El agua es un motor de vida y de desarrollo socioambiental. Perú, por lo tanto, tiene un promisorio futuro habida cuenta que es el octavo país con más agua en el mundo[1]. No somos un mendigo sentado en un banco de oro (por los minerales que poseemos); somos un ciudadano sediento al borde de un gran río.
El desafío es gestionar eficientemente los recursos hídricos, con visión de futuro, con mirada de estadista. Winston Churchill afirmó: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.
En el siglo pasado, pensando que el agua era un recursos infinito, administrarla eficientemente significaba solo construir grandes infraestructuras hidráulicas, y que el recurso llegara en cantidad suficiente a las ciudades y la agricultura. No se logró la seguridad hídrica, al contrario el estrés hídrico apareció en varios puntos del país.
En el siglo XXI la situación es completamente distinta. La visión ingenieril, gris, sectorista, agrarista y citadina, es reemplazada por una visión multisectorial, multidisciplinaria, trasversal, social, verde, humana y planetaria, considerando el agua como un elemento que se agota por acción antrópica y es afectada por el cambio climático.
Gestionar eficientemente el agua no es solo una responsabilidad nacional, es también una responsabilidad internacional para con el planeta, dado nuestro ingente recurso hídrico y la de Brasil. Este entorno demanda a nivel de la región: promover una política sudamericana común del agua[2], con una agenda vista al cumplimiento de las ODS al 2030 y la gestión de las cuencas transfronterizas.
Y, en nuestro país:
- Crear el Ministerio del Agua o adscribir la Autoridad Nacional del Agua a la Presidencia del Consejo de Ministros o al Ministerio del Ambiente.
- Actualizar la Ley de Recursos Hídricos y el Plan Nacional de Gestión de los Recursos Hídricos.
- Reimpulsar el Sistema Nacional de Gestión de los Recursos Hídricos.
- Modernizar y reestructurar la ANA, otorgándole la facultad de ejecutor de obras hidráulicas.
- Otorgarles autonomía administrativa, económica y financiera a los Consejos de Cuenca[3]; 6. eliminar las AAA y fortalecer las ALAs.
- Políticas nacionales de infraestructura verde, construyendo con la naturaleza; de tecnologías de riego sustentable basado en la huella hídrica; de financiación a través del principio “contaminado-pagador y usuario-pagador; de efectivo control y fiscalización del uso del agua; obligatoriedad del Certificado azul; y, de hidrosolidaridad y cultura del agua.
La meta es el desarrollo humano sostenible y amigable al medioambiente.