La distribución natural de los recursos hídricos y las dinámicas intrínsecas de sus ciclos obedecen a una combinación de lógicas de índole geológico, geográfico y climatológico, que nada tienen que ver con las distintas actividades humanas y, mucho menos, con la disparidad de planteamientos ideológicos, territoriales y políticos, que soportan la ordenación y la gestión del recurso.
La diversidad de entes competenciales inspirados, en muchos casos, por visiones cortoplacistas, no encuentran encaje frente a los retos medioambientales, económicos y
sociales que han de abordarse desde una perspectiva integral, puesto que no admiten soluciones locales, al tratarse de distintas derivadas interrelacionadas de un único sistema hidrológico peninsular, que trasciende las arbitrarias demarcaciones del territorio.
Sería deseable un organismo técnico integrador e independiente que armonizara criterios
Sería deseable un organismo técnico integrador e independiente que armonizara criterios, para introducir racionalidad y apartar del debate político oportunista una materia esencial para el desarrollo sostenible; una entidad cuya autoridad fuera otorgada, ya no por incorporar un carácter vinculante a sus disposiciones, sino del prestigio de sus miembros y la solvencia de sus criterios.
Las cuestiones relacionadas con el agua han de tratarse como políticas de Estado, sobre la base de amplios consensos, porque son muchas las incertidumbres que se acumulan sobre los modelos de gestión municipal, la recuperación de los costes, la solidaridad interterritorial, los usos, nuevas inversiones, impactos medioambientales
o selección de soluciones tecnológicas.
Unos comicios captan la foto fija del sentir popular en un momento concreto y, con absoluta legitimidad, determinan qué fuerza política asumirá la responsabilidad de gestionar el Estado durante cuatro años, a pesar de que las preferencias de los ciudadanos hubieran podido mutar a los pocos meses. Esta realidad habría de tenerse en consideración por los Gobiernos, en especial por aquellos que alcanzan mayorías absolutas, puesto que imponer criterios partidistas nos condena a experimentar la condena que padeció Sisifo eternamente.
La Ley de la Propiedad Horizontal establece unanimidad para las decisiones de mayor trascendencia y una mayoría de 3/5 cuando tienen que ver con los servicios, como pudiera ser cambiar una alfombra. Sin embargo, las decisiones políticas, porque políticas han de ser las disposiciones que ordenan nuestra convivencia y, en especial, las materias esenciales y estratégicas para la sociedad, no solo deberían estar respaldadas por mayorías más amplias, si no fueran posibles consensos, sino que tendrían que venir justificadas sobre criterios técnicos honestos comprensibles y transparentes a la sociedad. Esto debiera demandarlo el ciudadano, facilitarlo las administraciones y promoverlo los medios de comunicación; sin embargo, curiosamente, no se está produciendo.
Imponer criterios partidistas nos condena a experimentar la condena que padeció Sísifo eternamente
“Llénalos de noticias, se creerán inteligentes”, decía R. Bradbury; "Atibórrales de información; creerán que están pensando" prescribía A. Huxley; “Apariencia de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos, que no verdad. Porque habiendo oído muchas cosas sin aprenderlas, parecerá que tienen muchos conocimientos; siendo, al contrario, en la mayoría de los casos, totalmente ignorantes” prevenía Platón (Fedro).
En muchos casos, los ciudadanos acatan sin un criterio propio los posicionamientos que adoptan los partidos y corifeos a los que profesa un seguidismo más emotivo que racional, mientras que el agua se muestra ajena a los estragos de la sinrazón de usos inadecuados y disposiciones incomprensibles, indiferente a la política de baja estofa, porque el agua es anarquista y, así lo manifiesta en muchas ocasiones.