El bienestar de una sociedad va de la mano de la política y la economía. Y los nuevos vientos de desarrollo social apuntan a una política inteligente y hacia la economía verde, que aún Latinoamérica no digiere, tal como lo demuestran los disturbios registrados en Bolivia, Ecuador, Chile y la sensible coyuntura sociopolítica en Perú.
Y para que transitemos hacia un gobierno inteligente y economía verde es necesario las siguientes condiciones: 1. voluntad política para una reforma estructural; 2. compromiso empresarial; 3. diversificación económica; 4. nueva matriz energética; 5. inclusión de género y multiculturalidad; 6. gobernanza medioambiental; y, 7. cultura ciudadana. Solo así podremos cumplir –o acercarnos por lo menoslos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) acordados en Naciones Unidas.
La economía verde hará posible una gobernanza eficiente, fundamentalmente en la conservación y el uso sostenible de los recursos naturales, el respeto a los pueblos originarios, una mínima huella ecológica, la puesta en valor de la diversidad biológica, la responsabilidad ecosocial de la empresa privada, la diversificación económica, la generación de más y nuevos empleos, la justicia social y el progreso nacional.
Las políticas, planes y estrategias públicas deben estar signadas en el marco de una nueva visión de región, con constituciones renovadas, actualizadas, que expresen el sentir de los pueblos, que transforme realmente las estructuras sociales, modernice el Estado, transparente la práctica pública y realmente mejore las condiciones de vida ciudadanas.
La gobernanza pública inteligente necesita de una gestión sistémica, multidiversa, holística, innovadora y científica, y no de forma parcial, sesgada y desconectada del entorno ecosistémico, social y político. Agua-bosques-tierra-aire-diversidad biológica-sociedad son una unidad dentro de la diversidad.
Siendo nuestra región amazónica un sistema geopolítico complejo en un entorno de globalización y cuidado del planeta, es necesario que el estamento político sea el más idóneo para dirigir el destino de 400 millones de habitantes, más de la tercera parte en pobreza, mientras 60 millones agonizan en la extrema pobreza, tendencia que aumenta en este último segmento social pese a los buenos pronósticos económicos en América Latina; y, ello, demanda profundas reformas estructurales, especialmente en el sistema político-económico, que efectivamente reduzca las brechas sociales y sea más equitativo en el reparto de la riqueza nacional.