El 3 de marzo se celebra el Día Mundial de la Vida Silvestre. En este día es necesario llamar la atención, crear conciencia y promover el compromiso de personas de buena voluntad, de lo que está ocurriendo en Perú, en el departamento de Madre de Dios, reconocida como “Capital de la Biodiversidad” por la Ley N° 26311, debido a su riqueza en flora y fauna casi única en el mundo. Allí, la irresponsable mano del hombre por afán de enriquecimiento con minerales, madera, productos agropecuarios y venta de animales y especies vegetales, está dañando irreparablemente un valioso ecosistema; en mi opinión, un atentado de lesa humanidad contra el planeta.
Acaso una alhaja de oro, una fina madera para el decorado de residencias, una exótica ave enjaulada o jardines privados con bellas flores, importan más que la vida de 1,847 especies de plantas, 214 de mamíferos, 755 de aves, 259 de peces, 123 de reptiles y 124 especies de anfibios[1], que habitan indefensas y desprotegidas en Madre de Dios, en tres Parques Nacionales (Bahuaja Sonene, Manu y Alto Purús); una Reserva Nacional (Tambopata) y dos Reservas Comunales (Amarakaeri y Purús)
La extracción ilegal de oro, la deforestación, la caza furtiva, la agricultura irresponsable, el cambio en el uso del suelo, el crecimiento de las ciudades, el aumento poblacional, la explotación de gas y petróleo ―agravado con los efectos del cambio climático―, están contaminando y destruyendo el hábitat de animales y plantas. Están al borde de la extinción, por ejemplo, el guacamayo de cabeza azul, el caimán negro, la nutria y el armadillo gigantes, el águila arpía más grande del mundo, que ―¡oh, desgracia!― anida en el árbol shihuahuaco, también por desaparecer, al igual que el cedro y la caoba, que son exportados a EE.UU. y Europa, para engalanar grandes mansiones y complacer gustos “exquisitos” de “gente refinada”.
De acuerdo a un estudio efectuado por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (USEPA), no solo la vida silvestre está siendo afectada por acción antrópica, sino también culturas indígenas. Más del 70% de la población de Madre de Dios, posee en sus cuerpos altas concentraciones de mercurio, por el consumo de pescado contaminado por aguas de ríos contaminados, condenándolos a múltiples enfermedades y a la muerte a decenas de sociedades tribales, atentando la existencia de culturas, religiones, tradiciones, dialectos, costumbres, hábitos, en fin, particulares expresiones humanas en proceso de extinción.
Conservar y proteger los bosques amazónicos no es responsabilidad solo de un gobierno de un país determinado, sino es un compromiso mundial, porque de por medio está el futuro del planeta y toda la vida que ha surgido en ella después de millones de años de evolución, sea por voluntad de Dios o en forma natural y evolucionista como planteó Charles Darwin.
No es posible que hablemos de sociedades del bienestar en Europa, o el “sueño americano” en los Estados Unidos, o los países de lujo en Arabia, cuando la amazonia en América del Sur, pulmón de la Tierra, desaparece inexorablemente como consecuencia de un sistema capitalista de nueva generación, cuyos vicios sociales y deformación económica persisten por más de trescientos años, afectando seriamente nuestro gran hogar azul y verde, responsabilidad que en algún momento ―opino― enfrentará la justicia terrena o divina.
[1] Estrategia Regional de Diversidad Biológica de Madre de Dios al 2021 (2015). Ed. Gobierno Regional de Madre de Dios. 1ra. Edición. 2015. Lima-Perú.