En el momento que cojo un avión y me dispongo a utilizar el lavabo, siempre me asalta la misma duda cuando acciono la cisterna y se escucha una fuerte succión: ¿mis necesidades salen disparadas al exterior del avión y se desintegran en el aire? Hasta la fecha pensaba que sí, pero investigando he visto que detrás hay un sistema de saneamiento más complejo. Con este post quiero analizar la gestión del agua que se hace en un avión comercial.
El agua residual en una avión no se libera a 11.000 metros de altura, se almacena en unos depósitos situados en su interior
La evacuación de las aguas grises a 11.000 metros de altura
En lo que respecta al agua que no se utiliza para consumo de boca, en un avión debemos distinguir la gestión que se hace de las aguas grises (las resultantes del lavado de las manos, por ejemplo) y de las negras (las que proceden de nuestras necesidades primarias). Las primeras, una vez han servido para limpiarnos las manos, no se acumulan en ninguna instalación y acaban saliendo al exterior del avión durante el vuelo.
Se hace a través de lo que se conoce como mástiles de drenaje, unos elementos situados en la parte inferior de la nave, tal y como se puede ver en la imagen inferior. Esta agua se calienta con electricidad durante el vuelo para evitar su congelación, evitando así que pueda taponar la salida. Precisamente en una ocasión, falló la calefacción de uno de los mástiles, provocando la congelación del agua. Esto comportó la inundación de los lavabos.
Nuestras necesidades, a velocidad de un Fórmula 1
En lo que respecta a las aguas negras, su gestión se lleva a cabo en la misma aeronave, acumulando todas nuestras necesidades en unos depósitos. Tradicionalmente, y para garantizar la disolución de las aguas negras, se utilizaba un producto químico de color azul -Racasán- que aceleraba esta función. La ventaja de esta medida era que la limpieza se hacía de un modo total, arrastrando todo el residuo sin dejar apenas rastro. Sin embargo y como parte negativa, esta sustancia provocaba que aumentara el peso del avión y que se produjeran, en ocasiones, filtraciones del producto, ocasionando la congelación de la sustancia en la base del aparato.
Anteriormente se utilizaba un producto -Racasán- para transportar y deshacer el agua residual. Sin embargo, esto provocaba un mayor peso de la aeronave. Actualmente se utiliza un sistema que aprovecha las oscilaciones de presión atmosférica
A raíz de estos inconvenientes, se ha optado recientemente por un inodoro de vacío, que aprovecha la diferencia de presión entre el interior y el exterior de la nave, junto con la aplicación de una pequeña cantidad de agua, para así transportar el agua residual hasta los depósitos de almacenaje. De este modo, nuestras necesidades viajan a través de una conducción a una gran velocidad, cercana a los 200 km/h. El siguiente videoreportaje del Smithsonian Channel explica cómo se desarrolla este proceso:
El camión de la miel
Una vez la aeronave ha tomado tierra, es cuando se produce el vaciado y gestión del agua residual generada durante el vuelo. El curiosamente denominado Honey Truck (camión de la miel) es el encargado de recolectar el agua residual, con una capacidad de hasta 3.000 litros. El proceso, que puede durar unos 10 minutos, termina cuando el camión acaba arrojando las aguas negras a la red de alcantarillado.
Un camión, con capacidad para almacenar 3.000 litros, recoge las aguas residuales del avión cuando aterriza y las vierte a la red de alcantarillado
¿Es potable el agua del grifo de un avión?
Una vez analizada la gestión de las aguas residuales, abordaré el agua potable que hay en un avión. En la mayoría de naves comerciales se dispone de varios depósitos, hechos principalmente de fibra de vidrio, para almacenar el agua potable, que pueden ir desde un depósito hasta seis, dependiendo del modelo de aeronave. Este recurso es el que se utiliza para lavarse las manos, para aportar agua para el retrete y también se destina para preparar bebidas durante el vuelo (vaso de agua, cafés e infusiones).
En los grifos de los lavabos se aconseja que no se beba agua del grifo. Entonces, ¿es apta el agua para beber?
Hace tres años, una investigación publicada en el Journal of Environmental Research and Public Health desvela de la presencia de microbios en el agua potable de los aviones. Esto se debe a que los depósitos, raramente se vacían completamente, algo que favorece la proliferación microbiana. A través del análisis en 10 aerolíneas distintas, se detectaron concentraciones de varios microbios como la salmonella, el estafilococo e incluso huevos de insectos acuáticos.
Un estudio llevado a cabo en 10 aerolíneas distintas desveló la presencia de bacterias en los depósitos de agua de los aviones
Entre las posibles causas, además de no vaciar y limpiar los depósitos en su totalidad (a no ser que se agote totalmente la reserva de agua), estaría la elevada aplicación de cloro así como la proximidad entre el carrito que transporta el agua potable con el que almacena el agua residual.
La hidratación, necesaria en vuelos largos
Se da aquí una importante paradoja, que debe conjugar la calidad del agua con las necesidades fisiológicas de las personas. Tengamos en cuenta que viajar en un avión durante muchas horas, a pesar de estar sentado la mayoría del tiempo (no te queda otra), comporta una importante reducción del agua corporal.
"En un vuelo de diez horas, un hombre puede perder hasta dos litros de agua y una mujer alrededor de 1,6 litros"
Precisamente, un artículo publicado en la versión británica de la revista Marie Claire apunta que al estar durante mucho tiempo encerrado en un avión, en un entorno con un nivel bajo de oxígeno y poca humedad, se produce un proceso de deshidratación, por lo que ingerir líquidos es vital.