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La sociedad de los niños caranques

Sobre el blog

Luis Luján Cárdenas
Sociólogo y Periodista, Magíster en Administración, especialista en Comunicación para el Ecodesarrollo, articulista en diversos medios escritos de Perú.
  • sociedad niños caranques

El inca Huayna Cápac con un ejército de más de 40 mil soldados resiste el embate de las superiores fuerzas del scyri Cacha Duchicela, cuyo hábil general Calicuchima –quien había combatido contra Túpac Yupanqui, padre del inca— ejecutó una hábil maniobra militar, que fue debilitando progresivamente las huestes del Cusco, aunque no todo estaba dicho, en esta sangrienta batalla en territorio ecuatoriano.

El enfrentamiento fue encarnizado y los rebeldes llevaban la delantera dada su superioridad numérica, pese a la traición de algunas de sus huestes, logrando acorralar al inca y un grupo de su guardia personal. Cuatro de sus mejores oficiales tuvieron que sacrificarse y morir para lograr rescatar al soberano del cerco de los insurrectos y llevarlo a lugar seguro entre las filas de sus combatientes.

Un orejón —llamado así por su grandes aretes de oro colgando de sus orejas— designado general, distingue en el fragor de la batalla, a Cacha Duchicela, sentado y observando optimistamente la batalla desde una posición alta, impedido de participar directamente por una lesión en una de sus piernas en un combate anterior.

Desde una distancia de casi 40 metros, empuña su lanza y con toda la fuerza de su brazo derecho la lanza hacia el cielo trazando la curva de la muerte y atraviesa el pecho de Duchicela, cuyo cuerpo cae mortalmente a la tierra ante el estupor de su séquito, falleciendo a los pocos minutos, no sin antes arengarlos a que sigan luchando por la libertad de su pueblo.

El desconcierto como una corriente eléctrica recorre las filas caranquenses paralizando el accionar de sus soldados. Unos huyen, otros se rinden, pocos continúan peleando, lo que es aprovechado por los soldados incas, para avasallar implacablemente un ejército descabezado, cuya mística, valentía y ansias de libertad desapareció en cuestión de segundos con la muerte de su líder. La derrota es inminente. Huayna Cápac recupera los territorios del norte conquistados por su padre consolidando al Tahuantinsuyo como el imperio más grande de América en apenas tres siglos.

En un gesto de benignidad, el inca triunfador, ordenó que se les permitiera a los caranques rendir honores a sus líderes muertos en el combate. En una clara acción de rebeldía y reto al poder del soberano, los caranques vencidos proclamaron a Paccha, la única hija de Cacha Duchicela, como su sucesora, quien asistió al funeral de su padre y de sus soldados caídos en combate.

Varios historiadores especulan que los prisioneros, mayormente caranques, en un número de entre 20 y 50 mil, por orden de Huayna Cápac e ignorando el pedido de clemencia y las súplicas de Paccha, fueron degollados y sus cuerpos lanzados a las aguas del lago, que se tiñeron de rojo por la gran cantidad de sangre de los asesinados.

Fue tal la cantidad de cadáveres sin cabeza, que hasta hoy se registran hallazgos de montículos de restos óseos en el fondo del lago, que desde ese entonces fue llamado Yaguarcocha (Lago de sangre).

El dantesco cuadro horrorizó a las mujeres y niños caranques sobrevivientes, creándose una pesadilla por siempre en la memoria local, con el mensaje tácito que nunca más habría que sublevarse al poder del Inca, hijo del sol.

Se afirma que Huayna Cápac expresó al término de la masacre: “ahora sois todos unos niños y no podrán combatir a mi ejército”, porque no quedó vivo ningún hombre adulto.

A partir de esa aciaga fecha, los caranques fueron denominados despectivamente como huambracunas, esto es, nación de los niños o los muchachos.

Huayna Cápac, para dar término a los levantamientos en Quito e unir al reino del norte con el Cusco, decidió desposar a Paccha, naciendo de esa unión Atahualpa, el último inca del gran imperio del dios Inti.