Rezan numerosos carteles instalados en nuestros espacios naturales que "La basura no vuelve sola", para concienciarnos sobre la importancia de llevarnos de vuelta a casa los residuos de la merienda campestre, después de nuestras excursiones. Pero ahí no acaba todo.
El indicio de que algo va mal es cuando vemos, por ejemplo, una cigüeña con una bolsa de plástico enredada en el cuello y/o estrangulándola. Otras veces son también aros de plástico de packs de latas, ahogamiento por ingestión, etc.
Más allá de heridas y muerte de ejemplares, estos "incidentes" revelan la alarmante e hipócrita realidad de muchos humedales cercanos a vertederos controlados o no.
Los vertederos atraen ingentes poblaciones de aves, como gaviotas o cigüeñas, que no sólo no suponen una contribución positiva a la biodiversidad, sino que se convierten a menudo en invasoras, desplazando a otras especies de los humedales cercanos, donde descansan, anidan o se refugian, y aportando excesivos nutrientes y materia orgánica a sus masas de agua.
Es el caso de la Salada de Chiprana (Zaragoza), cuyos paleocanales han sido invadidos por colonias de gaviotas que han crecido exponencialmente por los vertidos incontrolados de cebo y peces en el enclave pesquero internacional del Mar de Aragón, contribuyendo al declive de la población de anátidas características de aguas salinas, la Laguna de La Inesperada (Pozuelo de Calatrava), o la Laguna del Camino de Villafranca (Alcázar de San Juan), por poner sólo tres ejemplos.
El mismo proceso está afectando a algunas islas marinas cuyos ecosistemas han merecido protegerse como espacios naturales.
La situación se agrava por las malas prácticas en la gestión de los potenciales predadores de estas especies invasoras, mediante las eufemísticamente llamadas "actuaciones para el control de especies cinegéticas", el vallado y hasta la exclusión del uso público y de las actividades de investigación (caso de Chiprana), al menos en la época de cría de las especies invasoras, si no con mayor frecuencia o permanentemente.
Debido a las malas prácticas de conservación, una tercera amenaza se une a las que ya soportan estos enclaves contra su biodiversidad y su estado trofico: las mortandades masivas de individuos, a veces desencadenadas simplemente por la competencia intraespecífica dentro de una población de oportunistas que crece exponencialmente, y otras veces por agentes patógenos importados desde los vertederos cercanos o incluso por aguas residuales mejor o peor depuradas procedentes de las poblaciones vecinas, pudiendo sobrevevenir entonces el envenenamiento masivo de miles de individuos de todos los grupos y especies por botulismo, ocasionado por bacterias igualmente oportunistas, a las que tanto da la presencia como la ausencia de oxígeno en el medio, y que aprovechan un sólo cadáver para proliferar, en determinadas condiciones ambientales, frecuentes desde mediados del verano a principios de otoño, a la vez que expresan su capacidad de producir toxina botulínica, pequeñísimas cantidades de la cual bastan para paralizar el sistema nervioso de muchos animales en cuestión de minutos o unas pocas horas, transmitiéndose por toda la cadena trófica a partir de los necrófagos.
La agenda se llena de tareas inconclusas: vertederos, masificación de poblaciones naturales, estado de las masas de agua, predadores, agentes patógenos, malas prácticas en la conservación de la naturaleza. Es el momento de actuar, poco a poco, sin prisa (los recursos son escasos para ello), pero sin pausa.
Rafael Ubaldo Gosálvez Rey, miembro del Grupo de Investigación GEOVOL y de la Sección de Humedales del Centro Regional de Estudios del Agua de la Universidad de Castilla-La Mancha).
Muchas gracias a Celia Laguna Mora y a Rafael Mateo Soria, Dolors Vidal Roig y otros compañeros del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (CSIC-UCLM), por ayudarme a encajar las piezas de este puzzle.
#DivulgaUCLM