Los que trabajamos en el mundo del agua hemos dicho y escuchando en multitud de ocasiones que el agua es un recurso frágil y escaso, que se debe preservar. Hace unos días, viajando en coche con mi familia, mi hijo hizo un comentario, mirando al mar, que el agua es infinita. Yo, por supuesto, le dije que no, que es un recurso que se puede agotar si no lo tratamos de un modo adecuado, pero él me respondió (siempre tiene que decir la última palabra) que en el mar siempre hay agua y que el nivel no baja. Y, con matices, no le falta razón.
El agua se transforma
Existen fuentes que aseguran que el agua que consumimos hoy ya ha sido bebida en el pasado. El experto en gestión del agua Gustaf Olsson, hizo en una entrevista unas afirmaciones en esta línea, asegurando que actualmente nos bebemos “los orines de nuestros antepasados” y que consumimos agua que ya se tomó el mismísimo emperador romano Julio César para calmar su sed.
Algunos expertos aseguran que en el tiempo presente estamos bebiendo el agua que consumieron nuestros antepasados
Este hecho demostraría que el agua no se crea ni se destruye: únicamente se transforma y pasa por diferentes estadios a lo largo de su vida. De acuerdo con la afirmación de Olsson sería entonces un recurso ¿inmortal?
Cambia su distribución
Algunos y algunas pensarán que esta afirmación no es cierta y que en realidad se constata que cada vez hay una menor disponibilidad de agua dulce en el planeta y que el régimen de lluvias ha disminuido en varios puntos del planeta. Cojamos, por ejemplo, el año hidrológico 2016-2017 en España, según datos de la AEMET. A pesar de que en los últimos dos meses de 2017 se registraron lluvias en varios puntos de la península, se considera que este ha sido el año hidrológico más seco y con menos precipitaciones desde 1981.
Los datos son objetivos y no admiten lugar a dudas. Se constata la tendencia que las lluvias se han reducido en España en los últimos años y la perspectiva para el futuro no es nada positiva, con la incidencia cada vez más evidente del cambio climático. Sin embargo, mientras que en España se registró un 2017 muy seco, en otras partes del mundo se cuantificaron valores de lluvias por encima de la media en los continentes de África, América y Asia, tal y como publica el web El Tiempo.com, exponiendo varios casos.
Observemos este mapa con la lluvia registrada en 2017 en el continente africano, extraído de un informe del African Centre of Meteorological Applications for Development (ACMAD). Hay varias zonas, entre ellas una parte al sur del desierto del Sáhara (entre el norte de Mali y el sur de Argelia), con lluvias por encima de la media en una zona donde apenas se registran lluvias. Anomalías parecidas se produjeron en otros puntos de este desierto en 2015, con registros de 45 litros en cinco días en el sur de Argelia, una cantidad que supera el agua que cae en un año, según informó Al Jazeera.
La balanza de las lluvias
La película Lorenzo’s Oil (traducida como El aceite de la vida y basada en hechos reales) se estrenó el 1992 y narra la investigación que unos padres llevan a cabo para salvar la vida de su hijo, afectado por una extraña y letal enfermedad. A pesar de no tener conocimientos médicos, los padres del pequeño consiguieron hallar un método para evitar la progresión de la enfermedad, que hasta la fecha era degenerativa y mortal. Uno de los detalles que me sorprendió es la conclusión que hizo el padre al ver que los ácidos grasos buenos y los malos (para resumir y no entrar en aspectos demasiado técnicos) están unidos por la misma cadena.
Mientras que en algunos lugares del planeta disminuyen las lluvias, en otros se incrementan las precipitaciones
Con el agua pasaría una situación similar y se produciría lo que considero un efecto balanza: lo que se pierde por un lado se recupera en el otro. Por lo tanto, no se reduce la lluvia, sino que varía su distribución. Es prácticamente imposible saber el total de agua que llueve en el planeta, ya que es imposible cuantificar la cantidad de recurso que cae en el mar, pero si fuéramos capaces de conocer esta cifra se podría averiguar si realmente la idea que planteo es factible.
El agua es un recurso que no se acaba ni se destruye; únicamente se transforma y pasa por diferentes estados
Una cosa si es cierta: yo, por lo menos, nunca he visto que el mar baje de nivel por una reducción de la disponibilidad de agua (sí que lo he visto retroceder por el efecto de las mareas o bien como antesala de un tsunami). Cierto que, por ejemplo, nuestro mar Mediterráneo se quedó seco cuando se irguió el estrecho de Gibraltar hace seis millones de años, pero fue por otra causa.
En este sentido, lluvia siempre habrá en nuestro planeta mientras exista el sol. Lo que cambiará y se alterará es el ciclo del agua.
El cambio climático
Este fenómeno, cada vez más patente, está provocando un aumento de las temperaturas, una reducción de las lluvias y que las sequías y los episodios de lluvias torrenciales sean cada vez más extremos. Considero, en lo que a precipitaciones se refiere, que, a nivel mundial, sobre todo, variarán en su distribución y perjudicarán los aprovechamientos de agua utilizados hasta la fecha. Se deberá, entonces, apostar por la economía circular y por la reutilización, ya que en estos casos podrás aprovechar un recurso que ya tienes a tu alcance y que puedes volver a introducir en el ciclo del agua.
Una conciencia a nivel mundial
Con esta reflexión (quiero que quede claro esto, que es una reflexión, algo que he pensado y que he dicho –más bien he publicado- en voz alta) quiero destacar la premisa que el agua estará presente en las mismas cantidades en el planeta, al igual que nos pasa con el oxígeno, por ejemplo, pero se modificará de un modo sustancial y más inesperado su distribución. La gestión del agua deberá ser totalmente innovadora e integradora. En este sentido, se deberá ver que el problema es global y que tendremos que adoptar soluciones globales. Después un año húmedo con muchas lluvias algunos pensarán que todo lo relacionado con el cambio climático han sido exageraciones, pero después a lo mejor transcurren 3, 4 o 5 años sin lluvias, mientras que a unos escasos kilómetros se registran importantes precipitaciones. Por lo tanto, en muchos casos la gestión deberá eliminar fronteras y territorialismos.
La pregunta y la reflexión final son: ¿algún día dejará de llover? ¿Algún día nuestro planeta se quedará sin una gota de agua? Lo que tengo seguro es las ideas que te llega a aportar un simple e inocente comentario de un niño.