El 53% de la superficie glaciar ha desaparecido en el Perú en un periodo de 54 años, debido al calentamiento global, según declaró el año pasado Jesús Gómez, director de investigación del Instituto Nacional de Investigación en Glaciares y Ecosistemas de Montaña (INAIGEM), lo que está provocando anualmente una pérdida promedio de 200 millones de dólares, según cálculo del Ministerio del Ambiente (MINAM).
El país andino, con 18 cordilleras y 2025 glaciares, posee el 70% de los nevados tropicales del mundo, hecho que lo ubica como uno de los nueve países megadiversos de América, pero se estima que en cien años desaparecerán estas grandes estructuras naturales de hielo.
El Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN) en el estudio Análisis del proceso de pérdida y retroceso glaciar a nivel nacional y el impacto a nivel regional (2023), informó que los departamentos que poseen la mayor cantidad de glaciares en el país son Cusco, con 747 glaciares, Áncash con 532 glaciares, Lima con 184 glaciares y Junín con 156 glaciares.
Citando cifras del MINAM (2022), CEPLAN señala que “Los glaciares proveen, para las montañas, el 26 % de agua para su superficie sembrada, mientras que para la costa corresponde al 68 %. Por otro lado, de la energía eléctrica consumida por el Perú, el 53 % viene de la energía producida por las hidroeléctricas, lo cual equivale a 39 669,4 (GWh)”.
Peligro por generación de lagunas inestables
Producto del retroceso glaciar y la transformación del hielo en agua, se han formado 8 355 lagunas aproximadamente en los Andes del Perú. Ante este fenómeno natural, el organismo rector del Sistema Nacional de Planeamiento Estratégico peruano, explica que “cuando los glaciares comienzan a derretirse, van drenando sus aguas, lo que no solo aumenta los caudales de los ríos, sino que dan origen a lagunas inestables”.
Y alerta que “estas lagunas pueden generar desastres ambientales cuando se rebalsan como los ocurridos en Áncash. Debe considerarse también que grandes trozos de glaciar pueden caer sobre lagunas y esto puede ocasionar los aludes y aluviones. De esta manera, se podría en peligro inminente a las poblaciones que viven en los valles glaciares”.
El CEPLAN pronostica que “la disminución o derretimiento de los glaciares traerá más consecuencias negativas como un fuerte estrés hídrico durante las épocas secas. Esto afectará directamente a la agricultura, energía y al suministro de agua potable como consecuencia directa de este fenómeno (Proyecto Glaciares, 2022)”, recomendando el monitoreo “constante de lagunas y de los glaciares para ir cuantificando su retroceso o su crecimiento. Esta medida preventiva ayudaría a reducir las vulnerabilidades de las poblaciones que viven en este tipo de ecosistemas”.
Gestión del agua y adaptación al cambio climático
El escenario glaciar del siglo pasado a la fecha ha cambiado 360 grados. Y si leemos correctamente el paisaje actual y su expresión en la disminución acelerada de las áreas de hielo, es necesario que la gestión del agua producto del deshielo se adecúe a la nueva realidad hídrica y medioambiental.
El derretimiento del hielo está aumentando el caudal de los ríos y por consiguiente el nivel del mar; el clima está variando en los Andes y su impacto se hará sentir en la costa y la selva; los ecosistemas y la biodiversidad están variando para adaptarse a las nuevas condiciones medioambientales; habrá menos agua dulce y se afectará el ciclo del agua y de los ecosistemas.
Todo esto tendrá un gran impacto ecológico, económico, político y social del país, por lo que la gobernanza debe adaptarse lo más rápido posible, promoviendo resiliencia con nuevas políticas de gobierno, disminuyendo y mitigando los efectos del cambio climático y el efecto invernadero.
La población rural, los ecosistemas y la producción de alimentos, por ejemplo, serán los más afectados si no se implementa una política nacional y estrategia hídrica de adaptación y mitigación ante el retroceso glaciar.
Además, los miles de nuevas lagunas demandan una urgente gestión de prevención hidroambiental: uno, porque son reservas de vida ante la desaparición del hielo; y, dos, porque muchas de ellas —contradictoriamente— son una amenaza latente de desbordes, huaycos y aluviones que atentan contra la vida de las poblaciones y la propiedad pública y privada en las cuencas media y baja.
La gran pregunta que se hacen los sociólogos es ¿qué impacto tendrá en la sociedad peruana la extinción total de los glaciares a fines del presente siglo?