La planta de desalación de Sídney se construyó en respuesta a la peor sequía en cien años, que llevó a un descenso de las reservas embalsadas hasta el 24%, y se terminó en 2010. Utiliza tecnología de desalación por ósmosis inversa para convertir el agua de mar en agua dulce, y resulta clave para la seguridad hídrica de la ciudad.
Después de dos años en funcionamiento, la planta detuvo la producción de 2012 y desde entonces estuvo disponible para reanudar la producción en caso necesario, lo que ocurrió en enero de 2019, cuando las reservas de los embalses de la región de Sídney descendieron al 60%, el umbral para iniciar la producción según el Plan Metropolitano de Recursos Hídricos. Comenzó a suministrar agua a la red de abastecimiento de Sídney en marzo de 2019, y alcanzó su capacidad máxima en agosto de ese año con una producción de 250 millones de litros de agua al día, un 15% de las necesidades de agua potable de la ciudad.
Desde entonces, las reservas de los embalses se han recuperado y en abril de 2020 estaban ya al 80% de su capacidad. Desde el 27 de marzo de 2020, la planta ya no funciona a su máxima capacidad, pero seguirá operativa durante al menos seis meses para garantizar el abastecimiento y mantener la calidad del agua.
La planta funciona con energía eólica 100% renovable y necesita unos 38 Megavatios para funcionar a plena capacidad. Una vez que se vierte al océano, el concentrado de agua de mar vuelve a tener temperatura y salinidad normales a una distancia de 50-75 metros del punto de vertido, y no tiene un impacto significativo en la ecología acuática más allá de esa zona.
La capacidad de la planta podría ampliarse hasta doblar la actual en caso necesario. En este sentido, se han preseleccionado una serie de empresas para el proyecto de ampliación de la planta de desalación de Sídney, en preparación para la siguiente fase de licitación. El proyecto está sujeto a la aprobación por parte de las autoridades.