Comenzamos en este mes de enero un nuevo año natural, un ciclo de doce meses constituido por una secuencia de estaciones y estados hidrológicos diversos caracterizados por variables como la precipitación, temperatura y caudales circulantes por los ríos que forman parte de una cuenca hidrográfica.
En nuestra latitud existe una tendencia natural anual marcada por los periodos de mayor abundancia de aguas superficiales, primavera y otoño, frente a los más secos invierno y, especialmente, verano.
Los años hidrológicos se establecen del 1 de octubre de un año al 30 de septiembre del siguiente
Para adaptarse a esta realidad hidrológica natural, los años hidrológicos se establecen del 1 de octubre de un año al 30 de septiembre del siguiente, comenzando de este modo un ciclo nuevo de registro de caudales cuando éstos suelen hallarse en valores mínimos anuales tras los meses de menor precipitación.
Aunque no todos los años el comportamiento de una cuenca hidrológica es el mismo, debido a la intensidad y variabilidad (temporal y espacial) de la distribución de precipitaciones y temperaturas, sí que se reproducen ciertos patrones estadísticos relativos tanto a la magnitud de los caudales como a la ocurrencia de eventos de inundación y sequía en cada río o subcuenca.
Cuanto más larga sea la serie de datos registrada en estaciones de aforo, mejor se podrán establecer los caudales característicos de un tramo fluvial.
Este régimen natural de aportaciones alcanza sus mínimos en los meses de estiaje (julio-agosto) y coincide con las mayores demandas hídricas de los aprovechamientos consuntivos agrícolas. Por ello, es necesario regular los caudales mediante embalses que permiten suplir los volúmenes de agua demandada en estiaje (campaña de riego) con aquellos almacenados, una vez satisfechos los caudales ecológicos, durante los meses de otoño y primavera en los que las aportaciones naturales eran mayores y superaban las demandas.
Es, por tanto, una situación normal que en los primeros meses del año hidrológico (octubre-noviembre) los embalses se hallen en volúmenes mínimos tras haber realizado su función de depósito-almacén para satisfacer las mayores demandas del verano. Por el contrario, es también esperable que en primavera se alcancen los volúmenes de agua almacenada mayores con el objetivo de garantizar la demanda durante la campaña estival.
Es normal que en los primeros meses del año hidrológico (octubre-noviembre) los embalses se hallen en volúmenes mínimos
No siempre la naturaleza nos permite alcanzar este equilibrio entre la oferta y la demanda de agua (los estudios se realizan con datos de aportaciones medias anuales) y por eso existen años húmedos o secos (o incluso ciclos).
Esperemos que en el presente año hidrológico la lluvia sea suave pero abundante, y que las crecidas naturales sean poco dañinas. Pero si así no fuera, la adecuada gestión de los embalses y los sistemas naturales de retención fluvial permitirán laminar los caudales máximos de las avenidas y almacenar el agua para cuando no se produzcan aportaciones naturales dentro del ciclo hidrológico natural.
Este artículo se publicó originalmente en el Newsletter de la Confederación Hidrográfica del Ebro y se reproduce en iAgua con su expreso consentimiento.