A propósito de mi artículo ‘¿Ministerio del Agua en el Perú?’, publicado hace poco en IAgua España, debo decir que en el planeta, dos países apuestan desde hace un buen tiempo por el Ministerio de Recursos Hídricos: China e India, acaso presionados principalmente por su impresionante crecimiento demográfico y económico, además de la preocupación de reducir importantes brechas sociales y enfrentar con éxito el efecto invernadero y el cambio climático.
El país dirigido por Xi Jinping creó el Ministerio de Recursos Hídricos en 1998, principalmente por graves problemas de sequías, desbordes e inundaciones, contaminación y erosión de suelos. Al mismo tiempo, la urgente creciente demanda de agua potable, saneamiento, alimentación, salubridad y energía para satisfacer las necesidades sociales y de infraestructura de más de 1,400 millones de habitantes. El portentoso despegue integral de sus actividades económicas e industriales, desde fines del siglo pasado, creó ―y sigue provocando― problemas en el transporte de agua a lugares desfavorecidos y la afectación a los ecosistemas acuáticos y ambientales. Este inconveniente se agrava por el uso de combustible fósil.
El Ministerio de Recursos Hídricos es producto de una gestión inteligente y sostenible, que considera un moderno marco normativo y de regulación, eficiente administración de sus cuencas hidrográficas, restauración progresiva de sus ecosistemas acuáticos, mejoramiento de la calidad del agua, desalinización y tratamiento de aguas residuales, uso racional del agua en el agro y la industria, investigación y desarrollo, mejoramiento del control y prevención de inundaciones y otros desastres, priorización de la cooperación internacional para compartir experiencias y conocimiento e implementación de una moderna tecnología hidráulica, cuya mayor obra es la Presa de las Tres Gargantas, la central hidroeléctrica más grande del mundo.
El mayor acceso al agua y el uso sostenible de sus servicios ecosistémicos ha mejorado ostensiblemente la calidad de vida de sus habitantes. Hace cuatro décadas, según el Banco Mundial, había 878 millones de pobres, hoy apenas existen 10 millones. La idea fue extender el desarrollo económico a las áreas rurales. China hoy es una potencia global que camina segura con gestión y tecnología propia.
India sigue sus pasos. En el 2019 creó el Ministerio de Recursos Hídricos, Riego y Generación de Energía, acaso un superministerio para hacer frente a una mega crisis ambiental histórica que no impide que camine hacia el desarrollo como una gran economía emergente. Su principal reto: la contaminación del 75% de sus aguas superficiales, resaltando el río sagrado de Ganges del cual dependen más de 600 millones de habitantes, de un total de 1,417 millones de habitantes, el más poblado de la Tierra. China es el segundo.
Los problemas ambientales e hídricos de la nación del pacifista Mahatma Gandhi son muy serios y críticos, agravados por la variabilidad climática, que ha alterado los patrones de las lluvias, desertificando y degradando el 30% de sus tierras. Esto ha motivado que recurra a la sobreexplotación de sus acuíferos, siendo el país que más agua subterránea consume en el mundo: extrae más de 250.000 millones de metros cúbicos al año, 25% del recurso acuífero planetario.
El Ministerio de Recursos Hídricos de India está recurriendo a la gestión sostenible del agua con la cooperación y ayuda internacional y con socios tecnológicos; al intercambio de conocimiento, investigación y el desarrollo (ha creado el Instituto Nacional de Hidrología y la Agencia Nacional para el desarrollo del Agua); renovando y actualizando sus políticas hídricas, priorizando la limpieza y rescate de sus fuentes naturales de agua. Aquí ha concentrado esfuerzos en la recuperación del río Ganges, a través de un préstamo de US$ 1,000 millones de dólares por parte del Banco Mundial, calculándose que necesitaría alrededor de 100 mil millones para el rescate de sus 2,525 km de longitud. Y su segunda labor principal es la recolección y tratamiento de aguas residuales y el control de la contaminación industrial en los ríos de las principales ciudades.
Otro serio problema es la débil cultura del agua y la participación social de sus habitantes, por lo que está fomentando la investigación y el desarrollo, la limpieza y rescate de ríos, la reforma de sus políticas hídricas, campañas nacionales de limpieza de los ríos y la promoción de buenas prácticas hídricas. La tarea es inmensa y el proceso es lento por su débil gobernanza, en un país que por milenios ha vivido ―y vive― en constante y permanente contaminación física, aérea y sonora de sus ciudades ampliamente populosas, y con costumbres y hábitos reñidas al respeto del medioambiente, en sus distintos niveles sociales.
Dada su incidencia comercial, política, científica y militar en el panorama internacional, India está decidida por mejorar la gestión de los recursos hídricos, más aún siendo un referente por su voluntad a favor del desarrollo de los países pobres y en vías de desarrollo. Se avizora un quiebre ambiental en la India, al dictaminar el máximo tribunal del estado de Uttarakhand, al norte de India, un reconocimiento a los ríos Ganges y Yamuna como una entidad viviente, con todos los derechos, deberes y responsabilidades de una persona. El agua es la esperanza de 300 millones de pobres de la India.