En las últimas semanas, lamentablemente, hemos comprobado en España el poder destructivo del agua. Durante el mes de setiembre, el fenómeno que se ha popularizado en los últimos años como DANA (acrónimo de Depresión Aislada en Niveles Altos) -antes conocido popularmente como gota fría- dejó intensas lluvias en el sureste peninsular, con precipitaciones torrenciales en la Comunidad Valenciana, Murcia y parte de Andalucía.
En menos de dos meses se han registrado en la península dos potentes DANA's, con especial afectación en las comunidades de Valencia, Murcia, Andalucía y Cataluña
A mediados del mes de octubre de 2019, un nuevo episodio de gota fría se gestó en el Mediterráneo, con una mayor incidencia en Cataluña, sobre todo en el sur de esta comunidad. En los dos episodios de DANA, la principal particularidad fue la elevada cantidad de precipitación en un corto espacio de tiempo, algo que provocó el incremento de algunos cursos fluviales.
Registros muy por encima de la media
En los dos episodios de lluvias intensas se han batido récords en relación con el agua acumulada y el caudal registrado por algunos ríos. En la Vega Baja de Alicante, según publicó El País, se registró el peor episodio en 140 años y, en zonas de Murcia y Almería jamás había llovido tanto en un solo día.
El río Francolí, que habitualmente tiene un caudal de 1 m3/s, llegó a multiplicar esta cantidad por 1.000 durante el 23 de octubre y en pocas horas, un caudal similar al río Ródano y 10 veces superior al que ha llevado el Ebro (195 m3/s) en su desembocadura en el último año
Por lo que respecta a Cataluña, hay que destacar el caudal que llegó a tener el río Francolí, un curso fluvial con escaso caudal en épocas de estío y con una extensión lineal de menos de 60 kilómetros que, habitualmente, no lleva más de 1 m3/s de agua. En el episodio de lluvias registrado a finales de octubre, el caudal se multiplicó por más de 1.000 (el río Ebro, en el último año y de media, ha tenido un caudal de 195 m3/s), provocando importantes daños personales y materiales. La Vanguardia publicó una noticia aportando los principales registros de este episodio, que evidencian su magnitud, con lluvias superiores a los 260 litros/m2 acumulados en algunos puntos en un corto espacio de tiempo.
Hablamos de él, pero no le reconocemos
En estos dos episodios de fuertes precipitaciones se han pulverizado muchos registros. Sin embargo, en muchos casos se ha señalado al estado de los cauces (con elevada acumulación de vegetación) de los daños ocasionados y de la responsabilidad de las administraciones al no haber llevado a cabo actuaciones de retirada y adecuación de los cauces públicos. La ocupación de zonas inundables y la necesidad de retornar al río aquel espacio que era suyo (y que ahora está ocupado por construcciones) también ha sido una causa que poco se ha tenido en cuenta.
Más allá de este debate, en muy pocos casos (y sin querer desviar la posible responsabilidad de las administraciones públicas) se ha responsabilizado de estas lluvias torrenciales al cambio climático (o emergencia climática).
Hace unas semanas leí un interesante artículo en La Verdad, firmado por Eduardo Lafuente, ingeniero de Montes y Jefe de Estudios Medioambientales de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) y con el título Los ríos limpios. En este interesante escrito, Lafuente aporta datos muy interesantes, como que en un clima como el nuestro, la retirada de vegetación puede perdurar durante pocas semanas debido al rápido crecimiento de la biomasa.
Me quedo, sin embargo, con la conclusión de este escrito: aunque los ríos hubieran estado totalmente limpios (quiero hacer el inciso que puede haber ríos limpios y sucios y ríos con poca o mucha vegetación, pero no me gusta que se hable de ríos sucios para hacer referencia a la presencia de vegetación), los efectos de las intensas lluvias hubieran sido muy similares.
El cambio climático está en boca de todos/as, pero nadie parece reconocerlo como el causante de importantes daños cuando hace acto de presencia
Se han pulverizado registros y, con episodios de DANA como los registrados en los dos últimos meses, se han batido todos los récords. Sin embargo, da la sensación que todos tememos al cambio climático, todos nos preocupamos de instar al cambio inmediato de hábitos para cambiar la tendencia, pero cuando su llegada es una realidad, extrañamente evitamos atribuirle su capacidad destructora y recurrimos a señalar lo que puede ser como una de las diversas causas del problema que se ha producido.
Seguramente esto se debe a que el cambio climático es un fenómeno del que todos hablamos, pero el cual no queremos reconocer (por falta de costumbre o per temor), ya que esto demostraría la evidencia que todos sus efectos pueden hacerse realidad y que, lamentablemente, el cambio climático ya ha venido para quedarse.