Una América Latina unida puede ser tan o más próspera y poderosa que una Unión Europea o alguna superpotencia, dada su riqueza natural, ubicación geopolítica y población ávida de una oportunidad de demostrar su valía en pos de la justicia global, el futuro de la civilización y la conservación del planeta.
Siempre hemos invocado ―con la humildad de nuestra opinión profesional y origen andino― que el futuro de los 46 países de América Latina y el Caribe, es una cuestión de voluntad, actitud, decisión, diplomacia y políticas colectivas regionales concertadas, vinculantes, con sentido social, inclusivo, ecológico, humano, democrático y de profundo cambio.
No por nada, el libertador venezolano Simón Bolívar soñó con una América libre, unida y solidaria como registró en su Carta de Jamaica de 1815, y luego expresara en una reunión americana en Panamá, que bien nos lo recuerda el escritor mexicano Teodoro Rentería: “…fue en 1824, cuando el gran libertador convoca a las nacientes naciones emancipadas en Latinoamérica (…) con el fin desde su visión futurista, como genio y figura que fue, de asegurar nuestra independencia plena, de conformarnos como un polo de poder, con el cual tener el peso suficiente, para tener vos y voto y así no ser avasallados antes los poderes vigentes de la Europa, y el gran poder emergente de la gran confederación naciente del hoy estado imperial de los Estados Unidos de Norte América.”[1]
Y parece que a ese camino enrumbaríamos, si realmente cumplimos y comprometemos con lo acordado en la XXII Reunión del Foro de Ministros de Medio Ambiente de América Latina y el Caribe, que se realizó el 1 y 2 de febrero de 2021, organizada por el Gobierno de Barbados y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Allí se abordó los desafíos y retos sociopolíticos y ambientales más apremiantes de la región y se firmó la Declaración de Bridgetown con ocho importantísimos acuerdos, llamando a “integrar la dimensión ambiental en el centro de los planes de recuperación del Covid-19 y promover una reactivación basada en la inclusión social, economías resilientes y bajas en carbono, y conservación y uso sostenible de recursos naturales”, con el propósito de lograr al 2030 los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Acuerdo de París sobre cambio climático y el Marco Mundial de la Diversidad Biológica posterior a 2020.
Los acuerdos adoptados tienen el título de ‘Fortalecer la acción por la naturaleza para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible’, que esperamos sean aprobados, promovidos y asumidos por las Naciones Unidas, con carácter vinculante y con sustento financiero suficiente para su implementación gradual en América Latina y el Caribe.
[1] Ver: alainet.org