Parecía que el 2020 iba a ser un año redondo y en el que muchos de nosotros y nosotras teníamos numerosas esperanzas depositadas. Viajes, proyectos e ilusiones que todos teníamos en mente y que, por el momento, debemos dejar aparcadas. El primer trimestre del año nos está mostrando una manera de vivir atípica, teniendo que adoptar un estilo de vida al que no estamos acostumbrados y al que jamás habíamos pensado que viviríamos.
De pequeño recuerdo las vivencias de mi abuelo en la guerra civil, explicando las dificultades que tenían para poder subsistir y disponer de alimentos. En mi tierna memoria, estos relatos parecían historias sorprendentes pero muy lejanas y que jamás me tocaría vivir. Por suerte, la situación actual no es una guerra, pero sí que está condicionando nuestra manera de vivir.
El coronavirus ha provocado el confinamiento de más de 1.000 millones de personas en el mundo, lo que supone cerca del 13% de la población mundial
El mundo interrumpido
En la actualidad, hay mil millones de personas confinadas en todo el mundo, según noticia publicada por AFP. Si tenemos en cuenta que el total de personas que viven en el planeta es de 7.700 millones, según datos de la ONU, cerca del 13% de la población mundial está encerrada en sus casas. Esto afecta nuestras actividades económicas y nuestras relaciones sociales. Sin embargo, el cese forzado de nuestras actividades está provocando una mejora de nuestro medio ambiente.
Descenso de la contaminación en China
El brote de coronavirus se inició a finales de diciembre de 2019 en China, concretamente en la ciudad de Wuhan. Su propagación ha obligado que el país asiático haya reducido drásticamente todas sus actividades con el fin de evitar los contagios y preservar la salud de la ciudadanía. Esta parada obligada de la actividad ha provocado que los niveles de dióxido de nitrógeno se hayan reducido de un modo importante, según informó la Agencia Espacial Europea (ESA), entre los meses de diciembre y marzo.

Los canales de Venecia
Venecia es una ciudad mágica. La visité por primera vez hace exactamente seis años y, desde entonces, quedé enamorado de ella. Igual que yo hay miles de personas que piensan lo mismo y por esta razón es una de las destinaciones turísticas más frecuentadas. Cada año llegan a la ciudad de los canales más de 25 millones de personas, según informó El Mundo, y las previsiones más pesimistas eran que en el horizonte del 2025 esta cifra podría subir hasta los 38 millones de visitantes.

El coronavirus, sin embargo, una amenaza pequeña, silenciosa pero letal, ha provocado que el goteo de visitantes en Venecia haya parado en seco. Varios medios de comunicación, durante la pasada semana, publicaron imágenes del estado de algunos canales en la actualidad. Además de la falta de personas, sorprende la limpieza de estas vías fluviales, en algunas de los cuales se pueden ver peces, algo inédito desde hace muchos años.
La reducción de las actividades humanas ha provocado un importante descenso de la contaminación en China o la mejora de la calidad de los canales de Venecia, en Italia
El puerto de Cagliari
El descenso de actividades provocado por el coronavirus también se ha notado en puertos marítimos. En el caso de la instalación portuaria de Cagliari (Italia), también se ha hecho viral un video en el que muestra un delfín en las inmediaciones del puerto, algo que evidencia la mejora de la calidad del agua y la reducción de la contaminación (tanto química como acústica).
La conclusión a todo esto
El coronavirus pasará, aunque sus efectos serán contundentes, tanto para la ciudadanía como para las actividades económicas. Esta pandemia nos está demostrando la fragilidad de nuestras vidas y que las peores amenazas no tienen que venir disfrazadas de guerras o atentados. La crisis del coronavirus ha dejado en segundo lugar otra crisis de igual o mayor importancia, que es la emergencia climática. Será necesario ver si después de la pandemia habremos sido capaces de haber aprendido de nuestros errores y corregir parte de nuestras actividades, o bien comprobar si seguimos con la misma tendencia de los últimos años.
Que las experiencias no caigan en saco roto y no hagamos como cuando yo era pequeño con las historias de mi abuelo en la guerra civil; verlo como una historia lejana y que jamás se volvería producir. Hay que aprender de todo y aplicar la experiencia para evitar que los problemas se puedan volver a repetir con la misma magnitud.