de objetivos “de parte”… y de recursos económicos de casi nadie. La cooperación internacional, es tan políticamente correcta que a todos se les llena la boca poniéndola por las nubes y las inversiones destinadas a ella se publican por doquier. Pero…hay quien desconfía. Existe un Fondo de Cooperación para Agua y Saneamiento por un lado y por el otro Ingenieros Sin Fronteras publica en 2011 un estudio titulado “En el Fondo no hay agua, solo intereses”.

Hacer no es solo pensar, es trabajar; con otros, supone trabajo en equipo; para un mismo fin, implica definición del objetivo a cumplir, del calendario y de los costes necesarios para conquistarlo, antes de empezar a trabajar

En fin, ya volvemos a topar como siempre con el problema inabordable (¿por qué?), de la incapacidad de la administración para generar confianza en el administrado. La verdad es que a mí no me apetece dedicarle una línea más a la cooperación internacional, pues es tema que en la celebración del día mundial del agua otros tocarán con maestría y energía suficiente para que sus voces lleguen muy lejos. En mi modestia de inexperto, prefiero quedarme en casa y dedicar unas palabras a la cooperación intra muros en materia de agua, porque si no sabemos hacerlo aquí bien, difícilmente lo haremos fuera…mejor.

 ¿Cooperamos en materia de agua aquí? En el entorno hídrico, nuestros problemas son de todos conocidos, aunque no lo son tanto sus soluciones reales, sobre todo si se tiene en cuenta que las enormes inversiones a realizar en los próximos decenios solo para cumplir en la medida de lo posible los principios de las Directivas acuáticas, no tienen claramente definida su fuente de financiación: sequías, inundaciones, repercusión del calentamiento global, recuperación del buen estado ecológico en las aguas superficiales, del químico y cuantitativo en las subterráneas, restauración de riberas, eficiencia en el riego agrícola, mantenimiento de los caudales mínimos ambientales, defensa del espacio fluvial ante el “ataque retroactivo” de las infraestructuras y el urbanismo y un largo etcétera, son aspectos presentes en los planes de gestión de cuenca que deberían haberse concluido a finales de 2009 y por ello objeto del conocimiento, debate y crítica de la ciudadanía en los procesos participativos realizados. Solo la cooperación de todas las partes implicadas puede llevar a buen fin (¿?) la planificación (medio) hecha. Realizar lo que esos planes definan es otro cantar que exigirá aun más cooperación. En primer lugar, habrá que cooperar para definir un objetivo común alternativo al óptimo de la DMA si los elevadísimos presupuestos necesarios para llevarlos a cabo no acaban de aflorar a la superficie.

La reforma tarifaria en profundidad parece ineludible, ya que las tarifas actuales son totalmente insuficientes para abordar los presupuestos necesarios para implementar las medidas que un gran parte de la sociedad demanda, aunque no sé si sabe lo que cuestan ni si las demandaría si lo supiera. Este es un buen ejemplo de cooperación, rascarnos solidariamente el bolsillo y eso solo se consigue si ponemos nuestro dinero en las manos en las que confiamos. Agua cara (no la pago)- agua costosa (la pago porque al final, me sale a cuenta)

Conseguir esa confianza es una decisión política derivada de unos estudios científicos confiables, que obliga a redefinir el papel que la ciencia tiene en la política y viceversa, pues los retos planteados solo podrán resolverse integrando y aplicando conocimientos en un marco de colaboración entre científicos, políticos y ciudadanos, estructurando el actual cientifismo de la política con la politización de la ciencia para mejorar la sostenibilidad en todas sus dimensiones, pasando de la pluridisciplinariedad a la multidisciplinariedad y de ésta a la interdisciplinariedad o trabajo en equipo con espíritu abierto, donde las críticas sean aceptadas como propuestas de mejora y no como el inicio de un proceso inquisitorial contra aquello que se critica y sus defensores. Los actores son diversos, pues intervienen un gran número de disciplinas: biología, cartografía, demografía, derecho, economía, filosofía de la ciencia, geografía, geología, hidroquímica, ingeniería, paisajismo, pedagogía, politología, sociología, urbanismo ...

El papel de los indicadores socioambientales coo herramientas de cooperación

El apoyo fundamental para permitir una fluida y correcta comunicación entre los planificadores y los decisores políticos, el entorno científico técnico y la sociedad civil, viene dado por estos indicadores. Resulta indispensable crear un entorno amable de aprendizaje social que permita la transición a otra manera de pensar los problemas sociales y ambientales, mediante la construcción de un sistema de relaciones y de instituciones sociales capaces de abordarlos. Para ello hay que partir de una actitud humilde en el reconocimiento de las limitaciones de las percepciones, los conocimientos y los valores de cada parte, integrando todos y cada uno de ellos en la planificación para promover estrategias y acciones en la planificación hidrológica. El gran reto a asumir es del de la transición a la sostenibilidad reorientando los procesos actuales de creación de conocimiento, de ciencia y de tecnología.

Tanto las ciencias como las tecnologías hegemónicas hasta ahora consideradas como normales y únicas, son insuficientes para algunos de los retos que lanza continuamente la sociedad contemporánea, cada vez más interconectada y global. Entran en escena las ciencias del siglo XXI, sobre las que destacan la “sostenibiología”, ciencia interdisciplinaria que integra el conocimiento experto y no experto (¿recuerdan aquella alusión de la vetusta Ley de Aguas a preguntar siempre a los viejos del lugar?), o la evaluación integrada de la sostenibilidad, enfoque sistémico de evaluación y aprendizaje para la práctica política y social en la mejora de la sostenibilidad. Habrá que prepararse para asumir estos retos, es decir tendremos que trabajar todos en desaprender y por ello en el aprendizaje social, deconstruyendo para adaptarnos de la manera más eficiente posible a las circunstancias cambiantes que serán el escenario habitual de este siglo.

La promoción adecuada de la participación activa antes de la toma de decisiones relativas a la gestión de los recursos hídricos es la base sobre la que habrán de promoverse los procesos de aprendizaje social para conseguir la implicación activa que indica la Directiva marco del agua con el mayor grado de implicación posible de los participantes: nuevas formas y nuevas relaciones en un proceso en el que todos aprenden de forma continua a conceptualizar y reconceptualizar los temas clave de forma constructiva y cooperativa, creando capacidades sociales para enfrentarse a los problemas comunes en el contexto ambiental e institucional en que se desarrollan las actividades de los actores (la cuenca): aprender juntos para gestionar juntos.

No parece fácil, porque hay que superar las desigualdades de la estructura social, aprovechando la participación como potencial para el cambio y la adaptación socioecológica estructural a nivel institucional. No en vano los planes de gestión de cuenca, ya en avanzado estado de descomposición, son mecanismos ejemplificadores del interés por desarrollar los planteamientos de evaluación integrada con la participación de los agentes clave en la gestión del agua, incluidos los usuarios, con el objeto primordial de aprender juntos para gestionar (y planificar) juntos. Pero son tan caros…