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¿Estamos preparados para sequías e inundaciones más extremas?

  • ¿Estamos preparados sequías e inundaciones más extremas?

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Portada iAgua Magazine

Sobre el blog

María del Carmen Llasat Botija
Catedrática de Física de la Atmósfera, Departamento de Física Aplicada, Universitat de Barcelona.

El pasado verano salió publicado en Nature el artículo The Challenge of unprecedented floods and droughts in risk management (Kreibich et al., 2022) que tuvo una importante repercusión mediática. En el artículo se analizaba cómo habían cambiado los factores involucrados en el riesgo entre dos episodios de inundaciones o de sequías que se habían producido en el mismo sitio, pero, en general, separados en el tiempo por diez o más años. El estudio concluía, en primer lugar, que se había reducido la vulnerabilidad frente las inundaciones y las sequías a nivel mundial, aunque sus impactos todavía estaban aumentando. Como causa principal de esta disminución de la vulnerabilidad se encontraba la mejora de los sistemas de alerta temprana, algo que ya había sugerido la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) y a lo que aquí se le daba una mayor robustez científica. Contrariamente, el aumento de los impactos era consecuencia del aumento de la exposición, tanto en bienes materiales como humanos, y de los efectos indirectos (ej.: interrupción de la producción) o en cascada (ej.: epidemias de cólera). Preocupaban además los resultados que mostraban cómo ese aumento era particularmente notable cuando el segundo caso presentaba mayor peligrosidad que el primero, es decir, mayor intensidad y magnitud. Ello se achacaba a que las mejoras en la gestión del riesgo se habían realizado atendiendo a los parámetros de episodios anteriores, pero no estaban diseñadas para hacer frente a acontecimientos tan extremos. Se concluía, por tanto, que la dificultad observada de gestionar eventos sin precedentes era alarmante, dado que a consecuencia del cambio climático se proyectan eventos hidrológicos más extremos.

Del episodio 1986-1989 se extrajeron aprendizajes muy útiles para mejorar la gestión del riesgo de sequía y desplegar planes de actuación

Dos de las parejas de casos de estudio se habían registrado en España, en donde se comparaba, por un lado, las inundaciones pluviales que habían afectado Barcelona el 21 de septiembre de 1995 y el 6 de septiembre de 2018, y por otro, los dos períodos de sequía meteorológica en Cataluña, extendidos entre 1986-1989 y 2004-2008. El caso de inundaciones fue seleccionado como uno de los dos casos de éxito, ya que, pese a que las lluvias fueron más intensas en el segundo, los daños fueron menores. No sucedió lo mismo en el caso de las sequías, en el que los impactos del segundo evento fueron considerablemente mayores. Un 95% de los municipios de Cataluña sufrieron restricciones y Lleida fue declarada zona catastrófica debido a las pérdidas en agricultura y ganadería. La sequía también afectó a la producción forestal y se produjo una elevada mortandad de peces por la falta del caudal suficiente. El Gobierno español invirtió más de trescientos millones de euros para aliviar los efectos de la sequía y a las soluciones transitorias como el transporte de agua en buques, se unió una elevada inversión del Gobierno catalán en infraestructuras, principalmente desalinizadoras y canalizaciones. Del episodio 1986-1989 se extrajeron aprendizajes que fueron muy útiles para la mejora en la gestión del riesgo de sequía, sobre todo por lo que respecta al despliegue de planes de actuación y seguimiento, así como concienciación ciudadana, pero eso no evitó que durante el segundo evento la situación fuese en algún momento un tanto caótica y se produjesen conflictos relativos a los posibles trasvases o a la gestión de unos embalses que, como la mayoría en España, se caracterizan por su multifuncionalidad.

Actualmente, estamos viviendo una importante situación de sequía, algo que debemos recordar no es inusual en el Mediterráneo y sobre cuyo incremento en el futuro todos los escenarios climáticos coinciden, tanto por el aumento de la duración de rachas secas cómo de la evapotranspiración. En los próximos años uno de los mayores retos se hallará en los recursos hídricos. Se trata, pues, de aprender de situaciones pasadas y prepararse con antelación para situaciones que pueden ser mucho peores.