Qué tiempos aquellos en los que los Payasos de Televisión Española nos explicaban los días de la semana. Resulta ahora que cuarenta años después vuelven a aplicarse conceptos y actitudes que nos retrotraen a las políticas estructuralistas más rancias, cuyos fracasos se ponen de manifiesto científicamente y constituyen un despilfarro inadmisible de nuestro dinero. Los casos recientes más llamativos los tenemos en los pirenaicos Garona y Ésera y en Asturias. Como veremos, así se draga, así se encauza, así, así cualquier lunes antes de almorzar.
Aberración fluvial en el Ésera
Como no puede ser de otra manera, estas Confederaciones Hidrográficas han acudido a la vía de urgencia para hacer creer que con el trampantojo de estas obras las zonas inundables dejarán de serlo. Como todos sabemos, no hay nada como calificar una obra como “urgente” o de “interés general” para que, sin motivación administrativa alguna se haga caso omiso a detalles tan nimios para ellos como la Ley de Contratos del Sector Público, la Directiva de Hábitats y de espacios naturales o la normativa de impacto ambiental.
Ni caso hacen al viejo puente que salvaba el cauce del Ésera
Las zonas inundables… ¡ se inundan !
El mismo razonamiento de la urgencia cae por su propio peso dado que, sorprendentemente, las zonas inundables se inundan y así ocurrirá una y otra vez, cual mito de Sísifo hidráulico, de ahí que no quepa en cabeza alguna el que se siga esgrimiendo precisamente esta recurrencia como motivación de las prisas e irregularidades que como la sombra al cuerpo acompañan a estas obras, cuando es precisamente todo lo contrario: la ocupación de la llanura fluvial y las perniciosas “rectificaciones” son las que motivan tales inundaciones.
Como tampoco se pueden cerrar los ojos ante la constatación científica que prueba la inutilidad y el destrozo de estas obras hay algunos que piensan que a lo mejor tergiversando el lenguaje se pueda conseguir colocar los dragados. Una buena prueba de esto es la creación por arte de birlibirloque en la Confederación del Ebro del concepto de “sumidero de áridos” , risible manera de denominar ahora la geomorfología propia de un río, como si en vez de irnos a la playa en verano, plantásemos la sombrilla en un “sumidero de áridos costero”, como la dicharachera Eva María, con su maleta de piel y su bikini de rayas, tal cual.
Un río siempre esgrime sus escrituras
Por otro lado, los dragados son inútiles, un mero efecto placebo, pues el enorme destrozo de kilómetros de ríos y riberas solo consigue un aumento de calado de apenas unos centímetros, dado que el acarreo de sedimentos continuará igual, agravando los daños aguas abajo.
Ni saben, ni entienden, ni les importa lo que un río significa
Por estas razones se puede deducir que quienes firman y aprueban estas obras, en cualquiera de sus fases administrativas, puedan ser objeto de responsabilidad de todo orden jurisdiccional, ya que como mínimo no hay ni rastro de la “necesidad” e “idoneidad” de las obras que exige el art. 22 del Texto Refundido de la Ley de Contratos del Sector Público, a lo que hay que añadir las cuestiones relativas a espacios naturales protegidos, evaluación de impacto o causación de daños catastróficos, más lo relativo a decisiones injustas plasmadas en documento público y la responsabilidad patrimonial, un bonito ramillete. En la Administración municipal puede haber consecuencias en caso de autorizar o informar licencias y obras en zona inundable y, por tanto, no urbanizable. A ver quién firma qué.
Desprecian el territorio fluvial y se inventan “nuevos” cauces
A esto se le suma, según el Reglamento del Consorcio de Compensación de Seguros la falta de la consideración de los daños como “extraordinarios”, pues el dragado y la rectificación de cauces han hecho irreconocible el cauce natural original, lo que ha de conllevar el rechazo de la indemnización correspondiente por este organismo. No hay nada “extra-ordinario” cuando se sabe científicamente que los dragados son perjudiciales para la vida y haciendas.
Los ríos cantábricos también han sufrido estos desmanes y la vuelta a los grises años setenta, sin ningún estudio previo y, parece ser, que a petición del alcalde turno en el Nalón y el Cares, en plena época de freza del salmón atlántico, esa especie tan querida dicen en Asturias, y arrasando el hábitat de especies estrictamente protegidas como la lamprea fluvial. De nada sirven estas obras, es más, acentúan los efectos de las avenidas, crean una falsa sensación de seguridad y quizás se hagan para acallar a ciertas autoridades locales: ¿para cuándo la desaparición de estas partidas presupuestarias y de los “convenios de limpieza de cauces”?
Así dragan, así, así, en Asturias en 2013
“Limpiar” ríos es un despilfarro inaceptable
Alternativas las hay, para empezar la gestión integral de la cuenca y respetar su geomorfología. También podemos tomar buena nota de las que se aplican en Vizcaya o en Guipúzcoa, por ejemplo, eliminando azudes que elevan la lámina de agua o eliminando las construcciones en los lugares más peligrosos. En la cuenca del Duero y también en la del Ebro eliminan motas o las retranquean, a pesar de que haya proyectos aberrantes que incluso se financian con fondos europeos, como el del Torío (Léon) , toda una perla en el historial de la Dirección Técnica de la Confederación del Duero.
Así encauzaban, así, así, el río Torío (León) en 2011
En definitiva, dado que hay alternativas ojalá pase definitivamente a la Historia el que podamos entonar el Así dragaba, así, así, así dragaba que yo lo vi.