La Minka permitió la seguridad hídrica y alimentaria en el antiguo Perú

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La organización, la disciplina, el trabajo comunitario y la voluntad de servicio fueron la base del imperio inca y su expansión en América del Sur, constituyéndose en la cultura más importante en esta parte del mundo.

La minka fue ese mágico concepto andino que hizo posible la seguridad hídrica y alimentaria en beneficio de una población de más de diez millones de habitantes, repartidos en lo que hoy es Chile, Argentina, Bolivia, Perú y Ecuador. Fue el secreto para administrar inteligentemente los servicios ecosistémicos brindados por la naturaleza y construir una sólida economía agraria y poder político, en un crecimiento sostenido, venciendo la pobreza. Lamentablemente, lo hemos olvidado.

La minka fue el trabajo comunitario obligatorio a favor de los ayllus, la nobleza, el inca y el Estado, para la construcción de obras públicas y militares; mientras que el ayni, fue la labor conjunta de mujeres y hombres dentro de su comunidad, en la construcción de viviendas, el desarrollo de la agricultura y el pastoreo local. Ancianos, viudas, discapacitados, huérfanos y recién casados eran ayudados por su entorno familiar o ayllu a través de este sistema económico-social.

En el caso de la gestión del agua, gracias al trabajo colectivo de la minka en el que intervenían soldados, esclavos y cientos y/o miles de personas pertenecientes a numerosos ayllus, hacían posible la construcción en corto tiempo de grandes represas, reservorios, canales y acueductos, que permitían abastecer de agua desde lagos, lagunas, ríos bofedales y ojos de agua hacia las ciudades, poblados, tierras agrícolas y ganado, por más lejanos e inaccesibles que estén, en perfecta armonía con la naturaleza y considerando el mínimo riesgo ante la inclemencia del tiempo.

La seguridad hídrica y alimentaria en el imperio incaico fue garantizada por la Minka, pero a través de una política pública vertical, casi militar, pero con sentido humano, igualdad de género y en beneficio de todas las clases sociales. El Estado con apoyo de los ayllus les brindaba a los participantes alimento, bebida, ropa y utensilios para el trabajo, pero en un ambiente de fiesta, celebración y agradecimiento a los dioses, dado que todos se beneficiaban aumentando su calidad de vida.

Si alguien en perfecta salud y en uso de todas sus facultades se negaba a participar en la minka era desterrado de su comarca, anulado su derecho a la tierra y enviado a las fronteras del reino, para trabajar en las nuevas tierras conquistadas, ya sea construyendo fortalezas, templos, caminos, tambos u otras obras que consolidaban el poder inca. Muchas veces eran desterrados con sus familias y tenían que transportar grandes bloques de piedras desde los Andes hacia la llanura.

Hasta hoy ―pese a la oposición de los conquistadores españoles y, posteriormente, a la indiferencia de 200 años de república―, en muchos lugares de la sierra peruana se sigue acostumbrando en pequeños poblados y comunidades campesinas esta acción social colectiva inca, generalmente donde el Estado no tiene presencia. Y siempre se realiza con espíritu solidario y festivo. Un conocimiento ancestral poco aprovechado en la gestión ambiental y de los recursos hídricos, y de gobierno.

Sobre el blog

Luis Luján Cárdenas
Sociólogo y Periodista, Magíster en Administración, especialista en Comunicación para el Ecodesarrollo, articulista en diversos medios escritos de Perú.