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El horror se extendió desde Osaka (II)

Sobre el blog

Miguel Angel Monge Redondo
Ingeniero Técnico Agrícola por la UPM. Autor del libro: Diseño agronómico e hidráulico de riegos agrícolas a presión (2018). Nominado premios iAgua al mejor post (2018), blog y post (2019), blog (2020 y 2021). Líder en número global de lecturas.

Temas

  • horror se extendió Osaka (II)
  • Relato para un verano, cedido por Gean Redmon (Parte 2 de 3).

El señor Hisame regresó a su apartamento, se dejó caer en el sofá y conectó la televisión. La principal, única y exclusiva noticia a esas horas giraba en torno a la misteriosa sustancia verde y los efectos que estaba produciendo. En la emisora local confirmaron que todos los distritos de la ciudad de Osaka se encontraban ya afectados por el inexplicable suceso. Además el fenómeno se había extendido sorprendentemente a otras muchas ciudades del país.

El señor Hisame tomó el teléfono móvil de la mesita para conectarse a internet. Tras varios intentos desistió, las líneas debían de estar colapsadas. Activó la aplicación de radio, instaló los auriculares y siguió a la vez las noticias por la televisión. No salía de su asombro por la magnitud que iba tomando el fenómeno. Resultaba abrumadora la precipitación con la que se sucedían los acontecimientos y cómo iban aumentando de intensidad minuto a minuto. Cada noticia pisaba a la siguiente. Un locutor de radio, con voz alterada, casi gritando, informaba desde una unidad móvil que estaba siendo testigo de un sorprendente cambio de consistencia del mar en la bahía de Tokyo. Describía las olas formando densas y anchas elevaciones que tardaban segundos en aplanarse, sin que apareciese la espuma característica. Las pequeñas embarcaciones navegaban por los extremos de esas masas más densas para sortearlas, temiendo quedar atrapadas en ellas. Los navíos más grandes permanecían inmóviles esperando órdenes de la autoridad portuaria que, entre la confusión y el caos no era capaz de resolver la situación del tráfico en el puerto. La emisora dio entrada en directo a un periodista emplazado junto al lago Biwa que informó sobre un sorprendente fenómeno de “gelatinización o condensación” de toda la vasta zona central del lago. El locutor relataba como una multitud de peces se había concentrado a orillas del lago en un desesperado intento por escapar de la amenaza que presentían.

Ante todo este terremoto de acontecimientos el señor Hisame abrió los ojos y exclamó: -Esto no puede estar ocurriendo de verdad.

¡Biiip, biip, bip! el sonido agudo del teléfono le sobresaltó.

¿Diga?-preguntó, sin apartar la vista de la pantalla del televisor.

Su compañero de trabajo le llamaba desde Yokohama. Tenía la voz alterada.

-¿Qué te ocurre?

- Aquí también ha sucedido lo mismo que en Tokyo –explicó-. Te llamo desde el puerto. Todo el mar se ha transformado en cuestión de minutos en una masa semisólida. Los barcos han quedado atrapados.

-Esto es imposible, no puede ser. ¿Pero qué explicación puede haber para todo esto?-preguntó nervioso el señor Hisame.

-¡Nadie sabe nada!, la policía no sabe qué hacer ni cómo enfrentarse a este problema, ¡es una locura!, la gente está aterrorizada. Lo mejor será quedarse en casa hasta conocer qué diablos está ocurriendo. Olvídate de la reunión. Lo que está sucediendo es realmente muy grave.

El señor Hisame se despidió de su compañero. Estuvo unos segundos con la vista fija en las baldosas del suelo intentando tranquilarse.

Abrió de par en par la ventana del balcón. Una brisa húmeda y fría se coló en el apartamento y pareció reanimarle. Aspiró profundamente una bocanada de aire. Cerró los ojos y deseo pensar que tal vez todo se tratase de una pesadilla y, al final, las cosas volverían a la normalidad. Cuando abrió los ojos la tenue claridad gris reflejada por el edificio de cristal de enfrente le hizo parpadear. La niebla había desaparecido de la ciudad. Miró hacia el monte Rokkö; las nubes de la cima ocultaban las escasas manchas de nieve que aún permanecían en la cumbre. Bajó la vista para observar la calle. La policía seguía acordonando el edificio de oficinas, sin embargo los bomberos y la ambulancia se habían retirado. Muchos comercios seguían cerrados. Circulaban pocos coches. Miró otra vez hacia el cielo nublado y le extrañó no ver el movimiento habitual de aviones despegando o aterrizando en el aeropuerto. Tampoco las gaviotas que solían revolotear a esas horas sobre los tejados. Percibía algo extraño y electrizante en el ambiente.

Cayeron las primeras gotas de lluvia, gordas y espaciadas. Se inclinó un poco sobre la barandilla y observó a lo lejos un movimiento de vehículos en la calzada. Circulaban despacio y en orden. Cuando se aproximaron lo suficiente comprobó que eran tres coches de policía y un par de motoristas uniformados. Los transeúntes miraban atentos desde las aceras. Mediante dos grandes megáfonos instalados en uno de los coches se avisaba a los ciudadanos que permaneciesen en sus casas. La potente voz informaba que el puerto se encontraba inoperativo, los transportes públicos se cerrarían en breve, y ferrocarriles y aeropuertos quedaban clausurados. Se había decretado el nivel de máxima alerta en todo el país.

Tras el paso de la comitiva una ordenada conmoción se adueñó de la calle. Los escasos comercios que aún permanecían abiertos cerraron sus puertas. En pocos minutos dejaron de circular personas y coches. Las nubes, más plomizas y densas, comenzaban a arrojar sobre Osaka una intensa lluvia.

El señor Hisame cerró el balcón, se sacudió con las manos la humedad de los faldones del batín y volvió a sentarse de nuevo frente al televisor. En todas las emisoras aparecía una foto fija de un paisaje cualquiera con una música insustancial de fondo. Una cinta de texto con locución grabada avisaba cada poco tiempo de la próxima comparecencia del primer ministro para dar un comunicado urgente a la nación. Cerró los ojos, respiró profundamente y esperó sentado. No podía hacer realmente otra cosa, sólo esperar.

Transcurridos unos largos minutos por fin apareció el mandatario en pantalla. Con gesto serio y preocupado comenzó informando que el excepcional acontecimiento no sólo estaba ocurriendo en Japón, sino en la mayoría de los países del mundo. Se mostraron imágenes y videos de lugares en los que ríos, embalses y lagos aparecían transformados en masas inertes y viscosas. Advirtió el primer ministro, mirando fijamente la cámara sin pestañear, de la extrema gravedad de la situación y subrayó, con evidente preocupación, la amenaza que suponía este hecho para el ser humano y en general para toda la vida en el planeta. Comentó que se investigaba contra reloj para esclarecer las causas que habían originado esta sorprendente catástrofe a escala global. Añadió que la comisión internacional científica tenía no obstante la sospecha de que…

El señor Hisame no pudo oír nada más. La pantalla del televisor fundió a negro. Probó a pulsar el interruptor varias veces, no tenía luz en casa. Tampoco línea en ningún teléfono. Intentó oír la radio pero no captaba señal. Salió al descansillo de la escalera y presionó el botón de la lámpara del rellano. La escalera se encontraba oscura y en silencio. Se asomó al hueco tras la barandilla y escuchó atento durante unos segundos. No se oía nada. Llamó finalmente con los nudillos a las puertas de sus vecinos y nadie respondió.

Inquieto y asustado, el señor Hisame regresó al apartamento y cerró la puerta con el pestillo.

… continuará la próxima semana.