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Hoja de ruta para hacer frente a la sequía que pasa por la agricultura de alto valor

Sobre el blog

Manuel Martín Arroyo
Ingeniero de Montes e Ingeniero Técnico Agrícola con certificación en Marketing y Comunicación, dedicado al desarrollo de proyectos y soluciones en los ámbitos del agua y la agricultura. También desarrollo mi actividad como productor agrícola.
  • Hoja ruta hacer frente sequía que pasa agricultura alto valor

¿Qué es la sequía? Aunque no existe una definición universal homologada, podemos decir que se trata de una anomalía transitoria, más o menos prolongada, que se caracteriza por un periodo de tiempo con precipitaciones inferiores a los normales en una determinada región o área geográfica. La causa inicial de toda sequía es la escasez de precipitaciones y es conocida como sequía meteorológica, lo que deriva en una insuficiencia de recursos hídricos (sequía hidrológica) necesarios para abastecer la demanda existente.

La sequía se ha convertido en un asunto de Estado, debido al carácter estratégico que posee el uso del agua y la escasez de recursos hídricos que venimos padeciendo en España en los últimos años como consecuencia de los prolongados periodos de reducidas lluvias y debido al agravamiento de los efectos del cambio climático. En la actualidad, el agua embalsada en España se sitúa en el 36% de su capacidad total, un dato excesivamente bajo y preocupante, siendo la Cuenca Hidrográfica del Guadalquivir la que menores reservas tiene, con un 22% de agua embalsada de su capacidad total.

Los expertos en clima aseguran que España es una de las regiones europeas que más sufrirá los efectos del cambio climático y vaticinan que dos tercios de su territorio se encuentran en riesgo de desertización. Además, prevén que los fenómenos meteorológicos extremos se acentuarán más en el futuro, lo que significa que los periodos de sequía serán cada vez más prolongados y sus consecuencias serán más graves desde el punto de vista económico, social y medioambiental.

Si a ello le sumamos los episodios de temperaturas extremas, cada año más frecuentes y que se producen en épocas más atípicas, el resultado es aún más peligroso. Una de las consecuencias de esta confluencia de fenómenos es una mayor propensión a sufrir incendios, tal y como está sucediendo en los últimos años en la Península Ibérica. A primeros de agosto de 2022 España acumulaba más de 236.000 las hectáreas calcinadas en su territorio, lo que supone el 40% del total de la superficie quemada en toda la Unión Europea, según los datos del Sistema Europeo de Información de Incendios de Copernicus.

Ante esta delicada situación, se hace indispensable tomar medidas para prevenir y hacer frente a la sequía y a sus consecuencias. Para ello, es necesario aplicar una correcta planificación y una óptima gestión de los recursos hídricos disponibles, aprovechando al máximo todas las alternativas a nuestro alcance, ya sea la desalación de agua de mar, los trasvases interterritoriales, la recuperación y regeneración de aguas residuales y recogida de aguas pluviales.

También es muy importante administrar mejor la disponibilidad del agua y modernizar los sistemas de gestión, ya sean las conducciones, la captación de cauces, la regulación de crecidas, así como la construcción de embalses artificiales allí donde sea posible. Sin olvidarnos de seguir innovando e investigando para aprovechar las nuevas tecnologías e investigaciones que nos permitan avanzar hacia la búsqueda de nuevas alternativas y hacia un mejor aprovechamiento de cada gota de agua.

A pesar de que más del 70% de la superficie de la Tierra está cubierta de agua, alrededor del 0,003% es dulce, de ahí que la desalación sea, aparentemente, una buena opción. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la desalación es un proceso caro, que aún requiere que avance la tecnología para lograr un abaratamiento que permita extender su uso con una alternativa rentable, sobre todo, para su uso agrícola, además de que aún quedan por resolver numerosas incógnitas sobre su impacto medioambiental, tal y como queda reflejado en el estudio ‘El estado de la desalinización y la producción de salmuera: una perspectiva global’ ,elaborado por científicos de Naciones Unidas. Actualmente, el uso de agua procedente dela desalación de agua de mar está concentrada en las zonas litorales.

En cuanto a los trasvases, al margen de que dependen de la solidaridad entre territorios y de que, debido a la gestión política de cada comunidad autónoma, su uso como alternativa real cada vez es más complicado, lo cierto es que deberían ser una fuente a tener muy en cuenta ante la sequía que estamos padeciendo teniendo en cuenta la situación de cada región para no ‘desvestir a un santo para vestir a otro’, sino que haya argumentos económicos, sociales y medioambientales que los justifiquen y puedan llevarse a cabo sin poner en peligro las zonas emisoras de agua. Lo más razonable es utilizar, en la medida de lo posible, aquellos que ya se encuentren construidos, mientras que parece menos lógico emprender nuevas infraestructuras a la vista de su elevado coste y las dificultades de su uso óptimo posterior, lo que dificultaría su amortización económica, social y medioambiental.

