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Corcoesto y la huella hídrica de la gran minería

Sobre el blog

Salvemos Cabana
Plataforma ciudadana de Cabana de Bergantiños (A Coruña, Galicia) que promueve el activismo en términos de conservación y defensa ambiental.

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  • Corcoesto sirve para comprender porqué el consumo hídrico de los proyectos mineros supone un conflicto social.

El complejo minero que hasta la cancelación del proyecto pretendía instalar la empresa canadiense Edgewater Exploration en la comarca gallega de Bergantiños puede servir de modelo a cualquier explotación de la denominada 'Gran Minería', pues conforme los yacimientos metalíferos más rentables y de fácil acceso se han ido agotando a nivel mundial, se está recurriendo de manera creciente a los de baja ley, donde el mineral se halla diseminado en pequeñas cantidades a lo largo de vastas extensiones de terreno. Y este tipo de iniciativas, que actualmente pueden llevarse a cabo en cualquier lugar del mundo, están considerando leyes ínfimas de hasta medio gramo de mineral por tonelada de roca removida (1,6 gr./tonelada en Corcoesto).

Para ello, habitualmente se emplean los procedimientos derivados de la minería a cielo abierto, una actividad de alto impacto socioambiental y también considerada como la actividad industrial que más residuos genera. En primer lugar, es necesario remover la capa superficial del terreno para hacer accesibles los enormes volúmenes de material rocoso sobre los que se efectuarán las voladuras con toneladas de explosivo, para luego proceder al triturado y a posteriores procesos de recuperación del mineral.

El volumen de agua estimado al año equivaldría a las necesidades de una población de tamaño medio, superando el 1.500.000 m³

En el caso de la minería oro, son habituales una sucesión de técnicas como la recuperación gravimétrica (por gravedad), el uso de las denominadas espuma de flotación y finalmente los procesos de lixiviación, por el que la roca triturada es convertida en una "sopa química" al ser tratada con inmensas cantidades de agua dulce combinadas con no menos significativas cantidades de cianuro de sodio. En el proyecto de la mina de Corcoesto, un total 546.000 kg. anuales de este compuesto. A cambio, 17 millones de toneladas de residuos tóxicos y 122 millones de toneladas de escombros.

Así, el volumen de consumo de agua estimado al año equivaldría a las necesidades de una población de tamaño medio, superando el 1.500.000 m³, recurso hídrico que tendría que ser también empleado tanto en la fase de extracción como en etapas posteriores. Durante la extracción es necesaria para abastecer las instalaciones y para el riego de caminos con la finalidad de intentar paliar -que no solucionar- la gran cantidad de polvo en suspensión derivado de las actividades mineras.

Pero es durante la fase de procesado y concentración cuando los requerimientos hídricos se disparan, pues inevitablemente se debe recurrir al uso del agua para separar el mineral a través del proceso de hidrometalurgia, y también para el transporte de los concentrados.

El proyecto minero de Corcoesto sirve de ejemplo para comprender porqué el consumo hídrico de los grandes proyectos mineros es fuente de conflictos sociales en todo el mundo. Porque tras el proceso quedan las balsas de residuos y las escombreras, que habitualmente contienen elevadas concentraciones de sulfuros, metales y no metales, componentes químicos e incluso compuestos radioactivos en función de la naturaleza del terreno. Y al establecer contacto con el agua, estos residuos acaban provocando el fenómeno conocido como drenaje ácido, que tiene la capacidad de disolver y movilizar determinados metales pesados que constituyen un riesgo para la salud humana y terminan por contaminar ríos, arroyos y acuíferos (conviene tener en cuenta que las capas de protección y geotextiles previstos en los proyectos mineros, ni duran eternamente ni están libres de problemas). Según la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA), la Gran Minería en el oeste del país ha contaminado más del 40% de las cuencas hidrográficas.

La megaminería no compensa ni social ni ambientalmente

En definitiva, tanto por la magnitud del volumen de agua consumido como por los destructivos efectos sobre el recurso hidrológico y el temido drenaje ácido de mina, esta industria, y más en el caso de elementos prescindibles como el oro -utilizado en hasta en un 90% en joyería y especulación financiera-, no compensa, pues los requerimientos hídricos de esta actividad a gran escala afectan a los usos sociales del agua, a los presentes y a los futuros. Y a este nivel, el perjuicio siempre es para las poblaciones afectadas.

En la fase de procesado y concentración los requerimientos hídricos se disparan, pues el agua separa el mineral por hidrometalurgia

La situación se torna crítica cuando los yacimientos minerales se localizan en zonas de ecosistemas frágiles y/o de extrema aridez, lo que ocurre en buena parte de la Cordillera de los Andes y en países como Colombia, Ecuador, Chile, Argentina, Bolivia y Perú, donde el exagerado consumo de agua de la Gran Minería entra en conflicto con otras actividades como la agricultura y la ganadería.

Las grandes empresas de la minería transnacional operan así como una correa de transmisión de las desigualdades sociales y ecológicas entre las sociedades proveedoras de recursos -agua, energía y minerales- y las sociedades consumidoras, contribuyendo a acrecentar las desigualdades hídricas en países y comunidades. Además, la actividad minera jamás puede ser considerada como "sostenible" desde el momento en el que la explotación del recurso supone su agotamiento.

El agua siempre vale más que el oro

La Resolución 64/292 (2010) de la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoce de manera explícita el derecho humano al agua, reafirmando que un agua potable forma parte ineludible para la realización de los derechos humanos, y es un elemento necesario para que cada persona pueda llevar una vida digna.

En un planeta donde casi 900 millones de personas carecen del acceso regular al agua potable no deberíamos hablar de "minería responsable", como intentan imponer las grandes corporaciones transnacionales, sino de "minería prescindible". Porque el agua, que es la esencia de la vida, siempre vale más que el oro.