Desde el mes de noviembre, el planeta alberga 8.000 millones de habitantes. Hemos cuadriplicado nuestro número desde 1950 (India y China son los más poblados). Al 2.080 seremos 10.400 millones, pero debido a que hay una tendencia a tener menos hijos, al final de siglo nos reduciremos a 8,800 mil millones.
Más de dos mil años de civilización y cuando estamos viajando en el espacio buscando agua en marte y otros planetas, aquí en la Tierra debido a una inadecuada gestión de los recursos hídricos, 2.200 millones de personas no acceden a servicios de agua potable segura o en su hogar; 3.000 millones carecen de instalaciones básicas para lavado de manos; 4.200 millones no tienen servicios de saneamiento seguro y 300 mil niños mueren al año por la falta y/o contaminación del agua, según datos del Banco Mundial.
Son cosas del sistema mundial político y económico en el que vivimos, donde los pocos y poderosos hacen lo que les da la gana con los recursos naturales, para beneficio propio y acumular poder y riqueza sin límite alguno. No interesa si todos tienen agua o no, si se enferman o mueren.
La 27ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), fue un claro ejemplo de este desinterés inhumano, pese a que la ciencia nos ha alertado que estamos en un punto de quiebre para la existencia de la humanidad por nuestras malas prácticas ambientales y los efectos de la variabilidad del clima. No hubo ningún acuerdo importante, vital y trascendental, en contra de los agentes sociales contaminantes y a favor del planeta, como ha sucedido en sus 27 años de existencia institucional.
Volviendo al agua. ¿Hay suficiente agua para todos? sí; el 70% de la superficie de la Tierra está cubierta de agua (unos 1.386 millones de kilómetros cúbicos de agua), el 97% de ella es salada y el 2,5% es dulce.
¿Estamos en capacidad de dotar de agua a la población mundial? Sí, desde hace décadas, por la alta tecnología y conocimiento que hemos alcanzado, pero no ha habido interés y voluntad de hacerlo.
¿Y agua para las actividades económicas e industriales? También, pero gestionándola sostenidamente, cuidando, preservando y restituyendo los servicios ecosistémicos.
Finalmente, ¿qué hacer? Cosas sencillas, complicadas por la política: respetar el derecho humano fundamental al agua; dejar de lado intereses ajenos al bien común global; practicar la solidaridad internacional a través de la cooperación científica y financiera; promover la cultura de la resiliencia climática; y convivir pacíficamente y en amistad con la naturaleza.
¿Es mucho pedir?