La Autoridad Nacional del Agua (ANA) de Perú está cumpliendo quince años y al parecer está tomando el liderazgo en la prevención de los desastres naturales. Los fenómenos climatológicos, especialmente las fuertes lluvias, amenazan al país, en los departamentos de Tumbes, Piura, Lambayeque, La Libertad, Áncash, Lima e Ica. Y la sequía preocupa al norte.
Según el D.U. 015-2023, la ANA ejecutará obras hasta fin de año por un monto de S/ 975.851.279. Se adquirirán maquinarias, unidades de transporte, equipos, insumos y se contratará servicios para limpiar, descolmatar y fortalecer defensas ribereñas en los cauces de ríos y quebradas; se elaborarán expedientes técnicos e implementarán barreras dinámicas en las quebradas (que tanto éxito han tenido en las quebradas de Lima), con el objetivo de reducir los riesgos, vulnerabilidades y daños que provoque el Niño global, que junto al cambio climático, son retos mayúsculos para el gobierno.
“Del total de 518 intervenciones previstas, en Tumbes se atenderán 29 puntos críticos; 94 intervenciones en Piura; 90 en Lambayeque; 88 en La Libertad; 90 en Áncash; 45 puntos críticos en Lima Metropolitana, con excepción de los ríos Chillón y Lurín, donde hay 18 puntos críticos que serán atendidos con maquinaria que comprará la ANA. En Ica se intervendrá en 82 puntos críticos y en la cuenca del río Virú son 14 puntos críticos”, señala en su página web el ente rector y técnico del agua.
Riesgos de desastres y gestión del futuro
Es una gran responsabilidad sobre los hombros de la ANA. El tema es complejo y multidimensional y llama a gestión en prevención a mediano y largo plazo. La variabilidad climática no avisa y crea incertidumbre en la gobernabilidad pública, en la inversión privada, en los programas sociales, en la lucha contra la pobreza y en la sostenibilidad de los servicios ecosistémicos del que dependen las actividades industriales, económicas y sociales.
Adaptarnos y mitigar los embates de la naturaleza, especialmente por la variabilidad climática, requiere de una visión y una práctica compartida multisectorial, holística, multidimensional y multidisciplinaria. No solo es cuestión de ingeniería y obras grises. Es mucho más: es cuestión de ciencias del agua y del medioambiente; de soluciones basadas en la naturaleza, como bien lo hacen los Países Bajos; de trasferencia de conocimiento a través de la cooperación internacional; de educación ecológica y cultura de la seguridad, como lo hace Japón; de ciudades verdes y reforestación, como en Italia; de políticas verdes como lo hace la Unión Europea; en fin, de transición ecológica, tal cual lo ha comprendido España y apunta a la modernización de su Estado.
También es una cuestión social y económica
Administrar los servicios ecosistémicos en un entorno de cambio climático tiene mucho que ver con las ciencias sociales. La psicología social es imprescindible para preparar a la población ante la angustia, el pánico y la incertidumbre de que en cualquier momento tu vida y la de tus seres queridos va a cambiar ante una mala gestión pública de desastres; la economía evaluará el impacto de los daños y el costo de la prevención, y su incidencia en los múltiples sectores de la producción, los servicios, la industria, la alimentación y la energía y en el propio Estado y su presupuesto público; la sociología estudiará el impacto de los fenómenos meteorológicos en las relaciones sociales, en la alteración de las clases sociales, el empobrecimiento, la caída del empleo y de las oportunidades laborales, el impacto en la educación; el derecho deberá proponer la actualización y modernización del marco legal en relación a nuevos escenarios sociales…en fin.
Es bueno recordar, como bien señala la ANA que por cada S/ 1.00 sol invertido en prevención, nos ahorraremos S/ 15.00 soles en daños, pero lo más importante: evitaremos pérdidas humanas. El tema es muy serio y gravitante para la seguridad, las futuras generaciones y el desarrollo nacional.