El agua es un recurso que despierta pasiones y que no deja indiferente a nadie. Se dice, popularmente, que una delgada línea separa el amor del odio y, en lo referente al agua, se podría cumplir perfectamente esta premisa. El agua es un elemento que te lo puede dar todo, pero también te puede dejar sin nada.
Agua, fuente de vida
Para los que estamos acostumbrados a las variaciones del clima mediterráneo, podemos constatar esta dualidad de sentimientos. Se puede echar mucho de menos al líquido elemento después de largos periodos de sequía, cuando las reservas se van reduciendo y compruebas que los ríos llevan un caudal de agua muy bajo. Recuerdo la sequía de 2008, cuando Cataluña llevaba más de 17 meses sin aportaciones de agua destacables en las cabeceras de los ríos y con los embalses del sistema Ter Llobregat (el que abastece al área metropolitana de Barcelona) al 20% de su capacidad.

Las lluvias aportan mucha felicidad después de muchos meses de sequía. Se incrementan las reservas, se revitalizan los ríos y se regenera la vida a su paso
Para mucha gente, seguir las previsiones meteorológicas era como un mantra, con el único deseo de ver llegar un frente que regara todo el territorio de un modo persistente y abundante. En mi casa, el ordenador estaba siempre encendido, y el radar meteorológico era la página que jamás cerraba.

Entre abril y mayo de 2008 se produjo este hecho, con un episodio con viento de levante, que trajo lluvias cuantiosas y continuadas por todo el territorio. Esto provocó que las reservas se fueran recuperando y que, en pocas semanas, se pasara del 20 al 50%. Esta aportación de agua da mucha satisfacción, ya que se recargan las reservas de agua, se revitalizan los ríos y torrentes, se aporta vida a los seres que habitan en el medio acuático, entre muchos otros beneficios.
En el conjunto de España también hemos vivido, entre 2016 y 2017, dos años muy secos, que han dejado las reservas a un nivel muy bajo y que han dejado al descubierto estructuras que hacía años que no se veían. En el febrero de 2018, las reservas globales eran de un 42%, según una noticia de ABC , los datos más bajos en 20 años.
Muchos medios de comunicación reflejaron la diferencia entre un mismo embalse, antes y después de las lluvias. Las dos imágenes nos proporcionan unos sentimientos bien diferenciados: mientras que un embalse seco transmite emociones como la tristeza, la pena y la preocupación, un reservorio lleno nos aporta felicidad, placer y esperanza.

En 1952 se estrenó la película Cantando bajo la lluvia, interpretada por Gene Kelly, Donald O'Connor y Debbie Reynolds. La imagen icónica de este film es la del actor Kelly bailando por la calle con alegría desmesurada mientras llueve de manera intensa. La recuperación de las reservas comportó que el agua volviera a circular por los ríos, regenerando la vida a su paso y generando una alegría parecida a la que nos mostraba Gene Kelly con su ya legendario baile.
Agua como elemento de purificación
Muchas religiones le otorgan al agua un papel místico. En la ciudad hindú de Allahabad confluyen el Ganges y el Yamuna y es el lugar donde se hace un multitudinario peregrinaje. Aquellos que se bañen en las aguas fluviales conseguirán limpiar sus pecados y los que hayan cometido sus 88 generaciones precedentes. También el cristianismo le da al agua un papel de purificación con la ceremonia del baptismo.
El agua también se concibe como un elemento que permite purificar el alma y limpiar los pecados, dándole a este recurso un papel casi divino
Una fuerza destructora
Hasta aquí la visión del agua como un elemento de vida o purificación. Sin embargo, en esta vida, los excesos no son buenos. En agua nos pasa lo mismo y cuando llueve abundante agua, a veces las consecuencias son trágicas. Yo soy natural de Terrassa, una ciudad que está ubicada a unos 30 kilómetros de Barcelona y que está marcada por la fatalidad de intensas lluvias.
En 1962, cuando todavía no había nacido, se produjeron unas intensas precipitaciones con registros de 225 mm que, ligadas a la ocupación del lecho del río por varias familias, causaron la muerte a unas 800 personas. En esa época no había teléfonos y la lluvia decidió aparecer de noche, sin avisar y mientras todos dormían. Siempre recordaré que mis padres me explicaban de pequeño muchas tragedias personales de estos hechos, con personas muy próximas que perdieron la vida en estas trágicas inundaciones.
El agua también tiene su cara más amarga, sin respetar nada cuando fluye sin control y barriendo todo a su paso
Seguro que también muchos recuerdan la tragedia del campin las Nieves en Biescas, en el Pirineo de Huesca, vivida en el mes de agosto de 1996. La suma de una tormenta convectiva, con aportaciones de agua de 178 mm, ligada a la inadecuada ocupación de una zona inundable, causó la muerte de 87 personas.

El agua es un elemento vivo pero que carece de emociones. Es un recurso que es incoloro, inodoro y sin sabor y que al mismo tiempo no puede sentir. Sin embargo, sí que sus consecuencias y sus efectos despiertan muchos sentimientos.