Por su parte, el uso de aguas regeneradas representa un interesante ‘plan B’ para paliar el problema de sobreexplotación de los acuíferos que existe en muchas zonas de España, donde el 40% de este tipo de recursos se encuentra en mal estado, según la ONU, contribuyendo a su recarga de forma natural. El Parlamento Europeo aprobó en mayo de 2020 un nuevo marco normativo para el uso seguro de aguas regeneradas, que requieren ser sometidas a procedimientos de depuración. Para avanzar en este tipo de técnicas es necesario mejorar la tecnología disponible, para lo que se requiere un mayor impulso inversor por parte de las entidades públicas y privadas, al igual que para ahondar en la investigación de nuevos procesos de desalación. Este uso tiene gran importancia en las zonas litorales, donde permite aumentar el recurso disponible.

La recogida de lluvias ha comenzado a tenerse cada vez más en cuenta en los proyectos agronómicos y ya son muchos los que se diseñan sobre el papel contando con las infraestructuras necesarias para el aprovechamiento del agua que cae del cielo. Este hecho diferencial se tiene en cuenta posteriormente a la hora de comercializar los productos que se cultivan, ya que contribuye a reducir la huella hídrica y, por lo tanto, se obtiene un mejor precio por parte de las cadenas de distribución, que demandan cada vez más este tipo de alimentos, a petición de los consumidores, que buscan una mayor sostenibilidad y están dispuestos a pagar más por ello. Para su aplicación es importante tener en cuenta el estudio sobre su impacto en la cuenca afectada y la época donde se va a llevar a cabo, para que no tenga un impacto negativo sobre dicha cuenca.

Para un mejor aprovechamiento y paliar el problema de estrés hídrico que padecen muchos territorios en España ante la escasez de agua y de fuentes alternativas, es muy importante contar con la tecnología necesaria para modernizar los sistemas de regadío avanzando hacia métodos inteligentes y de precisión, además de mejorar las redes de distribución con el objetivo de minimizar las fugas y las pérdidas de agua, reducir todo lo posible la huella hídrica y potenciar todo lo posible el binomio agua-energía renovable aplicado a la agricultura.

Para paliar el impacto de la sequía en la agricultura, teniendo en cuenta que es uno de los sectores más castigados, es fundamental un uso correcto y eficiente de la tierra y de las técnicas agrícolas, así como una adecuada selección de plantas y establecimiento óptimo de dosis de siembra o marcos de plantación, al objeto de que soporten cada vez mejor el estrés hídrico y sean resistentes a las sequías. A ello se une la necesidad de apostar por cultivos de alto valor para que el uso de la tierra y el agua genere la mayor productividad y rentabilidad posible y muy importante.

Especial importancia adquiere la aplicación de técnicas de riego deficitario controlado. Este método consiste en regar la explotación por debajo de sus necesidades óptimas, con el menor impacto posible sobre la producción y la calidad de la cosecha. Cuando reducimos el riego en los periodos considerados no críticos, es decir, durante los estados fenológicos del cultivo menos sensibles al estrés hídrico, y se satisfacen por completo sus requerimientos en los periodos críticos más sensibles.

Además de las innovaciones proporcionadas por las nuevas tecnologías para optimizar el uso del agua para regadío, debemos consolidar una cultura de la gestión integrada de los recursos hídricos, a través de la puesta en marcha de políticas más transversales y coordinadas entre las diferentes administraciones gubernamentales, aprovechando todas las posibilidades que ofrece la colaboración público-privada y haciendo partícipe a la ciudadanía de forma que se sienta más sensibilizada y comprometida con los procesos de cambio que necesitamos.

España debe reformular su Plan Hidrológico Nacional, pues el que está en vigor data de 2001. Es necesario actualizar la estrategia teniendo en cuenta la situación que vivimos hoy, que es diferente a la que teníamos hace dos décadas, además de poner la mira en un horizonte temporal, con objetivos a medio y largo plazo, como mínimo, 2030 y 2050, respectivamente, acordes con las directrices de la UE para combatir el cambio climático y luchar contra la sequía.

También es importante innovar en la gobernanza, haciendo más accesible la información para todos los usuarios, mejorando así la transparencia y los sistemas de evaluación, garantizando de ese modo la disponibilidad de agua, en equilibro, tanto para satisfacer las necesidades del consumo humano como para las actividades económicas y para los ecosistemas que regulan el ciclo hidrológico, todo ello, cumpliendo los criterios de eficiencia, equidad y sostenibilidad.