Los sistemas ganaderos en las zonas áridas y semiáridas tienen como aliadas las malezas del campo y de alguna manera las podríamos llamar “buenazas”. Son forrajeras naturales que con los años han sido mejor estudiadas y comienzan a mostrar beneficios, si son bien manejadas.
En la Argentina el INTA ha estudiado el cardo ruso (Salsoka kali) de la Fam. Quenopodiáceas , había sido considerada como una “plaga para la agricultura” que crece en ambientes áridos y semiáridos, especie que tiene un poder de adaptación a temperaturas extremas, invasora que se manifiesta sobre todo en terrenos secos, arenosos y hasta en suelos salinos y con variaciones de pH o acidez (de 4.5 a 7.5).
La mirada de los productores ganaderos se posa en esta forrajera poco conocida; de hojas carnosas tiene altos niveles de proteína bruta y es muy digestiva. Pero hay que aprovecharlo hasta que desarrolla una altura de 25 a 30 cm, ya que luego aparece un ápice espinoso que lastima la boca de los animales. Cuando la planta comienza a crecer y sus tejidos son tiernos y turgentes, se trata de una excelente “verdura”.
Ante la falta de terrenos húmedos donde crezca el ray grass, la alfalfa o la avena, el cardo se desarrolla muy bien en los primeros meses del verano soportando una carga de 5 bovinos por hectárea. No es necesario implantarlo, crece solo, a lo sumo habrá que desmalezarlo para controlar la altura y el desarrollo de púas.
Imaginemos a un Carlos Gardel, símbolo mundial del tango, cantando en La Pampa argentina frente a un campo de cardo ruso, hablamos de la voz fundacional de la canción argentina que va más allá del tango. Un ser de exquisita sensibilidad y con una comprensión cabal del sentir popular de la gente.
En mi cuidado jardín
esbelto, altivo y gallardo,
floreció un silvestre cardo,
con sus penachos de tul;
y el rocío con su manto
que de perlas parecía,
al amanecer cubría
las hebras del cardo azul.
Pero el beso de la aurora
que el sol radiante le enviaba,
con sus besos desfloraba
aquel manto de arrebol;
en finísimas lloviznas
caían las perlas al suelo,
y tan azul como el cielo,
quedaba otra vez la flor.
Ya no muestras a la aurora
el jopel de tu hermosura,
ya no encanta la frescura
de tus penachos de tul;
y al mirarte marchitado
sin candor y sin esencia,
ya no halagas mi existencia
pobrecito cardo azul.
El cardo azul con letra y música de Carlos Gardel y José Razzano.