Cuando Edwin Drake perforó el primer pozo petrolero en Pensilvania en 1859 no se percató del enorme tesoro que tenía bajo sus pies. Para entonces y durante los años siguientes, el recurso se utilizó para la iluminación, la cocción de alimentos y la calefacción, sustituyendo así al carbón. Sin embargo, cuarenta años más tarde se desarrollaron los motores de explosión y de combustión y, de allí en adelante, todo fue un ascenso exponencial financiero por el uso del petróleo, que persiste hasta nuestros días.
Con el agua fresca almacenada bajo el subsuelo, pocos tienen la idea clara de que también tenemos bajo nuestros pies un enorme tesoro. Producto de la infiltración de lluvia por miles y millones de años, las aguas subterráneas se han venido almacenado hasta alcanzar, según un estudio realizado por científicos de las Universidades de Victoria, Texas, Calgary y Göttingen, 23 millones de kilómetros cúbicos. Sin embargo, no toda esta agua subterránea es aprovechable, sino apenas un 0.6 % del total.
El estudio realizado llevó a los científicos a elaborar un mapa global en donde se indica en qué sitios del planeta es más factible de aprovechar más las aguas subterráneas que en otros.
La publicación indica que “algunos de los depósitos más grandes se encuentran en la cuenca del Amazonas, el Congo, Indonesia y en América del Norte y Central, a lo largo de las Montañas Rocosas y la cordillera occidental hasta la punta de América del Sur.” En países de bajo desarrollo económico, con grandes reservas de aguas subterráneas, todavía hay margen de un mayor aprovechamiento para beneficio nacional.
No obstante, para aprovechar mejor y por más tiempo estos grandes depósitos de aguas subterráneas, hace falta, primero, hacer estudios hidrogeológicos más detallados a nivel de país o de región, para determinar los sitios idóneos en donde perforar y extraer más o menos agua del subsuelo. En paralelo, las políticas públicas relacionadas con la reforestación y la urbanización deben ir de la mano para que estas aguas se renueven continuamente y se infiltren en mayor volumen. Esta es, si así se quiere ver, la mejor forma que se dispone para cosechar agua de lluvia.
Los economistas de las grandes organizaciones financieras globales ya han hecho cálculos y coinciden en que esta es una de las acciones estratégicas de lograr el desarrollo económico. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en su libro “Aguas subterráneas en América Latina y El Caribe.”, menciona los beneficios que se logran cuando se utilizan adecuadamente las aguas subterráneas. Indica: “En el primer trimestre del año 2017, Chile y Perú fueron azotados por el fenómeno El Niño, que generó lluvias intensas y deslizamientos de tierra. Como consecuencia, se incrementó el nivel de turbidez de los ríos (Stip et al., 2019), lo cual obligó a las empresas de agua de Lima y Santiago a cerrar temporalmente sus plantas de tratamiento. Si bien existieron cortes en el suministro, este pudo continuar gracias a que las empresas pusieron en operación sus pozos de reserva, como parte de sus planes de emergencia. Gracias a las aguas subterráneas, se pudo asegurar el abastecimiento de millones de personas en un contexto adverso.”
Sin embargo, el estudio de Ben Solís, publicado en mayo de 2023, advierte también que la sobreexplotación de los acuíferos incrementa la vulnerabilidad de las ciudades ante el cambio climático, “pues pone en riesgo la disponibilidad futura de la fuente y reduce la resiliencia ante eventos climáticos extremos.”
La administración inteligente de las aguas subterráneas de un país bien puede hacer que su población sienta que, bajo sus pies, tienen un enorme tesoro. La misma expresión de satisfacción del campesino que tras excavar un agujero encuentra agua la encuentra, esa misma expresión puede tener quien comprende cuán importante es el recurso escondido más preciado de un país.