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Retrato de un país mirando al cielo

Sobre el blog

Mar Gómez
Meteoróloga de eltiempo.es. Doctora en Físicas

Publicado en:

Portada iAgua Magazine
  • Retrato país mirando al cielo

El agua es el principio de todas las cosas – Tales de Mileto

Para este filósofo griego el agua era el elemento principal de todas las cosas que existen en nuestro mundo. Y no le faltaba ninguna razón. Pero, desafortunadamente, solo nos preocupamos cuando carecemos de ella en nuestros hogares.

Cosechas perdidas, tierras cuarteadas, problemas en el ecosistema… Nunca pensamos que podríamos mirar tanto al cielo como en los últimos meses. El año hidrológico ha concluido con cifras preocupantes y el nuevo no ha comenzado con mejores datos.

Desde el 1 de octubre de 2016 hasta el 30 de septiembre de 2017, se acumuló en nuestro país un total de 551 l/m2, un 15% menos del valor promedio del período de referencia (1981-2010), que son 648 l/m2. Y malos son estos datos, pero peores son que llevemos arrastrando desde 2014 años hidrológicos con lluvias por debajo de la media.

Pero la sequía no es un fenómeno exclusivamente del clima Mediterráneo. Actualmente tenemos en una situación de alerta varias regiones, como la cuenca del Miño-Sil. Y es que, por ejemplo, en Galicia ha llovido solo un 40% de lo que suele llover; algunas zonas del Cantábrico como Asturias también están padeciendo esta situación al producirse un 20% menos de lluvias. Además, las reservas hídricas están bajo mínimos, los nacimientos de los ríos apenas tienen agua y los sectores de la ganadería y agricultura se están viendo gravemente afectados.

Una sequía que podría ser la peor de este siglo

La situación es por lo tanto critica. Nuestros embalses necesitan agua y de no producirse lluvias importantes esta sequia podría ser la peor del siglo. Desde el pasado mayo las reservas de agua de nuestro país no paran de bajar y siguen marcando mínimos históricos, no superando el 38% de su capacidad, con una situación particularmente dramática en la cabecera del Tajo y en las cuencas de la vertiente mediterránea.

Para poder hablar de una situación similar tendríamos que remontarnos hasta hace 22 años. Solo entre los años 1991 y 1995 se vivió una situación similar a la actual. De hecho, esa fue mucho peor, ya que las reservas de agua llegaron a caer al 26.4%. Las consecuencias de esa sequía fueron difíciles de olvidar: 12 millones de habitantes sufrieron restricciones en 1995, sobre todo en provincias como Sevilla, Cádiz y Palma de Mallorca, y la producción agrícola perdió entre 200.000 y 300.000 millones de pesetas.

Desafortunadamente, la sequía en nuestro país está más presente de lo que querríamos, pero la situación podría haber empeorado por el efecto amplificador del cambio climático al que se enfrenta el planeta. La temperatura media ha subido en las últimas décadas y eso ha supuesto que muchas reservas de agua naturales hayan visto reducidos su caudal y capacidad.

El pasado invierno fue cálido y seco, así como la primavera; el verano fue cálido y este otoño, de momento, está siendo muy seco. Ante esta situación y con ayuda de las previsiones estacionales, ¿no se podrían haber tomado ciertas medidas? ¿Es necesario esperar a que se decrete una alerta para tomarlas?

Sin agua y ¿sin medidas?

A todo esto, hay que añadir un consumo excesivo de los recursos hídricos que también pasa factura a las cuencas hidrográficas.

Lo cierto es que cuando algo no funciona -y en términos de política de agua en nuestro país algo no va bien- lo principal es encontrar soluciones e intentar arreglar la situación, no buscar culpables ni cabezas de turco. La política de aguas no se ha modificado y de ahí que haya que restructurar el uso del agua y ordenar de nuevo los recursos. Si a esto le añadimos las altas temperaturas y el efecto de evapotranspiración que se produce por el cambio climático, el resultado es una menor cantidad de agua disponible.

De ahí mi llamamiento a la búsqueda de soluciones, a prever y reaccionar, de analizar la situación y tendencia futura y poner medios para no vivir al límite en un país en el que empieza a ser costumbre vivir mirando al cielo.