Como homenaje al padre salesiano De Agostini, hoy pronto a romperse parte del hielo del Glaciar Perito Moreno en el Brazo Rico del Lago Argentino, quien nos dejó palabras allá a principios de siglo XX y que emocionan aun hoy: “Un panorama estupendo, indescriptible por la profunda vastedad del horizonte y por la sublime grandiosidad de los centenares de cumbres… son las primeras miradas humanas que contemplan estas soledades de hielo entre arrebatos de alegría y atónito recogimiento… La mirada se dirige ávida a través de aquella inmensa extensión de nieves, de hielo y de cumbres, que la cristalina transparencia de la atmósfera y la fulgurante luz del sol tornan aún más nítida, y procuro escrutar sus secretos.”
En viajes exploratorios descubriendo glaciares a los que comenzaron a dar nombre , observaron magníficos oasis verdes en medio de morenas y hielos milenarios para dar con uno de los emblemas argentinos, el monte El Chaltén como le decían los Tehuelches o Fitz Roy como aparece en la cartografía “ la atracción más imponente la constituye el Monte Fitz Roy … Es el señor de toda esta vasta región montañosa, algo más modesto en cuanto a elevación pero no menos terrible por la verticalidad de sus paredes y la majestuosidad de su cúspide. El Fitz Roy es sin duda una de las montañas más bellas e imponentes de la Cordillera Patagónica…”
Extensiones interminables que luego describiera maravillosamente el periodista Germán Sopeña en su libro Patagonia Blanca, “sensible a la poderosa atracción de la aventura en los paisajes majestuosos, vacíos, silenciosos, de una tierra sin límites.”
Los hielos truenan, se parten, forman grietas, están vivos para nosotros, sensibles espectadores, que comprobamos que la naturaleza no nos necesita para seguir luciendo bella e imponente.
Como nos dice Teresa Domingo Catalá
“Crepita el glaciar del cielo,
se anuda al pecho liso de la luz
como una caracola incandescente…”
Las imágenes son mías de hace apenas 7 días.