Al parecer, la humanidad o al menos gran parte de ella, especialmente del lado de los países pobres, tiene los días contados. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua 2023, que acaba de culminar en Nueva York (EE. UU), fue lamentablemente un fracaso más en la historia mundial del agua. Habrá que esperar otros 50 años para una reunión similar, cuando la escasez del agua haya aniquilado por sed a una quinta parte de la población mundial.
Primero: la aprobada Agenda de Acción para el Agua adoptó increíblemente 689 compromisos, que no serán obligatorios cumplir por algún gobierno, dado que ―como es costumbre en la mayoría de los compromisos globales por el medio ambiente― "el resultado de esta conferencia no es un documento jurídicamente vinculante”, según expresó el presidente de la Asamblea General.
Este es el mayor problema que tenemos en la diplomacia hídrica mundial y que, desgraciadamente, nos llevará a una crisis global del agua, donde al parecer no habrá retorno para las generaciones venideras, hecho que se agravará con los efectos de la variabilidad climática, el desequilibrio de los ecosistemas, la sobrepoblación, la vorágine del consumismo y el deterioro ecológico del planeta.
Segundo: los 689 acuerdos dizque para “alcanzar la seguridad hídrica” demandan una inversión de 300.000 millones de dólares. Los países pobres no podrán financiar este requerimiento económico, y los países ricos, tienen otras prioridades, intereses muy alejados de la gobernanza hídrica, hecho que se corrobora con otros compromisos medioambientales que no se hacen realidad por la insuficiencia financiera, crisis agravada por la pandemia y el conflicto Rusia-Ucrania, que ha sumido a la economía mundial en recesión.
Tercero: las Naciones Unidas recién después de la pandemia del Covid -19 han reconocido que será muy difícil ―dada la coyuntura política y económica en el planeta― que cumplamos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) (y en especial el ODS 6 referido al agua y saneamiento) en el 2030. La gestión del agua no se ha priorizado, financiado, impulsado y contemplado en las agendas de gobierno, ni muchos menos ha habido intención de una transición ecológica de la economía. El mejor indicador de este problema es que un cuarto de la población de la Tierra continúa sin tener acceso al agua y el saneamiento, por ende, la pobreza y las desigualdades sociales aumentan en vez de disminuir.
Hay que destacar que el secretario general de la ONU, António Guterres, antes de iniciarse la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua 2023, resumió muy bien la problemática hídrica global: “El sobreconsumo y sobredesarrollo vampírico, la explotación insostenible de los recursos hídricos, la contaminación y el calentamiento global descontrolado están drenando, gota a gota, esta fuente de vida (el agua) para la humanidad”.
Cuarto: no debemos ser ilusos de alcanzar la gestión sostenible con justicia social del agua, mientras vivamos un sistema mundial donde unos pocos países y mega corporaciones priorizan la acumulación de capital y poder, mientras la gran mayoría muere de sed, hambre, enfermedades, inundaciones, sequías e incluso conflictos armados.