Pocos conocen que el oso andino o de anteojos vive en América del Sur solitariamente (excepto las hembras que se trasladan con sus oseznos) unos cincuenta años; y, como todo ser vivo, tiene una vital importancia en el ciclo de la biodiversidad, ayudando a dispersar y sembrar semillas que transporta en su frondoso pelaje o deposita a través de sus heces, contribuyendo a la polinización; además de regenerar bosques y la protección de cabeceras de cuencas.
El oso juega un papel importante en la introducción de especies contribuyendo a la regeneración vegetal del hábitat, donde vive en un radio de acción muy grande, como lo comprueba la investigación[1] de la bióloga peruana Ángela Arapa, realizada en la selva central de Perú, específicamente en el Parque Nacional Yanachaga Chemillén[2], área protegida por los indígenas amazónicos yaneshas[3] y colonos de ascendencia austroalemán, ubicada en los distritos de Oxapampa, Pozuzo, Huancabamba, Villa Rica y Palcazú, pertenecientes al departamento de Pasco.
Arapa agrega que “mucha de la admirable biodiversidad actual de la Tierra es producto de aquella inadvertida interacción entre plantas y animales, relacionándose para conseguir un mutuo beneficio, tal como sucede con la dispersión de semillas, que constituye una característica inherente a la dieta notablemente herbívora del oso andino (tremarctos ornatus)”.
Agrega la estudiosa que “bajo estas condiciones, el tremarctos ornatus, —único úrsido sudamericano conocido como ‘oso andino’, por ser propio de la Cordillera de los Andes, u “oso de anteojos” (en alusión a la forma de las manchas blancas en su rostro) —, es considerado un importante dispersor de semillas (Rivadeneria-Canedo, 2008[4]); sin embargo, vive amenazado por la cacería y, la creciente fragmentación y destrucción de sus hábitats, que podrían trascender en su extinción”.
El oso andino es una especie ‘paraguas’; es decir, que influye en la conservación de la mayor cantidad de cohabitantes en su entorno de vida. La degradación o reducción de su hábitat, causaría una vorágine de extinción de especies animales y vegetales en diferentes escalas, con terribles efectos en la cadena trófica[5] natural, que terminaría afectando la estabilidad del ecosistema en diferentes puntos rurales y amazónicos.
En ese sentido, el Plan Nacional de Conservación del Oso Andino (2016) y el Plan Nacional para la Prevención y Control de Conflictos entre Seres Humanos y Fauna Silvestre, implementados por el Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre (SERFOR), necesitan ser acelerados estratégicamente, convenientemente financiados y correctamente difundidos y concienciados públicamente, considerando variables importantes como el tema de la igualdad de género, la activa participación de los jóvenes, la interculturalidad, la promoción del voluntariado y el fortalecimiento de la investigación.
La publicación "El conflicto entre personas y osos andinos en el Perú[6]", plantea algunas soluciones interesantes para la supervivencia del oso, como por ejemplo: mejorar técnicamente la ganadería y fortalecer su protección a través de la estabulación (establos) o semiestabulación del ganado o zonificarlo con apoyo municipal; restringir el uso de ganado vacuno en zonas prohibidas; rotar o pastorear cerca de viviendas o comunidades; planificar recorridos comunales para la revisión del ganado; y, el manejo de los animales muertos mediante su entierro.
También propone desarrollar actividades económicas alternativas, como el cultivo de aguaymanto[7], producción de miel, talleres de telares, turismo, un mayor diagnóstico y monitoreo de la interacción humano-oso; promoción y capacitación en educación ambiental a los voluntarios comunales; utilización de perros entrenados para proteger el ganado; o prácticas naturales y nativas como la quema de semillas secas de ají, kion, mostaza, o mezclas de ajo, orina humana y ají, pimienta en polvo con tabaco y/o muñecos tipo espantapájaros, en este caso espantaosos.
Gestionar científicamente el conflicto oso-humano en el Perú es un gran reto –como lo es en otros puntos del planeta—, pero también lo es con otros –mal llamados— ‘animales problema’, como el puma y el zorro, cuya cacería y muerte en los andes no es una solución valedera, porque atenta contra el equilibrio no solo de la naturaleza sino del binomio sociedad-naturaleza.
[1] ARAPA APAZA, Ángela Maribel. (2012) “Dispersión de semillas por el oso andino (tremarctos ornatus cuvier 1825): beneficios del mutualismo y consecuencias para la conservación en áreas naturales protegidas de la Selva Central. Pasco – Perú”. Tesis. Puno, Perú. Ver aquí.
[2] En quechua: Yanachaga, negra; y, en yánesha: Chemillén, quemado.
[3] En lengua yanesha ‘nosotros la gente’. Olvidada etnia amazónica de unos seis mil habitantes.
[4] RIVADENEIRA-CANEDO, Catalina. (2008). Estudio del oso andino (Tremarctos ornatus) como dispersor legítimo de semillas y elementos de su dieta en la región de Apolobamba-Bolivia. Instituto de Ecología - Universidad Mayor de San Andrés. La Paz, Bolivia. Ver aquí.
[5] Cadena alimenticia que consiste en un proceso de transferencia de sustancias nutritivas a través de las diferentes especies de una comunidad biológica, en la que cada una se alimenta de la precedente y es alimento de la siguiente, base de la biodiversidad y ecosistemas.
[6] ROJAS-VERAPINTO, Roxana; ZEGARRA, Rosa; GUTIÉRREZ, Roberto & BERAÚN, Yuri. (2019) Conviviendo con el oso andino en el Perú. Diagnóstico y pautas para el manejo de los conflictos humano-oso. SERNANP. Sociedad Zoológica de Fráncfort Perú (FZS Perú), 1ra. Edición. Lima, Perú.
[7] Physalis peruviana, producto andino, energético, antioxidante, contra el asma, antidiabético, consumido desde la época de los incas.