El que es gestor o director de algún área, dirección, unidad de negocio, empresa, etc., o cualquiera que tenga un puesto de responsabilidad sabe que es una labor difícil, con muchas aristas y consecuencias.
Seguramente para mí las consecuencias y la buena gestión de las mismas es, junto con la gestión de personas, el caballo de batalla, donde es necesario emplearse más a fondo, y donde es más difícil conseguir ser impecable.
Si eso lo llevamos al hecho de gestionar servicios de aguas, entonces la dificultad es mayor, ya que hablamos de prestar un servicio que es un derecho humano. Un derecho humano que se ha reconocido tardíamente, en el año 2010, pero reconocido al fin, y como tal, todos los países deben tratar de conseguir la total realización del mismo.
Una total realización que pasa por tres pilares básicos en los que destaca especialmente el hecho de tener que respetar, proteger y cumplir con ese derecho.
Hasta ahora la gestión de los servicios de aguas ha tenido un cierto grado de opacidad y mucho enfoque en una gestión tarifaria
Un gestor que se dedique a gestionar servicios de agua debe tener siempre presente este hecho. Está gestionando un derecho humano básico. Por tanto, su cumplimiento debe ser uno de los objetivos fundamentales de su gestión. Sería como si a la triple cuenta de resultados que ahora se le exige a cualquier gestor, se le añadiera una más, y que condiciona a las tres.
Que las consecuencias de nuestras acciones en la gestión para conseguir los objetivos en esa cuádruple cuenta de resultados sean las mínimas posibles si son negativas, y las máximas posibles si son positivas, no es tarea fácil, a veces pudiera ser imposible.
Para poder hacerla posible una gestión profesional de estos servicios debiera poder dedicarle tiempo y esfuerzo a:
- Estudiar todas las posibles consecuencias, a la luz del hecho de estar gestionando un derecho humano fundamental.
- Definir qué indicadores de medición se van a utilizar para conformar esa cuádruple cuenta de resultados: económicos y financieros, sociales, ambientales, y de la total realización del derecho humano fundamental de acceso al agua y al saneamiento.
- Definir cómo se van a medir esos indicadores y cada cuánto tiempo.
- Estudiar y definir qué pasa si no se alcanzan los niveles objetivos para cada indicador y qué se puede y debe hacer al respecto en ese caso.
- Desarrollar un método de estimación del impacto positivo del servicio en la población y en la economía en general y ver la forma de poder ir incrementándolo.
- Desarrollar un método de vigilancia y control de la gestión y de mejora continua.
- Entrenarse y formarse en todos los aspectos necesarios para poder desarrollar una buena labor.
Hasta ahora la gestión de los servicios de aguas ha tenido un cierto grado de opacidad y mucho enfoque en una gestión tarifaria, sin profundizar en la evaluación de consecuencias positivas y negativas, y sin calificar si la gestión realizada es adecuada y valiosa desde esos cuatro puntos de vista mencionados anteriormente.
Hace unos meses surgió una iniciativa al amparo del BID, Aquarating, que trata de facilitar a las empresas de servicios de aguas una evaluación objetiva y un marco de desarrollo y de mejora. Proporciona un servicio de calificación para prestadores de servicios de agua y saneamiento, y propicia un nuevo marco de transparencia y de gobernabilidad, un punto de vista nuevo sobre una gestión que debiera de ser de las más profesionales, cuidadosas e impecables.
Para mí, la única forma de ir tendiendo hacia eso es mirarse por dentro, a uno mismo, y mirar por dentro la gestión que estás haciendo, evaluarte y evaluar, y optar por un camino de transparencia y de mejora de equilibrio sutil en una cuádruple mirada. Da igual si optamos por Aquarating o por desarrollar un método propio. El caso es hacer algo. Y hacerlo en el camino de la evaluación y de la transparencia, sin olvidar que estamos al servicio, al servicio de que se cumpla un derecho humano fundamental. Lo demás debe adaptarse a eso.